Nueve provincias, una comunidad y un antidepresivo

Valladolid

Durantes sus 35 años de vida, el Estatuto de Autonomía ha sido reformado en cuatro ocasiones para acomodar competencias y atribuciones que han ido ensanchando los límites del autogobierno.

Esta ampliación competencial no ha crecido de forma acompasada con lo que se conoce como identidad compartida, un concepto resbaladizo al que se alude cuando se quiere etiquetar el sentimiento de corte emocional que se deriva de la mera pertenencia a algo.

Han pasado tes décadas y media desde que una ley orgánica estableciera que quienes vivimos aquí, conformamos una comunidad, la última que cobró forma, por cierto, de todas las existentes en España.

Es innegable que pasados estos 35 años el sentimiento autonómico dista mucho de lo que se percibe en otros territorios del país, lo cual a menudo es interpretado por quienes mandan como un síntoma de madurez alejado de entusiasmos juveniles, aunque en el fondo no sea más que la evidencia incontestable de que por el momento no se ha podido, no se ha sabido o no se ha querido evolucionar hacia una cohesión mucho más efectiva, capaz de afrontar con más determinación los problemas comunes, que no son pocos, con los que aquí convivimos independientemente de la provincia en la que residamos.