La visita de Curro Jiménez a Cuenca, el tigre de Ángel Cristo y el espía de la CIA
En 1975 actuó en Cuenca, como guitarrista flamenco, un espía norteamericano. En 1978 coincidieron en la ciudad Sancho Gracia y el domador Ángel Cristo, ambos en uno de sus momentos más populares
Cuenca
José Vicente Ávila recupera esta semana para su sección Páginas de mi desván que se emite cada martes en Hoy por Hoy Cuenca, tres historias a cuál más curiosa: la visita de Sancho Gracia y Álvaro de Luna, protagonistas de la serie de TVE Curro Jiménez, a Cuenca; el paseo de Ángel Cristo por la ciudad con un tigre de la mano y la historia de un espía de la CIA que actuó en la ciudad en 1975 como guitarrista flamenco.
La visita de Curro Jiménez a Cuenca, el tigre de Ángel Cristo y el espía de la CIA
24:02
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/1529418759_468103/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Sancho Gracia, que en realidad se llamaba Félix Ángel Sancho Gracia, aunque la mayoría de la gente le conocía como “Curro Jiménez”, el protagonista de la serie de televisión que hizo furor en los años setenta, visitó Cuenca en varias ocasiones por motivos de trabajo, lo que aprovechó para conocerla y disfrutarla. Recuerdo mi entrevista con este personaje el 19 de agosto de 1978, pues ese día se celebró un espectáculo nocturno en la plaza de toros, con motivo del inicio de las fiestas de San Julián, en el que actuaban “Curro Jiménez”, “El Algarrobo” y “El Estudiante”, es decir, Sancho Gracia, Álvaro de Luna y José Sancho, además de otro personaje apodado “El Gitano”. Se trataba de un espectáculo con caballos, carrozas, tiros y el rejoneo de un novillo, además de otras actuaciones propias de la serie de “Curro Jiménez”, que estaba en todo su apogeo y se aprovechó para hacer unas galas de verano.
Sancho Gracia y Álvaro de Luna visitaron las instalaciones de “Diario de Cuenca”, que se encontraban en el actual edificio de la Comisaría de Policía, pues la presencia de los actores era noticia. El ferial estaba al lado, en la entonces llamada Explanada de Sánchez Vera, y por allí andaba Ángel Cristo con su circo de tigres y leones. Desde los ventanales de entrada, Sancho y Álvaro de Luna vieron los talleres y quisieron conocerlos, pues el periódico se editaba en tipografía. Les llamaron mucho la atención las linotipias, la rotoplana y las máquinas planas que aún existían, así como una “Minerva” y las cajas con los cajetines de letras de todos los tipos y tamaños. Sancho se sentó en una linotipia y con nuestra ayuda pudo escribir su nombre y llevárselo como recuerdo en una línea de plomo caliente salida del crisol. Aquello le entusiasmó y Álvaro de Luna pidió otra línea de plomo, pero con el nombre de “El Algarrobo”.
Les dije que, si cogíamos el ascensor para subir a la Redacción y dijeron que “allí mismo, junto a las linotipias, que no dejaban de mirar y tocar las líneas de plomo y las matrices de las letras, mientras José Luis Pinós hacía las fotos. Hicimos la entrevista que publicaría el periódico al día siguiente y Sancho me decía mirando al enorme magnetófono, con un cigarrillo entre los dedos: “Yo le tengo mucho cariño a Cuenca porque aquí rodé dos capítulos de “Los camioneros”, al lado de Tragacete y en el Río Cuervo, y conozco mucho esa zona. Me gusta y pienso que Cuenca tiene muchas cosas no totalmente aprovechadas, como por ejemplo la Ciudad Encantada, que es un escenario natural sensacional”.
Sobre su papel en la serie de “Curro Jiménez” y el espectáculo que iba a ofrecer en Cuenca, nos dijeron que la venta de entradas debía ir bien porque decía que “la acogida del público ha sido buena. Parece ser que les caemos simpáticos y tanto a los niños como a la gente de edad media les gusta y van a vernos y se divierten mucho con el espectáculo. Además, creo que vamos a tener la suerte de inaugurar la iluminación de la plaza de toros, lo cual es un atractivo para los conquenses”.
Efectivamente el público respondió a la cita en la plaza de toros y como bien decía el actor, esa noche se inauguró la iluminación del coso taurino, es decir va a hacer 40 años. Sancho Gracia, junto a Álvaro de Luna, paseó por la Plaza Mayor, abordado por no pocos vecinos y visitantes. Un año después, en 1979 Sancho Gracia fue uno de los galardonados en los “Premios Ciudad de Cuenca”, creados por la discoteca Otema, junto a Máximo Valverde y Urtain, entre otros, aunque no pudo venir a recogerlo, por exigencias del trabajo. El actor volvería a Cuenca para rodar uno de los capítulos de la serie de TVE “La máscara negra”, que tuvo como escenario el atrio de las Angustias y toda la zona de la Hoz del Júcar, junto a otros actores como Paul Naschy, Ramiro Oliveros o Gabriel Llopart.
