Esbozos Pirrónicos
La opinión de Ángel Núñez en la SER
Cádiz
Tengo citada por aquí –mis improbables oyentes me lo habrán escuchado- aquella opinión de Stendhal acerca de que en política hay que ser ateo. En realidad, es Andre Glücksman en un libro sobre mayo del 68 el que le atribuye la frase al autor de «La Cartuja de Parma», pero yo no he logrado encontrar dónde la escribió o la pronunció. Que lo haría, si el otro dice que lo hizo. Esto de citar de segunda mano es muy posmoderno. El caso es que yo creo que más que ateo hay que ser escéptico. En política, digo. Porque con demasiada frecuencia lo que pasa con nuestro voto es aquello que cantaba Neil Young en «Hey, Hey My, My»: pagas por esto, pero te dan aquello. Dicho de otra forma, entre eso a lo que aspiramos cuando depositamos la papeleta en la urna y lo que acaba siendo suele haber el mismo parecido que el que se da a menudo –twitter está lleno de ejemplos- entre lo que pides por aliexpress y lo que finalmente te llega a casa. Una pesadilla que se muerde la cola. Así que reivindicola utilidad política del escepticismo.
De los pensadores escépticos aprendemos que el escepticismo no es el cultivo de la perplejidad, sino la sensibilidad hacia el pluralismo. La perplejidad conduce a la parálisis, nos convierte en estatuas de sal. El escepticismo, por el contrario, en tanto que rechaza las soluciones definitivas, las recetas últimas, nos lleva a la acción. Una y otra vez. Sabiéndonos falibles. Pero sin resignación. Desde la conciencia de que nadie es poseedor de toda la verdad y de que muy probablemente nos equivocaremos o fracasaremos. Pero, como en aquella frase de Beckett tan malinterpretada, volveremos a intentarlo. Para fracasar mejor. Sin desmesura en las ambiciones. La experiencia histórica nos enseña el infierno al que condujeron los intentos de crear el paraíso en la tierra.
Todo este rollazo que vengo soltando viene a cuento porque en breve lo de votar va a ser un no parar. La que se avecina. Elecciones a tutiplén. Autonómicas en Andalucía puede que este otoño, municipales y al parlamento europeo en mayo de 2019, generales en cualquier momento. O ya tal. El caso es que lo que quería decir es que nuestro voto vale mucho. Pero tengo la sensación de que hacen poco para ganárselo. Creo también que nosotros mismos apreciamos escasamente su valor. Pienso que creen que, como si fuéramos hinchas de fútbol –y demasiado a menudo lo somos-, cuentan con él, hagan lo que hagan. Así que sean escépticos, no me hagan mucho caso.




