Mr. Intangibles y el fútbol de clase obrera
El Tucu Hernández deja el Celta para fichar por Independiente
Vigo
En mis tardes de fútbol en el Helmántico para saciar la ausencia de Balaídos empecé a descifrar porqué la afición charra sentía adoración y predilección por un brasileño zurdito, rubio y callado que no paraba de correr durante todo el partido. Habían pasado jugadores de muchísima calidad como Del Solar, Pauleta, Zegarra o Stinga pero la afición se volvía loca por un tal Everton Giovanella. Ese brasileño que no paraba de hacer kilómetros, que se dejaba todo en el campo, que se vaciaba y que nunca escatimó una carrera para ayudar a un compañero. Cuando acababa el partido, él se volvía a la trinchera y las fotos se las llevaban las estrellas o los jugadores más mediáticos de la Unión. Pero él salía del Helmántico con el reconocimiento del público con esos gritos de “Giovanella, Giovanella”. Lo mismo le pasó en Vigo y en Balaídos. Uno puede ganarse el cariño de la afición siendo mediático como Guidetti o siendo un jornalero del fútbol como Giovanella. Y eso mismo le pasará al Tucu Hernández que ni tenía un tema discotequero ni tampoco tenía el foco mediático demasiado encima. Se irá como llegó: sin hacer ruido, casi de puntillas. Como cuando marcó uno de los mejores goles de los últimos años en la Liga con un tacto en giro y de volea bajando suavemente un centro de 50 metros. Si lo marca Messi, Neymar, Cristiano o Isco se para el campeonato. Él se fue del Calderón sin ni siquiera pasar por zona mixta. Así es el Tucu. Se va casi pidiendo perdón y agradeciendo lo vivido en su experiencia en el Celta. Se va por la puerta grande de la clase obrera futbolística y muy satisfecho del cariño de la gente. No se olvida de esas atronadoras ovaciones que recibió, con Balaídos puesto en pie, en el minuto “setenta y Tucu” cuando el entrenador del Celta de la pasada temporada decidía sacarle al terreno de juego. Eso se lleva un jugador humilde, trabajador, honrado, silencioso y que se partió la cara por su club. Pero se la partió, en muchas ocasiones en sentido literal. El partido de Eibar de este año es un ejemplo: le partieron la cara de un codazo, se puso el gorro de nadador y siguió buscando el cuerpo a cuerpo con los jugadores del Eibar constantemente; incluso tuvo que ser atendido otras dos veces por otros dos golpes pero él siguió. En ningún momento se borró de ir al cruce. Ahora nos olvidamos pero era un partido decisivo en el que se le llegó incluso a poner la vitola de final para Unzué. Se llegó incluso a hablar de destitución si se perdía con el equipo de Mendilibar e incluso Rubén pasó a ser titular y se aplicó el pelotazo en largo contra el irrenunciable saque del portero a la corta. El Celta ganó 0-4 y el Tucu Hernández marcó un gol con el gorro de nadador incluido. Eso define perfectamente lo que es el jugador chileno y lo que aportó al Celta durante estos cuatro años: trabajo, lucha y honradez. Como en Krasnodar cuando, con el tobillo fastidiado y medio cojo, él tenía claro que quería jugar el partido histórico para el Celta y lo hizo. Casi lo tenían que frenar más los Bonano y Marcucci pero el Tucu lo tuvo claro y jugó ese choque al 100% de entrega.
Un jugador que tuvo que aguantar que se decía que jugaba porque era argentino, porque lo había traído Berizzo o porque lo había tenido en O´Higgins. Se anulaba así, por completo, su extenso currículo futbolístico siendo uno de los pocos campeones de liga que había en este plantilla y contribuyendo a las dos Copa América ganadas por Chile con Sampaoli y Pizzi. Un jugador que tuvo que encajar los silbidos de un sector de Balaídos y jugar con esa presión añadida en su propio estadio. El mismo que cuando le pasaba el cuerpo técnico de Berizzo las estadísticas y le felicitaban por los balones robados, faltas recibidas, cuerpo a cuerpo ganados, balones de juego aéreo ganados, pases acertados o pases fallados por el rival de su marca, seguía recibiendo críticas por ser un “enchufado”. Le costó adaptarse al fútbol español en su primer año, cierto, y siempre decía el Toto Berizzo que veríamos, con paciencia, la mejor versión de Pablo Hernández. Sus partidos de competición europea, cuando hacían falta los galones y mostrar gen competitivo, fueron extraordinariamente importantes. Y así fue hasta el punto que la UEFA lo incluyó en el once ideal de la Europa League con Paul Pogba, Ander Herrera y Tolisso, actualmente titular con la Francia de Deschamps. Estaba entre los elegidos pero también prefirió ponerse de perfil, estar en en segundo plano.
Todo se precipitó en las últimas horas cuando Independiente ofreció 1.200.000 euros y el Celta cumplió, a pies juntillas, lo que su presidente había dejado claro al empezar la actual pretemporada: aquellos que se han portado bien con el Celta, si nos lo piden, les abriremos las puertas o les facilitaremos la salida. En ese grupo está el Tucu Hernández desde hace tiempo. El año pasado en los meses de plomo y banquillo por decisión de un técnico que llegó incluso a explicar una teoría valleinclanesca del proceso de adaptación del Tucu o sobre el cansancio de Copa Confederaciones, lo único que dijo el Tucu es que pensaba que iba a jugar más. Ni una mala palabra ni una mala acción, algo que en el club siempre se valoró e incluso destacaban en las plantas nobles una cosa: su talante y lo buena persona que era.
El Tucu Hernández recibió un duro golpe cuando Reinaldo Rueda no le convoca para la segunda lista como seleccionador chileno. En la primera si fue y jugó minutos pero, su suplencia reiterada en el Celta, le dejó fuera de la rotación. El Tucu no quiere que le vuelva a pasar porque, superada la treintena, tiene marcado en el calendario la Copa América Brasil 2019 y quiere estar en el que puede ser su último torneo grande como jugador. Su compromiso con Chile es máximo y quiere aprovechar posiblemente ese último tren. De ahí que busque acomodo en Independiente de Avellaneda con el prometedor entrenador Ariel Holan que incluso sonó como candidato para el banquillo del Celta. El Rojo también disputará la Copa Libertadores por lo que tendrá otro escaparate más y otra motivación para disputar el máximo torneo continental americano. Esos son los principales motivos para haber tomado la decisión de dejar el Celta después de cuatro años. La idea de volver a Argentina también le atrae a su familia y puede pesar para cambiar de aires.
El Tucu cierra su ciclo en el Celta, lo hace sin grandes titulares y llevándose con él el reconocimiento de ser Mr Intangibles, el que siempre sacaba buena nota en los exámenes de aquellas pequeñas cosas, que cantaba Serrat, pero que son fundamentales. El Celta pierde a un gran soldado, pero el celtismo gana a un nuevo Giovanella que tener en sus oraciones. Se apagará su foco en Balaídos, se irá con la cabeza gacha, con paso firme y sin hacer ruido. Como a él le ha gustado siempre. Esos tipos que cuando dejen de ser futbolistas y vuelvan por Vigo recibirán el mismo cariño que siguen recibiendo cuando retornan de sus países. Porque la humildad, el trabajo y la entrega superan muy bien el paso del tiempo. Honores para el Tucu Hernández.