Adiós a los celebérrimos baños de asiento

Murcia

Elegía por el bidé

Esta vez me van a perdonar y pido ya excusas por anticipado, puesto que hoy voy a abordar un asunto de poca monta, un asunto banal e insignificante. O quizá, para algunas personas, no tanto. Ya veremos.

El caso es que, como quizá ustedes ya sepan, a partir de ahora los hoteles no tendrán obligación de tener bidé en sus cuartos de baño, con lo que ya podemos ir pensando en decirle adiós a esta pieza tan familiar, tan de toda la vida.

El bidé no tiene cuatro días de existencia, ni mucho menos. Para empezar, les diré que la palabra bidé viene del francés “bidet”, acabado en t, que viene a significar “caballito” por la postura que se emplea durante su uso.

Fue inventado, por tanto, al igual que la guillotina, por nuestros vecinos franceses a finales del siglo XVII.

Un escritor y gastrónomo español ya desaparecido, Néstor Luján, quien venía de vez en cuando al Rincón de Pepe a comerse un mondongo, según él mismo me contó, escribe en uno de sus libros que la palabra bidé se menciona por primera vez en la historia en 1710 cuando Madame Prie recibió en audiencia al Marqués de Argenson. Y lo recibió –no se lo pierdan- sentada en un bidé. Vaya usted a saber cuáles eran sus intenciones.

Adiós al bidé, adiós a los celebérrimos baños de asiento, adiós a esos otros usos, a los que no es preciso aludir, por mor del buen gusto, a estas horas.

Es posible, además, que la ausencia de bidés en los hoteles sea el principio de su desaparición en las casas particulares. De manera que, en cualquier caso, echaremos de menos, sin duda alguna, esta simpática y útil pieza de loza que se ha convertido en dueña de muchos de nuestros secretos.

Imagínense, por un solo instante, qué sucedería si a los bidés se les dotara de habla y pudieran contar, con pelos y señales, todo lo que han visto a lo largo de su vida.

Pepe Belmonte