Filipinas

Filipinas

Tras unas Navidades en familia, el 15 de enero continué con mi viaje alrededor del mundo sin billete de vuelta. En junio se cumplirán 4 años de esta vida nómada que ya ha pasado por África, América, Asia y Europa.

2018 comienza con una vuelta al continente que me es más familiar, Asia. Tras una breve parada por Singapur, el objetivo de este vuelo de solo ida era Manila, la capital de Filipinas.

Aquí estuve viviendo un año allá por 2010. En aquella época trabajaba en la Oficina Comercial de la Embajada Española en Filipinas. Caí perdidamente enamorada del país, tanto que en 2015 estuve viajando con mi mochila durante casi 6 meses por él.

Filipinas no es un paisaje. No es una playa, una terraza de arroz o un fondo marino perfecto.

Filipinas es una sensación.

A los que estamos enganchados a ella nos cuesta explicarlo. Quizás porque es un conjunto de pequeñas cosas que unidas nos hacen anhelar el no estar aquí y cuando vuelves es como ¡cataplán! esto era lo que necesitaba en mi vida.

Ese español rasgado, el olor del mango, el turquesa del agua y de las millones de cosas que hay pintadas en cada pueblo con él, los niños jugando al baloncesto, las palmeras más bonitas del mundo, las sonrisas y carcajadas verdaderas y gratuitas, una actitud ante la vida desenfadada, el tener que tomar 20 transportes para llegar a un sitio, el videoke de las 2 de la mañana y el “agradable” canto de los gallos (también) más bonitos del planeta a las 4... Filipinas no se explica, por mucho que lo intente. Filipinas, se siente y hoy os mando esta postal sonora desde una isla con nombre español: Tablas.

Mabuhay! Bienvenidos.