Sociedad
Artes escénicas

El mito literario de la Cueva de Salamanca

La Universidad recupera la leyenda con una obra de teatro

CADENA SER

Salamanca

Ha hecho justicia la Universidad de Salamanca al recuperar la Cueva de Salamanca en la celebración de su VIII Centenario pues se trata, sin duda, de un mito universitario además de literario. Una recuperación que ha puesto en manos de Emilio Gutiérrez Caba.

En la Cueva, situada en la cripta o sacristía de la iglesia de San Cipriano, el diablo impartía clases de “nigromancia”, pero seguro que también de otras artes oscuras. Y esta leyenda es la que construye el mito que va a inspirar a muchos escritores, pero también a preocupar a la Corona y otros poderes, que harán todo lo posible por eliminar su rastro.

Esas clases las impartía el diablo o demonio, sustituido por algunos autores en una cabeza parlante. Siete eran los estudiantes matriculados –un número cabalístico clásico—y la matrícula que pagaban era el alma de uno de ellos elegido por sorteo.

Y aquí es donde aparece la figura de Enrique de Villena, Marqués de Villena, que no era marqués ni señor de Villena, pero sí era un curioso de todas las ciencias, de donde le vino la fama de nigromante y una cosa llevó a la otra. El Marqués de Santillana en su elogio funerario dijo de él que era “el mayor de los sabios del tiempo presente”. No sabemos si fue así, pero listo era porque burló el pago de la matrícula al demonio y este le condenó a andar por la vida sin sombra.

El mito de la Cueva de Salamanca debió aparecer al poco de la fundación universitaria, porque el viajero Jerónimo Munzer, en 1492, visita Salamanca y habla con total normalidad de aquella escuela de nigromancia. Una leyenda que, como decimos, inspiró a muchos escritores; los más conocidos, Cercantes y Ruiz de Alarcón, que escribieron cada uno una obra titulada “La Cueva de Salamanca”. Rojas Zorrilla escribió de la Cueva en “Lo que quiso ver el Marqués de Villena” y Quevedo hizo lo propio en “Los sueños”. Hay otros autores menos conocidos que alimentaron la leyenda de aquello que dijo José Ramón Trasmiera: “Estudio nigromantesco, de la cueva cipriana, do es opinión castellana, de siete quedar uno preso”. Versos que lo resumen todo.

Con el tiempo, la historia fue decayendo. Dejó de ser fuente de inspiración para los escritores y a ello constribuyó la casi desaparición física de la Cueva, que fue recuperada en 1993. Hay tres autores que en los últimos tiempos sí se inspiraron en ella: José María de Areilza escribió un relato titulado “La Cueva de Salamanca”, aparecido en su libro “Siete relatos”, en 1987, y el salmantino Luciano González Egido, autor del estudio más profundo de la Cueva en su libro “La Cueva de Salamanca”, título imprescindible para conocer la esencia de este rincón salmantino, tan famoso entre los estudiantes universitarios, como entre los profesores. Uno de los actuales profesores, Luis García Jambrina, también novelista, ha incluido el mito de la Cueva en su saga de “Manuscritos”.

Este resumen de la cueva cipriana estaría incompleto sin mencionar el rescate que el profesor Fernando Rodríguez de la Flor hizo en 1987 de la figura del portugués Francisco Botello de Moraes, autor de un delirante libro titulado “Historia de las Cuevas de Salamanca”. De ellas deriva todo, el nacimiento de la ciudad, la universidad y hasta el mismo mundo. También en tiempo moderno contribuyeron a que el mito no desapareciese Ignacio Francia con su “Guía secreta de Salamanca” y Luis Cortés con su obra “Salamanca en la literatura”.

No estaría bien cerrar esta mirada a la Cueva sin recordar que en América del Sur se llama salamancas a las cuevas, ni que con toda intención se colocó un busto de Torres Villarroel delante de la Cueva, pues tuvo, entre otras, fama de nigromante.

 

 
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