‘Un momento para la reflexión’

Tarifa

Con la venia Juanma

Las consecuencias del paso por el municipio tarifeño de la borrasca ‘Emma’, con una ‘Mar Total’ que ha dado al traste con al menos tres negocios y ha causado daños a otros tantos, ha puesto sobre el tapete la polémica ubicación que envuelve desde hace años a los tradicionales chiringuitos de playas. Aunque del término chiringuito ya solo queda el nombre, porque de aquellos cañizos y barras metálicas de publicidad cervecera, se ha pasado a sitios muy cool, restaurantes a la carta, salones de conciertos y chill-out donde aplaudir las puestas de sol.

El implacable avance del mar hacia la tierra -en un fenómeno inusual pero natural- causó la semana pasada daños cuantiosos y costosos en varios de esos locales repartidos a lo largo de la playa de Los Lances. Chiringuitos, que se mantienen –en pos de la bonanza climática del invierno- durante todo el año y no solo de junio a septiembre como antaño.

Es una consecuencia directa de nuestra vocación turística y la necesidad de servir una ración de almejas casi en la misma orilla. No nos asustemos por otro lado, pues los chiringuitos existen por ambos hemisferios y son muy pocas las personas que pudieran afirmar que no han sido o son, usuarios de ellos. El caso es que nuestra excelencia turística nos obliga a recorrer el litoral con infinidad de este tipo de instalaciones, que si no me equivoco, en el término de Tarifa son 13 desmontables, y un sinfín de otras, entre restaurantes -algunos con cemento y hormigón armados- y otros escondidos y que gozan del favor de quienes se levantan clamando el cierre de sus semejantes. Pues eso, que existen chiringuitos a patás, y existen porque está permitido que existan. Porque la Ley de Costas ampara este tipo de instalaciones y querámoslo o no, suponen una forma de ganar dinero tan honrosa como otra cualquiera.

No son pocos los que hoy reclaman ‘no más chiringuitos en nuestras costas’ mientras descansan de blandir pancartas apoyados en la barra de cualquier otro chiringuito de un amigo. Refrescando a base de tinto de verano su impostado ideario ecologista.

Yo no voy a ser hipócrita, no me gustan en la playa, siempre he dicho que hay mucha tierra para que puedan estar allí instalados y no en la arena del litoral, pero no voy a posicionarme en lucha armada en contra de ellos, porque para eso deberían de estar las leyes, nuestros legisladores y nuestros políticos. Pero hete aquí que ellos se ven en la disyuntiva de apostar por un medioambiente y necesariamente frenar numerosos proyectos empresariales o por engordar las maltrechas arcas municipales a cargo del ‘Plan de Explotación de Playas’, que no nos olvidemos no deja de ser una demanda ciudadana de todos y cada uno de los usuarios de nuestras playas.

El asunto está de nuevo servido, si alguna vez no lo estuvo y paren un minuto para pensar, y cuando una ‘Mar Total’ mande de nuevo al carajo a los chiringuitos que están en la arena, truncando negocios, sueños y puestos de trabajo, piensen que quizás deberíamos de saber valorar que es más necesario, si una playa de finas arenas o el tomarse el tinto de verano o la cervecita con los pies llenos de arena. Porque no solo nos jugamos nuestro futuro, sino el de nuestros hijos, y ellos seguramente no tengan culpa de que seamos tan gilipollas.