Un médico de Cuenca, la antidroga, el FBI y la depresión de Luis Aragonés
El doctor José Pozuelo, nacido en Fuentesclaras, fue un investigador que cobró fama en los años 70 al encontrar un remedio contra las toxicomanías y llegó a ser perseguido por el FBI
Cuenca
En la primavera de 1972 la prensa nacional e internacional se hizo eco, con amplia difusión, de la presentación en el XVIII Congreso Internacional de Alcoholismo y Toxicomanías celebrado en Sevilla de un tratamiento de los profesores Pozuelo y Kerr, que habían logrado hacer abolir en los monos el hábito de la morfina. El protagonista de esta semana en Páginas de mi Desván el espacio de radio que coordina José Vicente Ávila en Hoy por Hoy Cuenca, es el doctor José Pozuelo, este médico e investigador nacido en el año 1934 en la localidad conquense de Fuentesclaras a quien conoceremos también en su faceta de psiquiatra y que llegó a tratar la depresión de Luis Aragonés en la temporada en la que entrenó al FC Barcelona.
Un médico de Cuenca, la antidroga, el FBI y la depresión a Luis Aragonés
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La primera noticia que tuvimos en Cuenca sobre el doctor José Pozuelo Utanda fue el 9 de junio de 1972, cuando se dio a conocer en el Congreso Internacional de Sevilla el estudio del tratamiento químico y método neuroquirúrgico, por medio de los cuales se había llegado a abolir en los monos lo que ellos denominan “craving”, es decir, el deseo imperioso o hábito irresistible hacia la morfina, experimento que ya habían realizado con ratas, en la clínica “Mayo” de Minnesota, en los Estados Unidos, en la que trabajaba este médico conquense, que por entonces tenía 38 años.
El propio doctor Pozuelo, en su comunicación en Sevilla, comenzó diciendo: “Es la ciudad donde la luz y la alegría, así como la belleza de sus mujeres, es superior a la manzanilla”. Es que estaba casado con una sevillana y por ello aclaró ante los asistentes: “Yo soy de Cuenca, y el sevillano que conozco es a través de mi esposa”, concluyendo que el trabajo no era ni de Pozuelo ni de Kerr, ni de Kerr y Pozuelo, sino una labor conjunta de ambos para llevar a cabo ese compuesto químico llamado alfa-metil-paratiroxina, contra la hija mayor del opio.
¿Cómo se recibió en Cuenca la noticia, dado que se trataba de un doctor nacido en una pequeña localidad como Fuentesclaras de Chillarón?
Fue un auténtico “bombazo” descubrir que un médico conquense, desconocido entonces para la mayoría, que residía en los Estados Unidos saltaría a la fama en los telediarios, la radio y en la prensa. Yo trabajaba en “Diario de Cuenca” y contaba los días para irme a la “mili” y me dijo el director del periódico que tenía que entrevistar a un hermano del doctor Pozuelo, pues se publicaba en el diario toda la información que llegaba desde Sevilla a través de las agencias. Enseguida me enteré de que su hermano se llamaba Julián, a quien ya conocía porque estaba al frente de la taberna “La Pilarica” del barrio de Casablanca, haciendo chaflán en el inicio del Paseo de San Antonio, edificio que por cierto se encuentra en ruinas. Cuando entré en el bar para hablar con Julián los botellines de cerveza salían de la barra con este grito: “¡Por el doctor Pozuelo, pero que nos quite la droga de la cerveza!”. Julián, poco hablador y reflexivo: interiorizaba su alegría, para decirme mientras atendía a sus clientes: “Nosotros procedemos de Fuentesclaras de Chillarón. Somos tres hermanos: Rafael, Pepe, que es el más pequeño y éramos una familia muy humilde”.
Siendo el hermano mayor es lógico que tuviese esa alegría contenida, de orgullo por el hermano pequeño…
Julián me iba contando avatares familiares, imbuido por la emoción que le embargaba; que su padre, Leonardo Pozuelo López, vivía en Madrid con Rafael, pues la madre, Felisa Utanda Utanda, había fallecido hacía unos años. “Vivimos poco tiempo en el pueblo”, recordaba Julián, y “aunque hacíamos faenas camperas, mi hermano José se vino a Cuenca para estudiar en el Instituto Alfonso VIII y yo me vine también a la capital y me instalé en el bar”, que estaba situado como hemos dicho antes en el número 1 del Paseo de San Antonio. “Cuando salió la noticia, me decía Julián, vino mucha gente al bar a darme la enhorabuena, pues José tiene muchos amigos en Cuenca, que fueron compañeros de estudios.
