Economia y negocios
Antonio Coronil

‘Ayer’

Tenía Algeciras, a la orilla de la carretera general, según se bajaba de la gasolinera de Moncayo un enorme cartel, que rezaba: “Bienvenidos a Algeciras. Caja de Ahorros de Cádiz”

Firma Antonio Coronil, "Ayer"

Firma Antonio Coronil, "Ayer"

02:11

Compartir

El código iframe se ha copiado en el portapapeles

<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/048RD010000000073843/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>

Algeciras

Tenía Algeciras, a la orilla de la carretera general, según se bajaba de la gasolinera de Moncayo un enorme cartel, que rezaba: “Bienvenidos a Algeciras. Caja de Ahorros de Cádiz”.

Y ahora, cuando la carretera es la tres cuarenta, la gasolinera luce el naranja de una franquicia y la caja de ahorros se funde con otras, aunque se llame Unicaja. El cartel se ha transformado por uno de pequeño tamaño, que dice: “Prohibida la venta ambulante en todo el término municipal”.

Frente a la bienvenida, la prohibición. Ante la acogida, la advertencia.

Tenía Algeciras, frente a la parroquia del Carmen, una parada de carromotos o motocarros, que de las dos maneras se decía. Y entre ellos, siempre me llamó la atención, uno que en lo más alto de la cabina exhibía el orondo muñeco de Michelin, pero con peluca y gafas. Y un letrero tras el parabrisas, en el que se podía leer: “Se dan portes”.

Hoy los portes se dan en enormes barcos cargados como un gigante tetris de cubos, que esconden en sus oscuridades, mercancías, más o menos lícitas, que recorren el mundo de punta a rabo.

Tenía Algeciras, unos Almacenes y unas Galerías, que como con las playas, hacía que los incondicionales de unos fuesen militantes detractores de la otra. Y en esas primeras escaleras mecánicas, nos creíamos vecinos de una capital, que buscaban singles de vinilo, frente a una percha de pantalones de campana.

Hoy muchas escaleras nos suben y nos bajan por clónicos comercios, entre la más moderna de las tecnologías y los últimos modelitos producidos en Taiwan y etiquetados en varios idiomas.

Y es en esta moderna Algeciras de ayer, la de ayer mismo, en la que nos visita, por enésima vez, todo un Ministro del Gobierno de España, para jactarse de la eficacia policial, que al mismo tiempo emborrona, por enésima vez, el nombre de nuestra ciudad.

Ahora que celebramos recordando al más grande de los músicos, tendremos el triste honor, que nos perseguirá por nueve toneladas de tiempo, el destapar el más grande de los alijos.

El Ministro en la tempranera rueda de prensa, a pie de nave y con escenografía de policías armados, alababa la profesionalidad de la policía y de aduanas. Mientras, se producía un tiroteo en la puerta de un colegio.

Tiene Algeciras mala suerte. Y es que nunca la opinión pública, a tenor de los medios de opinión, alcanzarán a ver lo que Algeciras y la comarca tiene de bueno. Sólo la inmigración y el narcotráfico, con la escalada de violencia que lo sustenta, será nuestro eterno “antifitur” en el resto de España y del mundo.

Por eso, le pedimos al Alcalde, como primer algecireño por su cargo, como primer algecireño adoptivo, por su cariño. Que pida en esa Universidad de nombre campechano que nos den, aunque sea pagando, un Máster.

Que nos reconozcan en un título lo que somos. Gente acogedora y amable con quienes recalan sus vidas por aquí. Gente que sabe divertirse sanamente, que disfruta de sus fiestas y que comparte su alegría. Gente que trabaja dónde no es fácil y que pagan los estudios a unos hijos que triunfan más allá de esta comarca.

Por eso queremos, necesitamos, un título para ponerlo en nuestro currículum histórico de ciudad. Para cuando aparezcamos, otra vez, por crimines y contrabando, podamos decir que tenemos un Máster en sana convivencia.

Mientras nuestro Alcalde nos lo gestiona. Prometemos no hurtar sin querer, cremas en el Corte Inglés.

 
  • Cadena SER

  •  
Programación
Cadena SER

Hoy por Hoy

Àngels Barceló

Comparte

Compartir desde el minuto: 00:00