Una rocosa expedición

Aranda de Duero

Hay retos que gustan más cuando mayor dificultad supone su consecución. Es el caso de la expedición de Álex Suárez y Sergio Abad, dos ribereños que en colaboración con otros dos compañeros (Joao García y Ángel Salamanca) tratarán de ascender en octubre el Pico Pumori, de 7.161 metros, justo después de intentar lo propio con un pico virgen de 6.000 metros como ‘aperitivo’. Casi nada.

Pumori se encuentra en la parte superior de la región de Khumbi (Nepal), en plena frontera con el Tibet, y es uno de los principales picos de 7.000 metros en la región del Everest. De hecho, a veces los montañeros lo apodan como ‘la hija del Everest’, por su traducción en idioma sherpa. La idea es abrir una vía nueva en su cara oeste, y a pesar de los 1.900 metros de desnivel. Es la cara menos conocida de esta montaña y de la que menos información se tiene.

Este viernes los dos aventureros han pasado por los micrófonos de nuestro espacio deportivo local, El Banquillo de la SER. Para Suárez “no es una locura”. “Desde el desconocimiento sí, pero no nos vamos sin conocer ni saber nada ni estar preparados… Los otros dos compañeros han estado en la zona, y lo que más los motiva es el alpinismo de exploración, siempre van con la idea de abrir una nueva vía”, añade.

Esta expedición cuenta con una serie de circunstancias que lo diferencian de cualquier otra ascensión, como explica Abad. “No se utiliza apoyo de sherpas ni ningún equipamiento previo en la montaña… Vamos a intentar ascender por una cara por la que no se ha subido nunca; eso implica que no hay cuerdas ni campos de altura ni nada”, apunta. “Escalamos usando cuerdas y material de escalada, pero luego también tienes que bajar…”, recuerda.

“La mayor dificultad está desde la propia inclinación de la pared -65º-, la propia escalada en sí, terrenos que obliguen a usar técnicas diferentes, a la hora de dormir… hasta la propia meteorología que puede marcar mucho la ascensión”, señala Álex Suárez sobre la problemática que puede surgir a lo largo de la aventura.

“Sé lo que hay, el tipo de compromiso que se adquiere… Dije en un principio que no, pero al final me pinchó Álex y me apunté. Se corren riesgos pero para minimizarlos hay que tener experiencia previa, un buen entrenamiento y tomar las decisiones más acertadas desde el saber estar en el sitio”, asegura Abad, que entrena semanalmente entre 10 y 25 horas, al igual que Suárez.

Esta pareja de aventureros ribereños, junto a sus otros dos compañeros, tratarán de lograr un hito. Pero apuntan que, lo consigan o no, para ellos el objetivo es “ir, disfrutarlo y ver si hay suerte para poder darlo todo y volver enteros y satisfechos tras todo el trabajo que hemos realizado… pensando que pase lo que pase estamos a gusto, sabiendo que hemos dado lo mejor de nosotros”, sentencian.