¿Qué recordaba Julián de su hermano Pepe, que había saltado a la fama?
Me comentaba que siempre que venía su hermano a Cuenca y sobre todo a su pueblo, “nos hacía muchas fotografías porque era muy aficionado, sobre todo de las faenas del campo; sin embargo, apostillaba, yo no tengo casi ninguna de él, ahora que es famoso. Julián me informaba que su hermano José hizo el Bachillerato en el Instituto “Alfonso VIII” y ya con edad universitaria, y apoyado por el profesor de Religión, Leopoldo de Castro, se marchó a Zaragoza, donde estudió Medicina. El sacerdote Leopoldo no veía con un ojo, pero tuvo buena visión sobre Pozuelo, quien tras su etapa junto a El Pilar “se marchó a Madrid, a la Facultad de Medicina de la Complutense, y fue alumno de Marañón y Jiménez Díaz”, me comentaba en ese momento un exultante Julián, orgulloso de su hermano: “Se especializó en medicina interna –pulmón y corazón—y se marchó a Escocia con una beca, donde se interesó por la bioquímica cerebral”. “Finalmente, añadía Julián, se trasladó a Estados Unidos, donde vive desde el año 1964 y allí se especializó en Psiquiatría y ocupó un puesto en la clínica “Mayo” de Minnesota. Por cierto, fue el primer español en figurar en el “staff” de tan prestigiosa clínica.
Julián no se enteró en directo de la noticia que difundió TVE, que era la única televisión que había en España, porque como me contaba entonces, “no lo vi porque ya era hora de cerrar el establecimiento y mi señora y yo estábamos recogiendo las cosas y cuando empezó “24 horas” apagué la televisión. ¡Ya fue mala suerte! Al día siguiente me enteré por los clientes y al ver la primera plana del “Diario de Cuenca”. Sabía que José estaba trabajando en Estado Unidos en algo nuevo, pero aunque me escribe de vez en cuando, de esas cosas no me dice nada. De esto no entiendo mucho, pero cuando él lo ha dado a conocer con el doctor norteamericano es porque confían en ello. Yo creo que sí puede tener éxito, porque esto de la droga es una cosa que está al día y hay que intentar reducirla”, decía Julián ciertamente convencido.
¿Te habló de cómo era su hermano, y de la relación familiar, dado que residía en Estados Unidos y era más difícil entonces la comunicación?
Viendo cómo me hablaba de él le pregunté que cómo era José, el pequeño de los tres hermanos y me dijo: “Muy bueno. Para nosotros y para todos. Siempre ha sido muy estudioso y trabajador. Cuando estaba en Cuenca se quejaba de una pierna y le operó don Atanasio del Olmo de osteítis; luego fue con él a Valencia, a la Malvarrosa, y allí le operó don Álvaro, que era una eminencia. José estuvo catorce meses con la pierna escayolada, pero él siguió estudiando y no perdió el curso. Desde que está en Norteamérica viene menos, claro, pero cuando viene lo primero que hace es visitar a sus amigos y darse una vuelta por la ciudad. Le encanta Cuenca y cuando viene tira muchas fotos. Ya se hablaba entonces de que los doctores Pozuelo y Kerr podían ser propuestos para el Nobel de Medicina y Julián comentaba que “si eso ocurriera sería su mejor éxito profesional, la plenitud de su carrera, a sus 38 años de edad. Sería un mérito grande para España y para Cuenca”.
Cuatro años después de aquel Simposio de Sevilla, y esta vez en Barcelona, la “noticia-bomba” sale a la luz, con titulares como éste: “Golpe mortal para el mundo de las drogas”, titulaba La Vanguardia el 19 de mayo de 1976, con este sumario: “Un investigador español, el doctor Pozuelo, descubre una terapia que recupera totalmente a los drogadictos”.
Si la noticia de 1972 causó impacto, en mayo de 1976 el nombre del conquense José Pozuelo Utanda se propagó como la pólvora, y hoy en día hubiera sido “trending topic” en las redes sociales, seguido además entonces muy de cerca por el FBI. Se leía en La Vanguardia, en el comienzo de la información, que “ayer a última hora de la tarde estalló la noticia que sin lugar a dudas retumbará con especial intensidad en todo el mundo. Un científico español, el doctor José Pozuelo Utanda, ha descubierto un tratamiento genuino que resuelve el problema de los drogadictos”. Esta vez no habían tratado con monos, sino que fue el propio Pozuelo quien experimentó en su cuerpo”, dado que en el primer trabajo de 1972 había aparecido cristaluria en la orina.
