No, no es casualidad

Palencia

No es casualidad que mujeres, pensionistas, profesionales de la sanidad y la educación, personal de empresas de limpieza, empleadas de hoteles, policías, jueces o fiscales…, tras años de aparente calma, tanta gente se congregue en numerosas ciudades españolas, en la nuestra también, para reivindicar sus derechos. Las movilizaciones sociales vuelven a la primera línea con un calendario cargado de convocatorias mostrando así que, de nuevo, la batalla se da en las calles.

No es casualidad, no, a pesar de que algunos llegaron a creer firmemente que el peso de la crisis ahondaría en un prolongado estado de sumisión para la mayoría. Quizás se pensó que si los jubilados eran capaces de mantener a otros miembros de su familia con exiguas pensiones, cómo no apecharían con, en el mejor de los casos, irrisorios incrementos en sus percepciones cada mes. Pero esa esperada capitulación se ha convertido en sana rebeldía, porque sobre todo se nos ha agotado la capacidad digestiva de asimilar mensajes triunfalistas sobre la recuperación económica, mientras devaluación salarial y flexibilidad laboral se han convertido en el auténtico estandarte del mercado de trabajo.

Ayer escuchamos unas declaraciones de la Consejera de Hacienda de la Junta de Castilla y León en las que ponía de manifiesto, con cierta ligereza muy próxima a la insolencia, que la pérdida de 700 puestos de trabajo en la factoría de Renault de Palencia no es alarmante, que es algo normal. Vamos… como quien afronta a “un quita y pon” de camisa. Escuché esas declaraciones no una, sino dos y hasta tres veces, y mis sentimientos se agitaron desde la perplejidad hasta la indignación. Quizás quienes tienen tan a la mano puertas giratorias para pasar del mundo de la política al sillón de algún consejo de administración vean como algo corriente que cientos de personas se vean desalojadas de sus puestos de trabajo a la espera de nuevos proyectos anunciados a bombo y platillo, posiblemente subvencionados con gran generosidad, y que ya veremos a que grado de cumplimiento llegan.

Una vez más nos hemos topado con la dura realidad de la mano de políticos a quienes ya no les duelen prendas exhibir la crudeza de los daños colaterales provocados por el escenario de esta nueva economía. Un escenario en el que la precariedad en el empleo ya no se presenta como una consecuencia de la crisis y que en algún momento pudo parecer que se superaría. Es un escenario en el que esa precariedad se ha erigido como una condición necesaria y perdurable para fomentar un envilecido modelo de convivencia que debe hacernos reflexionar y, sobre todo, reaccionar.