S.E.A.
La Firma de Manuel Acero
"S.E.A.", la Firma de Manuel Acero
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Palencia
En alguna ocasión ya les he contado que a principios de los años 90 yo trabajaba para una entidad privada dando cursos de formación relacionados con la agricultura y el desarrollo rural.
En uno de aquellos pequeños pueblos en los que impartía un curso, que estaba financiado con fondos públicos, se presentaron un día un par de funcionarios para inspeccionarlo y aunque estaba todo, más o menos, correcto me cayó una bronca que todavía recuerdo. Empezaron por criticar mi falta de experiencia, mi conocimiento sobre las materias del curso, lo joven que era y hasta censuraron que los alumnos, la mayoría relacionados con el sector agrario, cobrarán una pequeña beca por asistir.
Visto con la perspectiva que da el tiempo algunas de las cosas que me dijeron tenían cierto sentido pero en aquel momento no las terminaba de ver y no entendía como aquellas dos personas se empeñaban en hacerme pasar un mal rato sin que existiera un motivo claro.
Se trataba de dos jefes del antiguo Servicio de Extensión Agraria, a punto de jubilarse, y que habían visto como el año anterior desaparecían sus oficinas de extensión a la que habían dedicado toda su vida. Los habían reconvertido en funcionarios con la carga burocrática de la recién estrenada P.A.C. que simplemente detestaban porque ellos concebían el trabajo en el medio rural de otra manera.
De esta anécdota me acordaba esta semana cuando leía en varios medios de comunicación que los gobiernos de Aragón y de Valencia han decidido rescatar el modelo de trabajo del Servicio de Extensión Agraria que sembró en nuestros campos la semilla de la modernización.
Son una inmensa mayoría los agricultores que recuerdan con añoranza la antigua Extensión Agraria y permanece en la memoria colectiva la huella que dejaron sus agentes. Nadie ha entendido todavía porqué algo que funcionaba de verdad se desmanteló de la noche a la mañana.
Aquellos “extensionistas” eran técnicos experimentados que sabían transmitir sus conocimientos a los agricultores y les ayudaban a diario a producir mejor y a rentabilizar sus explotaciones. Se trataba de un servicio próximo y siempre disponible. Fueron además pioneros de esto que ahora llamamos desarrollo rural porque promovieron que los agricultores abordasen muchos problemas que había en su comunidad como traídas de aguas, de caminos y hasta los teleclubes que fueron lugar de reunión y de encuentro de estas comunidades.
Hoy en día son muchos los servicios que tratan de cubrir esta laguna a través de cooperativas, sindicatos agrarios o casas comerciales, pero a todos, por unos u otros motivos, les falta algo. Y los grupos de acción local, que comparten aquella metodología de trabajo, cuentan con unos recursos muy escasos y además tienen muy limitado el apoyo a iniciativas del sector primario.
Por todo ello esta idea de los gobiernos de Aragón y Valencia me sorprende, favorablemente, y habrá que estar atentos para ver si llega a algún puerto, aunque ya avisan de que no va a poder ponerse en funcionamiento ni siquiera a medio plazo porque no se dispone de técnicos capacitados y tampoco se puede improvisar su formación.
Es lo que suele pasar cuando se dejan perder las cosas que funcionan. Reinventarse cuesta mucho.