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Javier Malla

‘Cierre de la Palma Real’

Pero recuerdo un olor especial de Algeciras, un perfume a pan recién hecho que recorría toda la calle Ancha durante las mañanas

Firma Javier Malla, "Cierre de La Palma Real"

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Algeciras

Los ojos y la mente son eternamente jóvenes. El tiempo pasa por nuestro cuerpo y le cobra facturas, te achepa, te debilita la musculatura, los órganos se cansan, andamos más despacio y ya no sonreímos a carcajadas en medio de la calle cuando nos cruzamos con los amigos.

El tiempo todo lo cambia y deja en tu memoria olores de la infancia y de la juventud. Y llega un día en que empiezas a ajustar cuentas y descubres que ya pasas más tiempo hablando del tiempo pasado que del tiempo que erróneamente intuimos que nos queda por vivir.

Algeciras para mí es un ramillete de olores, pero no de los actuales de la playa de Los Ladrillos o los que trae el Levante de la Refinería, sino de aquellos olores que marcaron una época. Algeciras es el adobo del “Bar Kito” que llegaba hasta el callejón del Ritz , era el perfume a café en la calle Ancha del Okay y del Cabsys, el embriagador aroma de las mareas y las brozas del mar, Algeciras olía a las fábricas de conservas repartidas por la ciudad y a los churros del Torroja.

Pero recuerdo un olor especial de Algeciras, un perfume a pan recién hecho que recorría toda la calle Ancha durante las mañanas y, después, en los paseos de la tarde hasta llegar a la Plaza Alta, todo estaba impregnado de cacahuetes y almendras recién tostados en laPalma Real.

Ese pequeño horno de pan del que salió tanta gloria durante décadas cerró sus puertas este fin de semana. Esa ventanita con los bollitos de leche, las magdalenas y los dulces con pasas de Corinto ya ha encajado sus postigos.

La Palma Real también dijo adiós. Es el precio del paso del tiempo en esta Algeciras que camina de la mano de una juventud que memoriza sus propios olores. Por cosas como ésta sé que el tiempo pasa sobre mí inexorablemente, pero mis ojos y mi memoria seguirán siendo eternamente jóvenes.

 
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