Mayores que arropan a las familias de niños prematuros
Los ancianos de una residencia de Zaragoza realizan gorros, dibujos y otras manualidades en apoyo a los padres y madres de los pequeños
Zaragoza
Decenas de residentes bajaron este jueves de sus habitaciones para disfrutar de los pequeños. Aunque solo pudieron asistir dos familias, sus hijos, Josete y Kaleb, inundaron la residencia de esperanza. Josete nació a las 30 semanas y pesaba 1,5 kilogramos. Fue directo a la UCI.
Para su madre, María Jesús, "Estelar es un proyecto que pone color en el momento más difícil de tu vida". Tanto, que un momento tan difícil se echó a reir porque "cuando lo vi con el gorrito, toda la cama blanca y él allí en medio con un gorrito azul... me entró una risa que para qué".
Esta y otras costuras, desde cortinas hasta patucos, las fabrican algunos abuelos de la residencia Orpea, en la calle San Juan de la Cruz. Dos días a la semana pintan, cosen o recortan. Acticvidades de psicomotricidad que de normal les resultarían tediosas, ahora tienen un sentido: arropar a las familias.
La supervisora de auxiliares de la residencia, Marisa Fernández, se emociona cuando piensa en su maternidad y se pone en la piel de las familias. "Es duro... tiene que ser muy duro". El grado de implicación de los ancianos es tan alto que "los que de normal no colaborarían, cuando les hablas de esto bajan corriendo", asegura.
Un gesto que supera las palabras, pero también contiene frases de aliento. Pilar Guallart, presidenta de la Asociación Estelar, admite lo distinto que es llegar al hospital y leer "ánimo familia" en vez de "lávate las manos que pueden entrar virus". "Eso tiene que estar, es así", reconoce, "pero necesitamos mensajes de ánimo, color".
Pilar es abuela de dos nietos prematuros que nacieron hace tres años con 600 gramos. Pablo y Ana. Solo Pablo sobrevivió. Desde entonces, se propuso coser ropa para los prematuros y encontró en Sarai García, directora de Orpea Zaragoza, la mejor aliada.
Hoy, ancianos de la residencia, como Felicita, sienten una gran felicidad por aportar su granito de arena a esta causa. "Me he emocionado mucho", reconoce sin poder evitar la sonrisa. "He cogido al niño y me lo hubiera comido".
Un mensaje que cierra el círculo. De la vejez a la infancia, de la sabiduría a la inocencia.