El valenciano Borja Collado, triunfador de las novilladas de Gor
La final se disputó contra el novillero pacense Manuel Perera, quien pudo haberse llevado el galardón de no haber marrado estrepitosamente con la espada en los dos erales que le corrieron en suerte
Gor
El mes de agosto anima las tierras de la comarca del Marquesado, jalonado con los toros que corren desde los collados hasta el centro de los diferentes pueblos de mayor tradición taurina de toda la provincia. Así ha sido el caso de Gor que, en estos días, acaba de celebrar las fiestas en honor de san Cayetano, su patrón, y con ello además de los históricos encierros – que cuentan con casi 400 años – y el ya tradicional ciclo de novilladas de promoción de la Almendra de Plata, que ha alcanzado su decimosexta edición. En esta ocasión, el joven torero valenciano Borja Collado fue el encargado de recoger el premio tras alzarse como ganador del certamen, tras cortar tres orejas y un rabo en una de las finales más reñidas de los últimos años, donde compartió cartel con el torero de la Escuela taurina de la Diputación de Badajoz Manuel Perera.
Sonrió la providencia a Collado en este certamen de la Villa de Gor. No tenía hueco en el cartel de la final, pero, por cosas de la providencia, terminó llevándose el galardón que lo acreditaba como ganador del mismo. Nadie se lo regaló, desde luego. Fue por mérito propio. Pero el azar también le ayudó, que conste. El novillero murciano Jorge Martínez se cayó del cartel al quedar clasificado en el certamen de La Malagueta y dio opción así al torero valenciano para entrar en la final, todo ello como resultado de la buena sensación que había dejado tras su actuación en la tarde del día 9, donde cortó un apéndice a su oponente.
En el ruedo demostró Borja Collado sus maneras toreras y de cuál es el concepto de tauromaquia que lleva impreso. Se estiró a la verónica con su primero y remató con elegancia con una larga cordobesa. Aprovechó Perera la ocasión para salir al quite por chicuelinas y, sin amedrentarse replicó Collado por el mismo palo. La competitividad estaba servida. Con la franela, tiró de raza el valenciano, que anduvo fino con la derecha; toreando con profundidad, con el brazo relajado, llevando largo al toro y quitándoselo de encima como pudo. La embestida correosa que acusó el utrero le exigió mucho a Collado, quien supo solventar la papeleta con más o menos acierto, pero con total disposición y entrega.
Menos fino, en cambio, estuvo con el segundo donde tiró más de adornos que de toreo fundamental. El novillo fue complicado. Almancero, herrado con el número 28, no solo fue el más serio de los novillos, sino también el más complicado: rebrincado, mirón, reponiendo y midiendo antes de coger los trastos. Toreo sobre los pies con el capote, el animal no daba opción a jugar con los brazos y estirarse con la seda. Pero las condiciones del toro, difíciles para un gladicantano, sacaron a relucir lo que aún les queda por aprender. Para algo son noveles. Pero lo peor venía desde los burladeros, donde sus mentores le jaleaban a que se aliviara, a que echara al toro hacía fuera y quedara fuera de cacho. Flaco favor le hacen. Y así estuvo. Perfilado, sin cruzarse, sin embraguetarse y sin intentar obligar al toro. Sin encontrarle la medida al toro, tuvo siempre la muleta enganchada, con algunos destellos de mérito, pero con una faena asentada en el toreo auxiliar: molinetes, faroles, adornos y desplantes. No obstante, la paliza que se llevó después de un intenso revolcón, y el acierto con la espada, le valieron los máximos trofeos. ¿Premio excesivo? A su toreo sí, pero no a su disposición. Intentó agradar y justificar su presencia en la final y optar, como fuera, al triunfo.
Con Manuel Perera la cosa fue otro cantar. Algo debe tener el agua de Badajoz. Eso, o el ojo clínico de Luis Reina, matador de toros y director de la escuela pacense, que ve cómo los diamantes en bruto no dejan de cesar en su tierra. La sensación que dejó Perera fue extraordinaria, por las formas, por el concepto y por la transmisión. Todo muy de verdad, menos lo de matar, donde demostró ser una verdadera calamidad. Y es que a Perera le faltan horas de carretón y vídeos de grandes estoqueadores para emular con acierto la suerte suprema.
Rodilla genuflexa para parar al toro y luego toreo a la verónica. Destellos de un torero poderoso. Pero la dimensión la dio, de verdad, con la muleta. Protestón fue el primero de su lote, que cabeceaba y topaba más que embestía. Valor y buena colocación le sirvieron para puntuar. Tres y el de pecho. Concepto clásico, el que no pasa nunca de moda. Su serenidad y su temple demostraron que aquí, si las cosas van bien, puede haber torero para rato. Eso sí, siempre que no se le enquiste la tizona, que le privó de los trofeos en la primera faena. Y qué decir en la segunda…
El nivel de la tarde había quedado latente. La gente estaba entregada y esperaban de Perera un triunfo rotundo, como el de Collado. El respetable tenía ganas de que el pacense pusiera el coso bocabajo y lo consiguió por momentos. Aunque variado y torero con el capote, decidió jugársela con la muleta. Rodilla en tierra para aprovechar el buen tranco que tenía el toro, el mejor de la tarde. Vibró el coso con él cuando empezó a cuajar la embestida con la mano izquierda. Dos tandas hondas y ajustadas, siempre buscando el pitón contrario, quedándose en la cara del toro. Rematando, con el pase de pecho, en el hombro contrario, dejándoselo puesto para seguir toreando.
El animal empezó a agriarse y lo que había sido buena disposición empezó a tornarse en genio. Miraba y le buscaba. Eso le valió una buena voltereta que se saldó con contusiones y un varetazo. La gente estaba con el chaval, que siguió buscándole las vueltas a Hoacinero, del hierro de Voltalegre. Algún muletazo suelto y echando de repertorio para el fin de la faena. Cuando cogió el acero se dejó sentir en las localidades cómo todos empujaban con él para que la espada entrara. Vagas ilusiones. Marró estrepitosamente. Todo lo que había conseguido, se esfumó. Le dejó servido, y en bandeja de plata, el trofeo del certamen a su compañero. Y, al parecer, no es la primera vez que le pasa. Una lástima.
Ficha del festejo
Plaza de toros de Gor, 3.ª y última de abono. Novillada sin picadores. Casi lleno.
En tarde agradable se han lidiado novillos de Sorando (1º y 2º) y Voltalegre (3º y 4º), bien presentados, geniudos y con transmisión; complicado el 3º; y bueno el 4º, que fue ovacionado en el arrastre.
Borja Collado, de catafalco y oro: pinchazo y estocada caída y trasera (oreja con petición de la segunda) y estocada desprendida (dos orejas y rabo).
Manuel Perera, azul noche y oro: estocada perpendicular, pinchazo, media estocada tendida, pinchazo hondo y cuatro descabellos (silencio tras dos avisos) y pinchazo, media tendida, cuatro pinchazos y tres descabellos (Silencio tras dos avisos).
Sobresalió Juan José Rueda “El Ruso” con la brega al 3º de la tercera. Se desmonteró la cuadrilla tras banderillear al 4º. El sobresaliente Pablo Maldonado, de la Escuela taurina de Motril, anduvo aseado con los quites en los dos novillos en los que salió.
Al final del festejo, el alcalde Miguel Molina entregó a Borja Collado el galardón como ganador del certamen y a la madre de Manuel Perera - que había pasado a la enfermería - una placa como finalista. El novillo Rápido, número 76, castaño, del hierro de Voltalegre fue premiado como el mejor astado del ciclo.