‘Nuevo Gobierno, el Aquarius y la dignidad’

Algeciras

Independientemente de las visiones y opiniones políticas que cada uno pueda tener, el cambio de Gobierno recientemente realizado en España supone un pequeño balón de oxígeno a un país agotado, deprimido por años de corrupción, asfixiado por las tensiones territoriales, y sofocado por el incremento de la desigualdad en un marco de parálisis e ineficacia de la administración pública. La regla general ha sido durante años la falta de iniciativa política del Gobierno.

Hay varios ámbitos en donde el cambio de los responsables ministeriales genera cierta ilusión en gran parte de la ciudadanía, como, por ejemplo, el necesario remplazo de un Ministro de Justica reprobado por las Cortes Generales y que respecto de la lucha contra la corrupción era, más bien, parte del problema y no de la solución.

Igualmente es bastante ilusionante las propuestas de la nueva Ministra de Transición Energética y Medio Ambiente, tendentes a dar un giro total a una política ambientalmente destructiva y al servicio de las grandes empresas energéticas. En este sentido, destacamos el anuncio de suprimir el impuesto al sol e incorporarse al liderazgo europeo de lucha contra el cambio climático.

No obstante, y en lo que me quiero detener en mi breve reflexión de hoy, es en las expectativas que suscita el cambio en el Ministerio de Asuntos Exteriores.

En tiempos especialmente delicados y conflictivos en la esfera internacional, en el que se han tenido que abordar temas muy complejos y de enorme incidencia en la política interna española, como la proyección exterior del desafío catalán o las negociaciones sobre el Brexit, la diplomacia española ha estado en gran parte desaparecida. Se ha caracterizado por una mezcla de indolencia, ignorancia y oportunismo grueso de barra de bar, que finalmente ha contribuido a cuestionar el papel de España en el mundo.

Parece claro que es necesario reactivar una potente política exterior, que sea de Estado y no de partido como hizo el Gobierno anterior, para la mejor defensa de nuestros intereses y valores.

En este sentido, la decisión de acoger el buque Aquarius con más de seiscientos inmigrantes o demandantes de asilo a bordo en un puerto español, habiendo sido rechazado por el Gobierno populista y xenófobo de Italia, ha sido un potente gesto de dignidad que envía, hacia el interior y al exterior, señales muy positivas.

No obstante, el desafío es enorme y el tiempo juzgará si el Gobierno podrá estar a la altura en una coyuntura compleja, profundamente inestable y volátil y con una Unión Europea debilitada y asediada por fuerzas populistas cada vez más potentes.

Con todo, ese gesto, acoger el buque Aquarius en España, ha sido un gesto valiente, decidido y que nos reconforta con nuestros valores.