Fresno de la Vega mantiene vivo el conjuro de 'tente nube'
La capital de la huerta leonesa es el único lugar de la provincia en la que se ha mantenido ininterrumpidamente esta ancestral tradición
Antonio Bodega, mestro campanero de Fresno de la Vega
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León
La noche del 31 de enero es mágica. La víspera de Santa Brígida y San Severo es la fecha elegida por los 'renuberos', maléficos geniecillos del imaginario leonés, para fabricar el granizo que luego descargarán en las tormentas de verano. El único arma del labrador para luchar contra ellos es el tañido de las campanas, cuyo sonido les aturde e impide que completen su malvada misión.
No vale cualquier repique. Hace falta conjurar a las campanas al toque de 'tente nube', que se acompaña de la siguiente salmodia
Tente nube,
tente tú,
que Dios puede
más que tú.
Tente nube,
tente palo,
que Dios puede
más que el diablo.
Esta tradición antes habitual en nuestros pueblos se está recuperando ahora en algunas localidades tras años de olvido. Sin embargo hay un único lugar en el que nunca dejó de practicarse, donde desde hace siglos el toque de tente nube no ha faltado ni un solo 31 de enero. Se trata de Fresno de la Vega, la localidad de la vega del Esla considerada la capital de la huerta de la provincia. Quizás sea porque en este rincón fértil como ninguno -bien lo sabían ya los romanos como atestiguan las importantes villas agrarias aquí documentadas- sus gentes sienten una vinculación especial a las huertas, un amor especial a sus frutos que miman con manos de padre y madre. Lo cierto es que aquí nunca han faltado a la cita con 'tente nube'. Así lo atestiguan las actas municipales. Y es que, curiosamente, fuera de esta noche mágica las campanas de la iglesia de San Miguel de Fresno no solo no espantan a la nube si no que la atraen hacia el pueblo. Por eso cuando llegaban los temidos nubarrones anunciando 'piedra' no se tocaban las campanas como en otras localidades, sino que el concejo pagaba un extra al párroco para que saliese a la puerta de la iglesia a aplacarlas con responso protector.
Nadie hace cantar a las campanas como Antonio Bodega. Hoy octogenario, comenzó a tocarlas cuando no era más que un rapaz que corría por la iglesia del pueblo y ayudaba como monaguillo en los oficios. La cosa le viene de familia. Antes que él, su padre ya fue un reconocido campanero. Sin embargo no fue su progenitor el que enseñó a Antonio la técnica de las campanas. "Le pedí muchas veces que subiese conmigo a la iglesia y nunca quiso" confiesa. Él fue su propio maestro. Reconoce que quizás tenga un don especial para ello. Algo que ha detectado en alguno de los chavales que en estas noches de 31 de enero se animan a subir a la torre. "El año pasado había un chico que las tocaba muy bien ¡si yo puediera enseñarle!", lamenta Antonio que teme que la falta de relevo generacional y de interés entre los pocos jóvenes que quedan por el pueblo acabe con una tradiicón ancestral.
No solo 'tente nube'. Antonio atesora en su memoria todos y cada uno de los distintos toques de campana. Y es que, antes de la época de los móviles, de los ordenadores, de la radio o la televisión, su repique constituía el único medio de comunicación entre los vecinos del pueblo. Su tañir les informaba de las noticias cuando se encontraban por ejemplo trabajando en los campos "Teníamos un código de manera que según el sonido de las campanas se podía saber, por ejemplo, en que calle vivía un difunto"
Antonio sueña con que esta bonita tradición no se pierda. Solo es necesario que, al menos una persona tome su testigo.
Pablo F. Bodega
Redactor de Radio León