‘Algo nuevo’
Sobre los cambios en la vida reflexiona nuestra colaboradora. "El miedo, esa es quizás, la única respuesta"
Firma Rosario Pérez Villanueva, "Algo nuevo"
03:28
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Algeciras
Hace ya algún tiempo escribí que, de vez en cuando, todos nos tropezamos con alguna frase que, de alguna forma, nos zarandea, colándose, sin pedir permiso, por las rendijas de los escudos protectores que nos fabricamos a nosotros mismos para afrontar nuestras rutinas, y provocando que nos replanteemos incógnitas que ya hace tiempo que dábamos por resueltas…. ciertas certezas que nos ayudan a sobrellevar el día a día y que a lo mejor, de pronto, caemos en la cuenta de que no lo son tanto.
A mí me pasó algo así hace casi tres años, al tropezarme con un artículo de Samuel Morales, que por aquel entonces trabajaba en el Departamento de Seguridad Nacional, y al que acababa de tener el privilegio de conocer durante la celebración de un Congreso de Periodistas del Estrecho, en Algeciras. El artículo en cuestión se titulaba “¿Qué sería de la vida si no tuviéramos el valor de intentar algo nuevo?”, y el propio autor explicaba que el título se lo había sugerido una frase de Van Gogh, el genial pintor holandés que contribuyó, con su mirada, a trazar un antes y un después en la historia de la pintura. Debo aclarar que el artículo de nuestro conferenciante nada tenía que ver con el Arte, sino que se refería a una cuestión muy distinta, referida a uno de sus campos de especialización profesional: las Fuerzas Armadas. Y, más concretamente, a las oportunidades que presentaba, a su juicio, el proceso de transformación de las Fuerzas Armadas en el ámbito del Cuerpo de Infantería de Marina.
Y, sin embargo, aquella única frase, aquella pregunta lanzada al aire, aquel título impactante que cumplía perfectamente su objetivo (llamar poderosamente la atención, incluso de una profana en la materia como yo, e incitar a la lectura) hubiera podido ser igualmente utilizada para cualquier otro artículo, en cualquier otra área, y dirigida a cualquier otro público, siempre y cuando el contenido tuviera que ver con lo que el autor planteaba en su texto como el quid de la cuestión: la reticencia al cambio.
Y cuánta razón tenía: los cambios cuestan, no sólo en el ámbito profesional (ya sea militar o civil), sino también, y tal vez sobre todo, en el ámbito personal…. Y por eso, por regla general, nos resistimos a ellos, aunque intuyamos que nos estamos cortando las alas, que nos estamos perdiendo la posibilidad de algo mejor… aunque nos lo susurre esa vocecita interior que habita en algún rincón de nuestro cerebro y que en situaciones de crisis siempre oímos, pero a la que, a pesar de ello, la mayor parte de las veces, no queremos hacer caso…
El miedo. Ésa es, tal vez, la única respuesta. El miedo a lo desconocido, el vértigo ante lo nuevo, ante esa puerta que aparece de pronto, en mitad de la oscuridad, y que no sabemos a dónde nos lleva, el pánico a no ser capaces de controlar lo que viene después, el nudo en el estómago ante la posibilidad, remota pero posible, de que, una vez en el aire, el paracaídas no se abra…
Casi tres años después de leer aquel artículo, sigo pensando que si nos cuesta tanto abandonar nuestra “zona de confort” es porque eso nos hace sentirnos vulnerables, tremendamente vulnerables, y por eso, en la mayor parte de las ocasiones, sólo nos atrevemos a saltar al vacío si alguien, sin avisar, nos empuja.
Y, sin embargo... de vez en cuando, muy de vez en cuando, lo inesperado ocurre, y los cimientos sobre los que construimos nuestro día a día se tambalean…. La paradoja es que es en esos momentos, precisamente en ellos, cuando más vivos nos sentimos.