Cierra el bar El Labrador
(...) El Labrador es un local de pequeñas dimensiones, vestido con austeridad y donde los clientes encontraban el trato personal más exquisito y cercano que uno pueda imaginarse. Los dos son parte de una vieja hostelería que va desapareciendo con el cierre de locales (...)
La opinión de Ángel Santiago Ramos
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León
Mañana cierra sus puertas uno de los bares más antiguos y entrañables del barrio leonés de Santa Ana, El Labrador. Durante casi cuarenta años, los dueños de este pequeño local, Serafín y Tina, han hecho posible que las decenas de clientes más fieles se sientan apenados con un final que impone la llegada a la edad de la jubilación de los protagonistas.
El Labrador es un local de pequeñas dimensiones, vestido con austeridad y donde los clientes encontraban el trato personal más exquisito y cercano que uno pueda imaginarse. Los dos son parte de una vieja hostelería que va desapareciendo con el cierre de locales. Una generación que aprendió el oficio del bar con los ojos abiertos, la boca callada y el oído discreto.
Con su cierre se termina la generosa mezcla de clientes de todas las edades y condición social: obreros, funcionarios, médicos, abogados, periodistas, ingenieros, comerciantes, hosteleros. Y se acaba una variedad de tapas de la más pura cocina tradicional: sopas de ajo, oreja, asadurilla, lengua, chorizo frito o callos a la leonesa. Todo, regalado con la permanente sonrisa de este matrimonio del páramo leonés que ha hecho un poco más feliz la vida a cientos de vecinos de uno de los barrios de mayor solera de la capital.
Es esta la cara amable de unos ciudadanos ejemplares. Sirva de antídoto frente al malaje que casi cada semana nos traen las decenas de ladrones que se descubren entre los señoritos populares.