El doctor conquense lo dejaba claro: “Una vez resuelto ese problema empezamos a experimentar con humanos y el primer “cobaya” humano utilizado fui yo mismo. Luego se hizo el tratamiento con doce adictos a la droga en el Hospital Clínico de Barcelona, “aunque con tres hubiera sido suficiente” comentaba, advirtiendo que no se trataba de una vacuna, sino que el tratamiento ataca el deseo hacia la droga y suprime el síndrome de abstinencia. “Es, para entendernos, como si se tratara de un antibiótico que ataca una enfermedad”, aclaraba Pozuelo.
Sorprende un poco que trabajando en Estados Unidos se presentase ese tratamiento en Barcelona.
En las entrevistas que hizo Pozuelo en esas fechas, comentaba que tras el Simposio de Sevilla se le dio carta blanca en los Estados Unidos para seguir investigando y hacerlo con seres humanos. Todo ello resultó muy complicado por la aparición de cristales en la orina y la investigación se paró. Volvió a España en 1973 para seguir investigando con su proyecto, y cuando iba viendo la luz se encontró con problemas con unos famosos laboratorios, y decidió regresar a los Estados Unidos, pero no a la Clínica “Mayo”, sino a la Clínica Cleveland, donde se resolvió el problema de la cristalización.
Explicaba Pozuelo que se vino a España a dar a conocer su descubrimiento, tras dos meses de trabajo en una clínica de Barcelona, y cito sus palabras: “No es simplemente por el hecho de que sea español y de que conserve mi amor a España por lo que decidí terminar aquí las investigaciones, porque la ciencia no tiene fronteras ni nacionalidades, sino porque el protocolo norteamericano podía ir de mano en mano y empezaba a haber filtraciones y la piratería científica existe”. Así que, acompañado por el rector de la Universidad de Barcelona, señor Estapé y una representación de la Cleveland Clinic Foundation, se dio a conocer el descubrimiento.
Y de nuevo la noticia debió ser acogida en Cuenca con el entusiasmo esperado. La noticia alcanzó su máxima difusión en “Diario de Cuenca”, porque ya era muy conocido, aunque cabe mencionar la publicación en la revista “El Banzo” de julio de 1976, que avisaba muy oportunamente de algo que no decía el diario local, con este titular: “Doctor Pozuelo, el FBI a las espaldas”. De la información sin firma, por los problemas de censura que pasaba “El Banzo”, que afectaron al director José Luis Muñoz, por lo que hubo que poner a José Ángel García como director en funciones (algún día lo contaremos, escribía el propio José Ángel), se escribía entre otras cosas, por parte de Muñoz Ramírez, que había entrevistado a Pozuelo en 1972):
“La primera muestra de “provincianismo científico” la dimos en 1972 cuando de rebote, después de sus problemas en la Clínica Mayo, José Pozuelo, natural de Fuentesclaras de Chillarón, se guardó la primacía de su descubrimiento para el XVIII Congreso Internacional de Alcoholismo y Toxicomanía de Sevilla.
Una charla en el Colegio Oficial de Médicos de Cuenca, seguida con escepticismo, y aprovechando la coincidencia de una invitación como huésped de honor, para la cena que se celebraba la noche del 28 de abril de ese año de 1972, con motivo de la entrega de los premios Ciudad de Cuenca en vísperas de la celebración del Día del Libro, aclaró algunas cosas:
“No te arriendo las ganancias”, le dijo Tico Medina a Pozuelo, aquella noche de los Premios Ciudad de Cuenca, en el restaurante Casas Colgadas.
“Sólo la vocación justifica mi lucha. Me olvido de mí. La medicina es un sacerdocio. Hay que sentir las cosas, no se puede hacer nada si no se lleva dentro un sentimiento. ¿Tiene esto alguna ventaja?, le pregunto a mi mujer”, le decía el doctor Pozuelo al periodista de El Banzo, en la noche casi veraniega de aquel abril de 1972, asomado a la Hoz del Huécar.
De golpe, desde aquel 28 de abril de 1972 pasó a las primeras páginas de la prensa americana, a los primeros espacios de la televisión neoyorquina, a los paraninfos de las Universidades. Solo dos días de descanso en Cuenca.
