Narváez da permiso para soñar con la permanencia (1-0)
El Lorca no mereció perder porque fue mejor que los de Sandoval. La calidad del colombiano decidió un mal partido de los blanquiverdes
Córdoba
El Córdoba sigue aferrado al sueño de la permanencia. Narváez, con un golazo, decidió un partido malo para su equipo en el que el Lorca fue mejor y mereció más. La calidad del jugador cedido por el Betis y el empuje de un Arcángel casi lleno fueron claves para sumar un triunfo que acerca la permanencia a dos puntos. El Lorca, muy errático arriba, dio una buena imagen pero todo hace indicar que tiene pie y medio en Segunda B.
La primera parte tuvo un claro color murciano. El equipo de Fabri tuvo las ocasiones más claras, sobre todo una de Ojeda que a punto estuvo de batir a Kieszek.
El Córdoba no salió mal, pero se fue diluyendo conforme pasaron los minutos y acabó por perder la sensación de peligro con la lesión de Reyes al borde de la media hora. De los blanquiverdes, solo hubo que reseñar una ocasión clara en los pies de Narváez pero Dorronsoro evitó el peligro.
El descanso le vino mejor a los locales, que vieron como en la primera parte el Lorca demostró que la clasificación actual no tiene nada que ver con el rendimiento el equipo. Si el resultado solo fue de empate a cero fue un milagro, porque los murcianos fueron mejores y merecieron más.
De todos modos, poco cambió tras el parón. Tras la salida del vestuario fue el Lorca el que dispuso de las mejores ocasiones, siempre en los pies de Ojeda. En una se encontró con un excepcional Kieszek y la otra se le fue alta por muy poco.
A pesar de no disponer de ocasiones claras y de jugar en superioridad por la justa expulsión de Gomelt, el que marcó fue el Córdoba en el minuto 31. La calidad de Narváez con un disparo en la frontal desniveló el marcador. Guardiola (que vio como se le anulaba un gol dos minutos antes) vio a Narváez y el colombiano, con un fuerte disparo logró batir a Dorronsoro.
De ahí al final se jugó muy poco. El Lorca apenas inquietó a un Córdoba que supo templar los nervios y llevarse tres puntos que por juego no mereció, pero que sirven para soñar con una permanencia que ahora se ve más posible que nunca.