La seducción de los cucurrumachos
Un año más estos personajes llenaron las calles de Navalosa en el carnaval más antiguo de la provincia
Ávila
El carnaval más ancestral de la provincia de Ávila ha vuelto a celebrarse en la localidad abulense de Navalosa (360 habitantes), cuyas calles se han visto 'inundadas' de los pavorosos cucurrumachos, unos horrendos seres que han hecho sonar incesantemente los cencerros que portaban a sus espaldas.
Pese al frío, los cucurrumachos han vuelto a protagonizar este Domingo Gordo de carnaval en este municipio situado a unos 60 kilómetros al sur de la capital abulense, en la vertiente norte de la Sierra de Gredos.
Desde primera hora de la tarde y tras vestirse como manda la tradición en sus casas y en algunos garajes del pueblo, estos seres horripilantes han salido a las calles de Navalosa ante la expectación de quienes han asistido por primera vez a esta tradición.
El silencio inicial, ha dejado paso al estruendo procedente de los cencerros que han portado los pavorosos cucurrumachos, que ante el Ayuntamiento se han ido concentrando para dar vueltas en torno al gran tronco de chopo instalado en la plaza.
Un centenar de cucurrumachos han danzado alrededor, acompañando a las serranas y a los quintos nuevos, que han sido también protagonistas de esta costumbre ancestral vinculada a los ritos de exaltación ganadera, las gallegas festas do entroido o a la tradición celta.
Mientras los quintos nuevos han aparecido ataviados con traje, sombrero con escarapela y la cara pintada con dos coloretes, los quintos viejos se han vuelto a meter en la piel de estos personajes cubriendo sus cuerpos con sacos y mantas "pingueras", las más características de esta zona de la Sierra de Gredos.
De esta manera, y cumpliendo la tradición, pretenden resultar irreconocibles a los ojos del público, porque tampoco pueden hablar y sólo emitir sonidos guturales que llegan a asustar a quien no haya presenciado esta mascarada previamente.
Los cucurrumachos completan su atuendo con un cinturón que les sirve para aguantar mejor la pesada carga de los cencerros con los que anuncian su presencia, aunque después los han hecho sonar continuamente durante toda la celebración.
A ello se añade la parte de la vestimenta que otorga a los cucurrumachos su aspecto más fantasmagórico, que consiste en una máscara de madera, rematada con una cornamenta y unas pelambreras realizadas a base de crines y colas de caballo.
Así salen a las calles y lanzan al público la paja que portan en los sacos que llevan a la espalda en la Plaza del Ayuntamiento, donde coinciden con los quintos nuevos, que por la mañana han ido recorriendo las casas para recoger el dinero y la comida que les han dado los vecinos.
Una vez junto al tronco de chopo, los quintos viejos y los nuevos han dado vueltas en torno al mayo y han jugado con el público, mientras desde el Consistorio se han leído las coplillas realizadas por vecinas del pueblo, mientras se ha bailado y bebido limonada.
Y todo ello, antes de que se haya producido la simbólica muerte de la vaquilla, representada por uno de los quintos nuevos, con lo que ha concluido esta tradición que ha sido contemplada por vecinos y personas llegadas de otros puntos de la provincia y de otros lugares.
En esta ocasión, el frío y la nieve han retraído algo la asistencia.