“Doctor Pozuelo, ¿quién puede contra el imperio de la droga, con todo el hampa en suma?, ¿cómo anda por ahí?”, le preguntamos aquella noche, y él, con una sola palabra lo resumió: ¡Ea!
Luego lo supimos: después de ¿abandonar? la Clínica Mayo el FBI le guarda sus pasos allá por donde va porque (no le arrendábamos las ganancias) han llovido sobre su vida amenazas, intentos de soborno, con el propósito de que olvide lo que es la razón de su vida: la antidroga”.
El diario Abc, en dos semanas consecutivas del 29 y 6 de junio, le dedicó varias páginas en la revista Blanco y Negro. En la portada, a todo color, aparecía este destacado titular: “La droga vencida por un español” y estos sumarios: El Doctor Pozuelo, ¡futuro Premio Nobel!... “Los traficantes le amenazan de muerte”. En la segunda entrega el trabajo versaba en cómo llegó el doctor Pozuelo a su sensacional descubrimiento. Al periódico llegaron muchas cartas solicitando el Premio Nobel para el médico nacido en Fuentesclaras de Chillarón. La antidroga estaba en marcha, pero los intereses creados seguían y siguen mandando.
Médico de Luis Aragonés
El doctor Pozuelo Utanda, en su faceta de médico psiquiatra en la Clínica Quirón de Barcelona, trató la depresión de Luis Aragonés, en la temporada 1987-88 en la que fue entrenador del Barcelona, en la que no faltó la polémica con el médico del At. de Madrid, que conocía muy bien a Luis como jugador y entrenador, que luego lo sería de la Selección Española.
Ya comentaba su hermano Julián que José Pozuelo se especializó en Psiquiatría en la famosa clínica “Mayo” de Minnesota y de hecho pasaba consulta en Barcelona, al igual que su hijo Leopoldo Pozuelo, nombre por cierto que parece le puso en honor al profesor de Religión que le ayudó tanto en Cuenca. Según las noticias de febrero de 1988, siendo entrenador del Barcelona, Luis Aragonés sufrió alguna depresión y fue tratado por José Pozuelo, quien en rueda de prensa, acompañado de Luis, comentó que “el proceso del señor Aragonés es simplemente un proceso de ansiedad, de naturaleza fóbica, lo cual tratado apropiadamente no constituye obstáculo alguno, como sucede en todos estos procesos, para que la persona realice y alcance los metas profesionales que pretendiera tener en su vida, sin tener este proceso”.
“La ansiedad es constitucional en el individuo y pobre del que no la tenga porque no llegará a nada. Cuando la ansiedad alcanza los límites altos se pueden producir tensiones, en cristalización de una forma determinada”, señalaba Pozuelo, que antes había convocado una rueda de prensa luego desconvocada.
¿Qué pasó para que esa información no se diese a conocer en la primera convocatoria?
Pues que la rueda de prensa estaba convocada para un sábado y el domingo había partido, y Luis Aragonés quería estar en el banquillo, ya plenamente recuperado y deseaba estar concentrado y querían que sólo compareciese Pozuelo. Este declinó y tras hablar con Luis y el club se informó al día siguiente sobre el proceso tratado. Y como publicaba la prensa catalana, a pesar de la seriedad del asunto, el doctor Pozuelo no perdió el buen humor y felicitó a los autores de un titular de prensa que decía: “El psiquiatra nos vuelve locos”, que se suscitó cuando el médico conquense desconvocó la rueda de prensa anterior, debido a malos entendidos en el entorno del club azulgrana, decidiendo dar el comunicado de acuerdo con Luis Aragonés. Y aunque al médico del At. de Madrid, Enrique Ibáñez, que conocía muy bien a Luis, el asunto no le hizo mucha gracia y lo tachó de sensacionalismo, el doctor Pozuelo finalizó su intervención diciendo: Era necesario esclarecer todas las circunstancias que han rodeado este caso. Callar sólo iría en detrimento del propio paciente. Afortunadamente, Luis tuvo una recuperación inmediata y total como correspondía a su proceso, algo que hubiera sido imposible si fueran ciertas las etiquetas médicas que se han venido barajando”.
En suma, que Cuenca y en este caso Fuentesclaras tienen el orgullo de contar con un prestigioso doctor que cumple 84 años y tiene en su haber un largo historial médico y de investigación en Estados Unidos, desde donde aún recuerda a la añorada Cuenca de su juventud y sus miradas a la Hoz del Huécar desde las Casas Colgadas, tras una excelente cena. José Pozuelo Utanda, un Conquense con mayúsculas por el mundo.