El peligro de la desmemoria y de la semilla del odio

San Roque

ETA ha anunciado que deja definitivamente las armas. Lo que equivale a que deja de matar, secuestrar, extorsionar y amenazar. Que la última organización terrorista existente en Europa haga caer el telón es una buena noticia, pero ya no es la noticia deseada. Arrinconada e inactiva por el rechazo social y la acción de los Cuerpos de Seguridad del Estado, no le quedaba más camino que cerrar de manera definitiva.

Sin embargo, su estela de dolor y sufrimiento perdurará mucho tiempo. Esa semilla de odio, del que buena muestra es el suceso de Alsasua, con la paliza propinada por un grupo de extremistas a dos guardias civiles y sus parejas. O con la manifestación numerosa de Pamplona pidiendo la libertad de los encausados.

Yo no creo que esa acción punible y despreciable sea un acto de terrorismo, pero, sin duda, es una consecuencia de ese caldo de cultivo que ha logrado calar en una parte de la sociedad vasca y navarra.

Con un perdón limitado a los “excesos” que pudieran cometer, no podrán los terroristas lavar tanta crueldad, tanta infamia, plasmada en grado sumo en lo que denominó “socialización del dolor”. Sin duda logró extender el sufrimiento, destruir vidas y familias, marginar a muchos ciudadanos en su propia tierra, en definitiva irradiar los efectos de su dictadura del terror.

Si ETA ha sido derrotada, queda por derrotar la desmemoria. Que en torno a quienes hicieron del crimen un arma política, no crezca la aureola que los convierta en luchadores por la libertad de la patria vasca. Precisamente de quienes cometieron más asesinatos en plena democracia que durante el franquismo, comprometiendo la incipiente democracia y alentando al golpismo.

En esta nueva entrega de la desbandada terrorista tengamos un lugar para todos los que sufrieron por el azote del crimen organizado, que encontró aliento, sostén o comprensión en una parte importante de la sociedad y de la iglesia vasca. Particularmente quiero recordar a la joven sanroqueña Hortensia González Ruiz, asesinada junto a su novio, el guardia civil tarifeño Antonio Ramírez Gallardo. Fueron dos de los 76 asesinados por ETA el año de 1979. Al siguiente, cuando los vascos celebraron sus primeras elecciones libre tras la dictadura, los muertos fueron un centenar. A todos ellos y a los que vinieron después en esa espiral asesina, tengámoslos presentes, para que no sea la mano del crimen la que escriba la historia.