El tigre de Ángel Cristo
El Circo Ruso de Ángel Cristo fue instalado esos días en los terrenos del patio del entonces Colegio “Alonso de Ojeda”, que daba a la pared del edificio del periódico, y el ferial estaba en la explanada Sánchez Vera, junto al naciente parque de los Moralejos. El domador se presentó en el hall del periódico con un tigre no muy grande que llevaba atado, con el consiguiente revuelo, para hacer publicidad del circo. Decía que el animal no hacía nada, pero nadie se acercaba. Pude observar la autoridad y dominio que ejercía Ángel Cristo sobre la fiera, a la que le decía frases ininteligibles, él decía que en griego. Durante algunos años el conocido domador vino a la feria, y ya entonces se hablaba de que tenía relación con nuestra provincia.
No hace mucho nos enviaban a la redacción de SER Cuenca un recorte de “Abc” en el que se comentaba que había nacido en Vara de Rey, aunque en su biografía aparece como natural de Huelva. Se trata de una información que publicaba el periodista de San Clemente, José Cebrián Delgado, que hizo una impagable labor en pro de la villa sanclementina como corresponsal a nivel provincial y nacional en la que relataba que Bárbara Rey y Ángel Cristo habían celebrado el cumpleaños de su hija Sofía en Cuenca, aprovechando que el Circo había estaba instalado durante tres días. La noticia se publicó el 10 de julio de 1992 y en ella recogía Cebrián que además del cumpleaños de la hija se celebró también el “bautizo” de un precioso ejemplar de tigre, de dos meses, que lleva el nombre de “Conquense”, pues el cronista de San Clemente resaltaba que “el conocido domador se siente hijo de la tierra porque él nació en la pequeña población de Vara de Rey”, e incluso hizo un comunicado de apoyo a los conquenses para que la autovía de Madrid-Valencia pasase lo más próxima a Cuenca.
Leemos que la comida se celebró en el restaurante de las Casas Colgadas y que el domador estuvo a punto de no acudir por sentirse indispuesto. Según se reseñaba, en el último día de actuación Ángel Cristo sufrió algunos trastornos, por el calor reinante, y aunque ya estaba separado de Bárbara Rey (parece que el destino llevaba emparejado el nombre de Rey en la localidad que le vio nacer y el apellido de la madre de sus hijos), pudo asistir a la comida en el emblemático Mesón, ahora cerrado en espera de su remodelación, junto a sus hijos y familiares, pero que tras la comida tuvo que guardar cama de nuevo para reponerse y seguir su gira. Incluso apuntaba Cebrián que la fiesta se alargó durante unas horas, regresando Bárbara Rey con sus hijos a Madrid a las cinco de la madrugada. Ángel Cristo se quedó en Cuenca, solo, aunque con su tigrecito “Conquense”, esperando carretera… y lona circense.
El espía flamenco
En el mes de abril de 1975 el cantaor granadino Alfredo Arrebola, acompañado a la guitarra por Tomás de Utrera, actuó en Cuenca. Tanto me impresionó la figura de Tomás de Utrera, que le pedí entrevistarle, pues siempre solía hablar con los cantaores, como era el caso de Arrebola o de los citados Marcos Alvar o Diego Clavel. Quizá lo que más me llamó a la curiosidad fue su físico, pues, aunque me pareció que hablaba un andaluz muy cerrado su cara me pareció más de un “yanqui” de Torrejón de Ardoz. Por ello, en la entradilla de la entrevista publicada en “Diario de Cuenca” el 15 de abril de 1975 se puede leer: “Tomás de Utrera acompañó a la guitarra al cantaor Alfredo Arrebola en su actuación en Cuenca. Cuando hablamos con el guitarrista, está presente el cantaor Arrebola, con quien lleva trabajando durante un año. Tomás de Utrera tiene pinta de norteamericano, pero su acento es del más puro andaluz”.
¿Cómo fue aquella conversación con ese personaje tan expresivo en las tablas, como lo era Tomás de Utrera, que muchos años más tarde descubrirías que tenía otra personalidad tan distinta? Me sorprendió un poco en sus respuestas, pues yo apenas conocía el mundillo del flamenco, aunque Manolo Caracol había fallecido un año antes y era la referencia. Le pregunté al llamado Tomás de Utrera que cómo se había iniciado como guitarrista de flamenco y así se expresaba: “Hace relativamente poco tiempo. Cuando tenía 25 años conocí a Juan Talega y le acompañé en sus recitales. Antes yo no había mostrado ningún interés por el flamenco, aunque me gustaba escucharlo. Esta afición, pues, me nació al ir con Juan Talega y actuar varias veces en Dos Hermanas. De sus respuestas he seleccionado algunas más para entender ahora, a toro pasado, lo que decía este personaje de doble vida en aquellos años de finales del franquismo:
¿Qué es lo que mejor interpretas a la guitarra dentro del repertorio flamencólogo?
Pues los cantes de la zona, ya que soy de Utrera”. Me va la soleá, la seguidilla, la bulería, por la velocidad que lleva, es decir, lo que se interpreta de Sevilla “pa” bajo.
¿El guitarrista nace o se hace?
