Ocio y cultura
Gloria Sánchez-Grande

‘La suerte y la muerte, siempre a la espera’

Esta tarde, en Madrid, se celebra una novillada. Es la primera que compone una breve feria, el 1 y 2 de mayo, con motivo de la festividad de la Comunidad de Madrid

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Madrid

Esta tarde, en Madrid, se celebra una novillada. Es la primera que compone una breve feria, el 1 y 2 de mayo, con motivo de la festividad de la Comunidad de Madrid. A continuación, a partir del martes 8, arranca San Isidro en Las Ventas: más de un mes de festejos taurinos en la Monumental madrileña. Quizá la noticia no tenga gran importancia para el Campo de Gibraltar, ni para el mundo en general, pero sí para mí. Porque, cada San Isidro, un puñado de personas nos dejamos la vida en Las Ventas, metafóricamente hablando, y otro puñado, y mucho más importante, se la juega de verdad y a carta cabal en el ruedo, literalmente.

Esta mañana, al pasar por delante de la capilla de la plaza de toros de Las Ventas, vi, entre estampas de vírgenes y santos, una foto enmarcada de Iván Fandiño. Nadie sabe cómo ha llegado hasta allí. El caso que ahí está él, vestido de torero, mirando a cámara y sonriendo, probablemente después de triunfar o cortar una oreja. Llevaba mucho tiempo sin faltar a una feria de San Isidro y este año es la primera en mucho tiempo que no está anunciado en los carteles: un toro lo mató la temporada pasada en un ruedo francés.

Los operarios de Las Ventas, comandados por Juan Cubero, el hermano del “Yiyo”, están, a esta hora, arreglando el ruedo. Echaron arena nueva la semana pasada y no ha asentado. Con la lluvia, el piso no está firme y hay que arreglarlo antes de que arranquen los primeros paseíllos.

La parra del Patio de Cuadrillas, en cambio, está perfecta: verde, sana y reventona. Ella indica, cada primavera, que la feria de San Isidro aguarda a la vuelta de la esquina. Cuentan que en la antigua plaza de toros de Madrid también había una parra y que, cuando la derruyeron y edificaron Las Ventas, alguien salvó un esqueje y lo sembró en el nuevo coso, testigo del ayer y del hoy. Qué no habrá visto esa parra y de qué sangre no habrá bebido.

El camión se encuentra aparcado en la puerta de los corrales, descargando los primeros toros que se lidiarán en los próximos días. Los animales, con todo su poderío, pegan patadas desde dentro del cajón y los golpes se escuchan en toda la plaza.

La suerte o la muerte, como aquel poema de Gerardo Diego, espera a cada cual por estas fechas. Y una mezcla de gozo y tristeza flota en el aire de este barrio de Las Ventas, tan pequeño, tan poco importante para la mayoría, tan querido para unos pocos

 
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