Y Mestalla gritó Vietto

Valencia

Collarín en ristre, Marcelino apretaba los puños tras el segundo gol del Valencia, al poco de comenzar la segunda parte. El técnico asturiano buscaba con la mirada a su ayudante, Rubén Uría, con los ojos encendidos, como mira quien sabe que ha acertado con una decisión importante. Porque el fichaje de Vietto no lo hubieran hecho todos los entrenadores de Europa. La sequía y los fantasmas lastraban el ánimo del delantero argentino, que ha encontrado en Mestalla la sonrisa perdida a orillas del Manzanares.

Lucho -su nombre de guerra en el vestuario- gritó tres goles en una de esas noches inolvidables que pervivirán en el recuerdo del entorno con el paso de las temporadas. El primero, de oportunista tras un remate en plancha de Zaza abortado milagrosamente por Lizoain. El segundo, en una maniobra de nueve parando el tiempo en las entrañas del área. El tercero, desde cuarenta metros, para poner en pie el estadio y llenarlo de pañuelos. En una semana, Marcelino ha obrado el penúltimo milagro. Simeone, que no quería dejarle salir del Atlético, no pasará una buena noche.

El Valencia cuajó un partido completísimo. Desde Jaume hasta Zaza, pasando por Maksimovic. El serbio, por cierto, crece con el paso de los partidos. Con el fichaje de Coquelin en la recámara, Nemanja (golazo incluido) evidencia que tiene recursos suficientes para formar parte del fondo de armario de Marcelino. Bien posicionado siempre, correcto con balón, intenso en las pelotas divididas y generoso en el derroche de trabajo. Habría que pensarlo muy bien antes de aceptar su cesión de forma facilona hasta el mes de junio.

El próximo viernes, sorteo de los cuartos de final de Copa. A diferencia de lo sucedido en los dos últimos años, ni Madrid ni Barça ni Atleti querrán cruzarse con este Valencia competitivo y hambriento. Ese es el gran mérito de Marcelino. Haber devuelto al murciélago el respeto que merece. Con goleadas como la de esta noche la Copa parece menos utopía. Sea quien sea el siguiente rival.