Sociedad
Paola Tobalina

‘Swadhisthana: La casa sagrada’

Cuando las cosas son tan feas a uno le da pereza contarlas. Ante lo feo la gente prefiere mirar para otro lado, y si no hay adonde mirar (se ha acumulado mucha porquería por todas partes), siempre se pueden cerrar los ojos y no querer enterarse de nada

Firma Paola Tobalina, "SWADHISTHANA: LA CASA SAGRADA"

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Los Barrios

Cuando las cosas son tan feas a uno le da pereza contarlas. Ante lo feo la gente prefiere mirar para otro lado, y si no hay adonde mirar (se ha acumulado mucha porquería por todas partes), siempre se pueden cerrar los ojos y no querer enterarse de nada” Javier Mije.

Ahora quiero que por un momento cierres los ojos pero no para no enterarte sino para sumergirte hasta llegar por encima del pubis. Justo ahí está Swadhisthana, el segundo centro de energía o chakra. Lo llaman “el corazón inferior” de las mujeres. Esa común caverna nos pertenece y nos proporciona las claves de nuestra sabiduría femenina. La ley de este vórtice energético es el placer y su elemento el agua. Es ahí donde se encuentra el enigmático y grandioso epicentro del laboratorio de vida. El aparato reproductor femenino (al contrario que el masculino que expone sus atributos al exterior) se interioriza, se oculta y late desde ahí; se acompasa a las mareas y desde ahí crea. Swadhisthana fluye como agua que es, cambia de fases aprendiendo con los ciclos de la luna sus diferentes estados; está pleno de luz, de sombras y de rojo.

Espacio sagrado que nos define en exclusividad y que muchos hombres poco conocen su sentir. Y esa es, en mi humilde opinión, la verdadera pugna que tanta frustración masculina genera. Es puro miedo a no saber cómo dominar lo indomable; y es tanto el desconcierto que su absoluto desconocimiento abarca, que en vez de reconocer su poder, adorarlo y compartirlo, se impone la ley de los cojones. Esos que aprietan en la mano y en la cabeza y dictan su mandato: “Esto, por mis cojones”.

Así que esos “Adanes” que van por ahí de machitos creyendo que venimos de su costilla y que somos carne trémula de la que pueden comer sin pedir permiso, que sepan que vamos a conseguir erradicar sus alardes de superioridad aunque tengamos que seguir luchando, incansablemente, a estas alturas todavía, por la igualdad y por una justicia que sintamos que nos protege y defiende.

Cuando una mujer dice no, es no. Así que a los que siguen cerrando los ojos y agarrándose sus partes sin enterarse de esta realidad les aconsejo que antes de hablar de nosotras ya no es que se laven la boca con jabón sino más bien lávense las sucias ideas de la cabeza.

 
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