Belmonte: “La estrategia de Cámara es la de un mal perdedor dispuesto a pasar por encima de su propio cadáver”

Murcia

Miguel Ángel Cámara, por lo pasillos del juzgado

Estos días estamos oyendo hablar –y lo que te rondaré, morena– de Nueva Condomina. Y no sólo porque el Real Murcia se esté jugando el ascenso a la segunda división, sino, sobre todo, porque se ha iniciado el juicio que ha llevado a un ex alcalde, al incombustible Miguel Ángel Cámara, al banquillo por lo que todos consideran que fue un pelotazo de los que hacen época.

Lo curioso del caso es que el acusado, Cámara, carente de imaginación, ha comenzado por echarles el muerto a sus asesores, asegurando que él no sabía nada. Nada de nada. Un viejo recurso que todos conocemos de sobra y que a nadie, a estas alturas, convence.

Y el otro argumento, igual de ‘contundente’, que enarbola en su defensa es que el delito, si lo hubiere, ya ha prescrito, con lo que estaría limpio de polvo y paja el hombre. Una estrategia, como pueden comprobar, de mal perdedor dispuesto a pasar por encima de su propio cadáver con tal de salvar el pellejo, actitud poco honrosa y harto cobarde.

Hace unas cuantas semanas regresó, saludado efusivamente por el rector Orihuela, a su puesto de trabajo en la Universidad de Murcia. Y regresó, como quizá todos ustedes sepan, como catedrático de su especialidad, después de conseguir unos cuantos sexenios de investigación y acreditarse en Madrid para su nuevo cargo.

A todos nos extrañó, pero nadie dijo ni media, esa es la verdad, sobre el hecho de que un tipo que ha estado veinte años al frente del Consistorio, a dedicación completa, en nómina, haya sacado tiempo y ganas para investigar y conseguir publicar en revistas de alto impacto.

Lo que sucede es que últimamente, si posees la condición de político y un poco de poder, los títulos –y los chalés– te caen del cielo, hasta el punto de ser capaz de hacer auténticas machadas aprobando en un abrir y cerrar de ojos lo que tanto cuesta, incluso, a los más estudiosos e inteligentes.

Si yo estuviera en su pellejo, en la piel fría de Cámara, no sé cómo miraría a la cara a mis alumnos cada vez que entrara en clase. Ni a esos otros colegas –un servidor, entre ellos– que sacrifican horas de sueño y de estar con la familia para conseguir escribir un libro o un artículo que tenga cabida en una revista de cierto prestigio.

Ahora, al bueno de Cámara, tan desmemoriado e ingenuo últimamente, le toca deambular, como alma en pena, por los pasillos de los juzgados. Le toca someterse a la inevitable pena del Telediario. Sentarse en el banquillo de los acusados, y responder a los jueces, algo nada fácil para quien estaba acostumbrado a las mayorías absolutas, al rodillo, al ordeno y mando. Que cada palo –como se dice en tales casos– aguante su vela. Y que Dios reparta suerte. Que la va a necesitar.

Pepe Belmonte