‘Dos realidades’
Corren malos tiempos para los campogibraltareños, o al menos, esa es la imagen que se encargan de difundir los medios de comunicación
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Algeciras
Corren malos tiempos para los campogibraltareños, o al menos, esa es la imagen que se encargan de difundir los medios de comunicación que, día sí y día no, nos sacuden con noticias impactantes sobre detenciones de narcotraficantes y alijos de droga. Escandalizan y alertan al país mientras que a nosotros nos sumen en el asombro y el disgusto. Porque si bien es verdad que las estadísticas están ahí, la realidad que vivimos la mayoría de los algecireños no es exactamente la que difunden los programas de televisión. Todos sufrimos con el azote de este tráfico maldito que atenta contra nuestra estabilidad, todos sufrimos ante la idea de que nuestros hijos o los hijos de los demás caigan en las redes de las drogas con las que se enriquecen unos mal nacidos. Y hay que dejar claro que todos, todos, agradecemos el arrojo y el tesón de esos voluntarios de Barrio Vivo y de otras asociaciones que dedican su tiempo y su vida a luchar contra esta lacra. Admiramos su acción solidaria y somos conscientes de que a veces ponen en riesgo su integridad física por defendernos de los malos.
Sin embargo, los algecireños experimentamos a veces la sensación de que vivimos dos realidades diferentes, que caminan casi juntas pero que, como dos líneas paralelas, nunca se cruzan. Dos vidas distintas: las de los delincuentes de nuestra zona y la de la gente normal y corriente que se mueve entre nuestras calles y nuestras plazas. Podemos sentirnos golpeados y desubicados ante las noticias que sitúan a nuestra comarca en un desagradable punto de mira, pero es la esperanza y la capacidad de decisión las que pueden alumbrar el camino de la supervivencia, del reencuentro con lo que fuimos. Vivir en una alianza perfecta entre nuestra historia y nuestro futuro. Tender un puente que consiga elevarse sobre las llamas de quienes pretenden denostar lo nuestro. Somos lo que somos, y debemos desembarazarnos de ese disfraz ajeno y dañino con el que nos viste el narcotráfico. Y la solución debe ser solidaria porque la supervivencia de la zona depende de todos y de todo. Sin excusas. Todos a una. El concepto de pérdida o fracaso no se debe circunscribir a un espacio concreto porque es general. Si nuestra comarca pierde, España pierde. Porque de todos los papeles que hemos jugado en nuestra historia, el de zona cero es el que más duele. Y de todas las realidades que hemos vivido, la de ciudad sin ley que difunden los medios de comunicación es la más inexacta de todas y la que menos entronca con los valores de honestidad y respeto a los demás de que hace gala el Campo de Gibraltar.
Hay que lanzar una línea divisoria entre esa imagen detestable y reciente que nos avergüenza y la imagen que los algecireños tenemos de nuestra ciudad. El cambio empieza en nosotros mismos como elementos poderosos de transformación. Hablar mal de nuestra ciudad es hablar mal de nosotros y deja el camino abierto a quienes justifican de esta forma unas descalificaciones con las que no nos sentimos identificados. La Algeciras con la que me identifico no es la de las gomas y los fardos a medianoche, es la del Rinconcillo o Getares, la del verdor del Parque María Cristina y la Plaza Alta. La del mar estallando contra las rocas en el faro Punta Carnero y el eco de la guitarra de Paco en la Fuentenueva.
Algeciras es la ciudad de las tres aes: es alegre, abierta de mente y acogedora. No caigamos en la ignorancia de menospreciarnos o acomplejarnos, porque el pueblo que se desprecia a sí mismo casi nunca consigue sobrevivir