Galicia, la tierra de mil paisajes y mil campos de fútbol
La Federación Galega de Fútbol publica un libro sobre el fútbol aficionado
Vigo
Moi lonxe da Champions League. Así comienza su reflexión el autor de este maravilloso libro sobre los campos de fútbol en Galicia. Pero del fútbol aficionado, del de verdad. El fotógrafo holandés afincado en Santiago, Robert Willemse recoge en este libro instantáneas de campos y estadios de fútbol que nos definen perfectamente. Inmortaliza Willemse la esencia de nuestro fútbol y de nuestra tierra. O Fútbol da terra es eso; es fútbol, es Galicia, son estampas que bien podrían recogerse en cualquier día a día en un pueblo o en una villa. Son esos campos enrocados al lado del mar, otros que aprovechan el muro de la iglesia, los que están en medio de un pinar con caballos salvajes pastando cuando nadie les ve; los que están al lado de la cementera o de la fábrica porque se donaron los terrenos o los que aprovechan el espigón del relleno para poder jugar al fútbol. Hay estampas realmente maravillosas.
Robert Willemse nos propone un recorrido maravilloso por la Galicia futbolera desde esa señalización casera que tantas veces nos hizo perdernos para poder llegar al campo de fútbol, hasta las entradas de los estadios con todo tipo de cierres (aquellos que lo tienen). No podían faltar las taquillas tan peculiares y esos carteles que anuncian desde entradas con descuentos a señoras a la igualdad plasmada en el precio de la entrada para los adultos con un cartel que reza "Caballeros 4 euros, Señoras 4 euros". Sin olvidarnos de todo tipo de gradas o semigradas o los diferentes modelos de banquillos desde los de hormigón armado, al toldo de caseta de Feria de Abril pasando por el de la uralita de toda la vida.
Es maravilloso ese maridaje de paisajes increíbles con el mar de testigo de un buen centro o de un gran gol. También el mar o la costa como protagonista de los centrales potentes que realizan despejes contundentes y que obligan a la rápida activación del operativo especial para poder recuperar los balones. Son campos que, a lo mejor no son el Camp Nou, pero que uno puede quedarse anonadado con sus vistas como O Chan do Cura en Vilaboa, Arliña en Muxía o A Marosa en Burela. Nos dejan estampas futboleras increíbles.
Pero Galicia es mar y montaña. También los hay de interior; pero de muy interior. Campos incrustados en medio del monte que le dan otro encanto rodeado por tantos árboles y por tanto verde. Forma parte también del ADN de nuestra cultura futbolera. Esos campos en donde los animales aprovechan para hacer sus visitas nocturnas para comer algo de hierba desde vacas a zorros pasando por caballos salvajes. Esa banda o zona de córner llena de hojas de eucalipto como el de A Llanada (Cesura) o ese césped que tiende a asilvestrarse o a sufrir calvas porque los árboles tapan el sol, o ese balón que sale del campo de A Sagrada en Monzo y se va a una leira, o en Campo Seixas en Cesura que hay que ir a buscarlo al monte, si aparece en medio de esa maleza considerable.
El estadio o el campo se hace donde haya terrenos para hacerlo. Y así es y será en Galicia. Si la Iglesia dona terrenos, pues fantástico, si es la empresa potente que hay en el pueblo, pues también. Si los terrenos son de los comuneros pues habrá que hacer unas pistas para llegar hasta allí. Y si no que se lo digan al Campo do Rodeiro en Camelle (Camariñas) que tiene una de las porterías pegadas al muro del cementerio municipal. Con una red un poco alta y con los nichos de camposanto como testigos de cualquier disparo a portería mordido. O que decir de campos como el de O Casal en Salcedo donde los vestuarios están fuera del campo y toca hacer un paseillo trío arbitral y equipos por un camiño agreste para llegar al césped.
O Fútbol da Terra, un libro con acento holandés y con el sello de la Real Federación Galega de Fútbol. This is Galicia. Pero en estado puro.