Hasta siempre, Isabel (Dedicado a Isabel Rodríguez)

Palencia

¡Ay, mi querida Isabel! sé que este editorial no te va a gustar. Nunca fuiste mujer de panegíricos ni de alabanzas vacuas. Pero quizás me salve, el hecho de que lo que aquí expreso, sale del corazón, de la sinceridad más absoluta. La gente como tú nunca se va. Deja la huella del compromiso, de la lucha, de la coherencia, del cariño y de la amistad. Y esa huella es indeleble, Isabel. Queda marcada en la memoria colectiva, en nuestros corazones.

Cierro los ojos, y me resulta fácil verte pasear por la Avenida de Asturias, sonriente, llena de vitalidad, enérgica ante la enfermedad y viviendo cada instante. Siempre acompañada de Juanjo, tu marido, tu cómplice, tu amante, tu amigo, esa persona con la que forjaste una estupenda familia. Veo a la Isabel a la que se le iluminaban los ojos cuando hablaba de sus dos nietos, uno de ellos recién llegado. La Isabel que se apasionaba al hablar de sus hijas, entusiasmo que compartías con tu Juanjo que lleva la ternura y la amabilidad adheridas a la mirada. ¿Ves Isabel? No lo he podido evitar.

Ya me salió el panegírico. Y con tu habitual sorna y sentido del humor estarás pensando; ¡Caramba! Se tiene una que morir para que la alaben. Nada más lejos de la realidad, querida Isabel. Alguien como tú no necesita irse para ver reconocido su trabajo, su implicación, su entusiasmo incansable y entereza. Recuerdo a la Isabel que me dijo en más de una ocasión: “cuando me retire de la política, me voy a hacer teatro contigo”. Al recordarlo, se me despierta la sonrisa en medio de la sensación de tristeza que me invade. Ceñir tu trayectoria al ámbito político sería demasiado limitado para una mujer inabarcable como tú eras por tus múltiples facetas.

Me quedo con la Isabel que defendía con uñas y dientes la escuela pública. La Isabel pionera en el impulso de la Federación de Padres y Madres de Alumnos en los ámbitos local y autonómico. Me quedo con la Isabel que se indignaba con las injusticias sociales, la desigualdad, la violencia machista, los recortes que incidían en el estado de bienestar… la Isabel de mirada luminosa, de sonrisa eterna, de debate inteligente… ¡Ay Isabel! Que tienes que estar, estés donde estés, muy cabreada conmigo. ¡Ya está este Juan Francisco con sus alabanzas!, pensarás. Hoy me vas a dejar que haga lo que me venga en gana, porque me apetece decirte lo que siento.

Algún día, cuando pasen los años, yo espero pasear por la Avenida de Asturias con mi mujer y desprender la calidez, el cariño y el amor que desprendíais tú y Juanjo. No te has ido Isabel, no. La gente como tú, nunca se va. Y vosotros, Juanjo, Gala y Alba, en el océano de tristeza que os invade, recordad la fortuna de haber tenido tan cerca a alguien tan especial. De hecho, siempre estará con vosotros. Un beso, Isabel.