Es igual que el cante. Hay que aprenderlo sobre la marcha con mucha intuición. Esto no se puede enseñar como sucede con la guitarra clásica. Los cantes “a palo seco” se cantan solos, pero en un sentido profesional hace falta el acompañamiento del instrumento.
¿Exige guitarra de calidad el cantaor?
Hay casos. Tengo un amigo y compañero que con una guitarra de Valencia de ochocientas pesetas tocó en el festival “El Gazpacho de Morón” y fue guitarrista número uno actuando con Antonio Mairena. No se exigen guitarras caras. Eso sí, las guitarras de artesanía son mejores que las de fábrica porque el “guitarrero” o como se llame, pone todo su cariño a la hora de convertir en guitarra un pedazo de madera. La guitarra puede durar ocho o diez años, pero Juan Maya toca muy fuerte y cada dos años tiene que tirarla.
Yo que era un auténtico desconocedor del cante flamenco, con mis 24 años sin salir de Cuenca, le pregunto a “Tomás de Utrera” si podía ocurrir que se perdiese el ritmo entre el cantaor y el guitarrista y así respondía, con algún matiz casi de espía: “Es natural. Ahí radica mucho el interés del público por ver quién va a cazar a quién. Una cosa muy importante en el cante es que hay que hacer algo sobre la marcha y jugar con el compás. Tanto el cantaor como el guitarrista buscan su propia expresión, porque la música y el hombre son la misma cosa. No puede haber un cantaor que cante como otro. Cada cual demuestra su personalidad. La improvisación en el guitarrista es fundamental”.
Al hilo de esta respuesta ponía yo el último párrafo impreso, señalando que esa entrevista con el guitarrista que se anunciaba como Tomás de Utrera había sido improvisada, tras la conversación con Arrebola. Tomás de Utrera también tenía algo que decir. Y aquí ha quedado escrito por mediación del linotipista, que a veces también teclea por bulerías. Es decir, con rapidez”.
En www.elblogdecuencavila.com voy subiendo, poco a poco, artículos o entrevistas que he publicado en todos estos años en distintos medios en los que he trabajado o colaborado. Cuando le llegó el turno al cantaor Alfredo Arrebola, lo primero que hice fue averiguar si aún vivía, pues han pasado 43 años de aquella conversación. Comprobé que reside en Granada, y que tiene 87 años, y aún interviene en algún acto. Al hacer lo propio con Tomàs de Utrera no aparecía referencia alguna, sólo de Tomás de Antequera. Insistí buscando y apareció un texto en inglés que hablaba de política general y lo firmaba Tomàs de Utrera y ello dio pie a que apareciese el nombre de Tom Sorensen. El hallazgo final fue una fotografía del propio guitarrista en París, junto al cantaor Rafael Romero “El Gallina”, y claro que era él. Su cara es inconfundible. Y de esa búsqueda apareció el libro de “La CIA en España” de Alfredo Grimaldos.
¿De qué manera cita el autor de este libro a Tomás de Utrera y su relación con Tom Sorensen? Escribe el periodista Alfredo Grimaldos en ese libro, editado en 2006, que durante los meses previos a la muerte de Franco se incrementó la presencia de agentes del servicio de inteligencia norteamericana en España, citando que el semanario “Cambio 16” publicaba que se había producido un desembarco acelerado de miembros de la agencia, y que uno de los agentes era Miró Morville, director del Centro Cultural de Estados Unidos. Destaca Grimaldos en la página 80, tras el ladillo “La CIA por bulerías”, que uno de los profesores que trabajan bajo la dirección del citado Miró Morville en ese Centro Cultural estadounidense “es Tom Sorensen, un singular personaje con una vena artística muy marcada”. Detalla que durante el día imparte clases de inglés en el centro y por las noches toca la guitarra flamenca, con el nombre artístico de Tomás de Utrera…
Cuando leí este capítulo del libro me quedé a cuadros como se suele decir. Del texto de Grimaldos me llamó la atención la definición que hace de Tom Sorensen como de “un singular personaje con una vena artística muy marcada”. Escribe Alfredo en este apartado del libro que en esos años de los sesenta y setenta “hay una importante corriente dentro del flamenco cercana a la izquierda comunista y todo tiene que estar controlado”. Y ahí estaba Tom Sorensen dando lecciones de inglés por la mañana y tocando flamenco (“de oído”) en los tablaos flamencos madrileños para escuchar los que se hablaba entre bastidores. Apunta Grimaldos que Sorensen, retirado de las clases de inglés, en su vertiente de Tomás de Utrera, llega a realizar giras por todo el mundo”.
La forma de actuar de Tomás de Utrera fue lo que me llevó a darle voz en “Diario de Cuenca”, pues fue la primera y única vez que entrevisté a un guitarrista, pues lo habitual era hacerlo con el cantaor, que era el protagonista. Releyendo aquella entrevista que hemos recordado caigo en la cuenta de que algunas frases eran un tanto extrañas, aunque tanto su acento andaluz como la forma de tocar la guitarra eran de un auténtico músico flamenco con la lección bien aprendida. Pero en fin, al poner que me parecía norteamericano casi descubro el pastel sin quererlo en el plomo de la linotipia.