Sobre la hora menos

Santa Cruz de Tenerife
Pedro Sánchez quiere asimilar el conjunto del país al huso horario de Canarias. Colgarse del meridiano de Greenwich, del que cuelgan Canarias, Portugal y Reino Unido. Y aquí abajo le han pedido a Sánchez, estar en el comité de expertos creado a nivel nacional para decidir si la raya que nos cruce será la de Greenwich o la de París.
El Gobierno de Clavijo quiere que en esta región sigamos con una hora de retraso, y es difícil no compartir con el Gobierno la conveniencia de seguir con una hora menos, por dos motivos: uno es la promoción que supone que cuarenta millones de españoles escuchen en todos los informativos, boletines y telediarios el nombre de Canarias, aunque sea sólo para recordar que nuestra hora va con retraso. Alguien ha calculado en millones de euros lo que supondría mantener una campaña así. Un montón de millones, dicen, aunque mejor no hacer mucho caso, porque los millones de euros los carga el diablo. Pero al margen de la promoción que supone que el nombre de este Archipiélago suene todas las horas, yo creo que lo realmente importante no es la promoción turística, sino que el sonsonete nos incorpora de forma continuada al inconsciente colectivo del resto de los españoles. Y eso no es malo: la distancia no nos ha ayudado nunca a estar en la mente de nuestros conciudadanos, y menos ahora que los currículos de geografía en las escuelas son competencia de las comunidades autónomas, y nadie sabe mucho más allá de sus propios accidentes geográficos, siempre por la parte de dentro de sus regionales fronteras.
O sea, que mejor una hora de retraso, y no por hacer juego con todo lo demás -en donde también vamos por detrás- sino porque han descubierto que tener la hora distinta resulta “identitario”. Eso ha dicho Rosa Dávila y se ha quedado más feliz que unas castañuelas, que son lo mismo que unas chácaras pequeñas, charoladas y sin identidad. No sé de dónde se sacan el elemento identitario en esto, pero mejor que no se entere la TV3 catalana, porque son capaces de marcarse sobre la marcha la exigencia refrendaria de una hora de más.




