El paraíso marchito

Las Palmas de Gran Canaria

A muchos se les llena la boca defendiendo su tierra aquí y fuera de las islas pero su amor por sus bosques, playas, barrancos y rincones de los que se sienten sumamente orgullosos no se ve reflejado en sus acciones. Algunos incluso son auténticos terroristas medioambientales.

Se está perdiendo el respeto por nuestra riqueza paisajística, por los valores naturales de este archipiélago, por sus tradiciones, por su peculiar arquitectura, y por tantas cosas que hacen de nuestro territorio un lugar único. El plástico inunda algunos lugares que siempre pensamos que eran virgenes como La Graciosa, barrancos tan pintorescos como el Guiniguada es para algunos una auténtica escombrera o que nuestras playas se vean plagadas de colillas de cigarros que terminan contaminando el mar. Lugares que deberíamos proteger los castigamos, los dañamos algunas veces de forma irreversilbe.

Urbanizamos donde luego ya es imposible recuperar el paisaje y además lo hacemos mal, sin ningún rigor paisajístico, afeando el entorno. Mientras tanto reforestamos donde antes habíamos arrancado la valiosa naturaleza. Es una lucha constante, casi surrealista, entre lo que destrozamos y lo que tratamos de enmendar. Es una cultura, la de atentar contra nuestro territorio, que es histórica, desde hace siglos en algunos casos.

Erradicar este tipo de conductas no es sólo responsabilidad de nuestras administraciones, de todas sin excepción, sino de cada uno de nosotros. El incivimos de algunos nos perjudica a todos. Afecta a nuestro bolsillo porque el turismo puede resentirse perdiendo calidad y competitividad y nos afecta socialmente porque un terrotorio insalubre provoca enfermedades y genera conflictos. Para cambiar esta incultura medioambiental las instituciones deberían promover campañas de concienciación dirigidas a la ciudadanía y empresas, aumentar las sanciones, incremetar la vigilancia, mejorar la gestión de los residuos y sobre todo, introducir como asignatura en los colegios el respeto al medio ambiente. Solo así, tomándoselo en serio, podríamos dejar de ver como poco a poco se van marchitando nuestros paisajes mientras seguimos mirando hacia otro lado.