
El comentario de Ángel Núñez
Presuntos rumores
PRESUNTOS RUMORES.
A veces de verdad que yo no entiendo a esa gente estúpida, maldita sea su estampa, que califica de telebasura a todos esos programas de los que usted me habla. Yo no me los pierdo. Con lo que se aprende con ellos. En primer lugar, ese manejo tan fluido y creativo del lenguaje, liberado de las absurdas normas de la Academia. Llevo toda la semana dándole vueltas a la expresión «días previos después» que escuché en una de esas emisiones. Aunque mi tema preferido es el del uso salvífico —deluxe, por supuesto— de la palabra «presunto». Si usted le pone delante un buen presunto, me refiero al adverbio, no al jamón en portugués, ya puede soltar la barbaridad que le de la gana sobre cualquier cosa. Lo que nos habríamos ahorrado en mobiliario urbano si el Hasél y Grettel lo hubieran sabido.
El colmo del presuntismo, el presuntismo barroco, lo encontramos en aquella creación que acuñó un día uno de esos colaboradores tan chupiguays. Le preguntaron que cómo sabía lo que estaba contando y soltó que se había enterado «por presuntos rumores». Presuntos rumores. Con un par. Pero, en materia de fuentes, lo que me tiene fascinado últimamente es el empleo del concepto de «entorno». «He hablado con el entorno de fulanita», «me dicen desde el entorno de menganito», «tengo una información que proviene del entorno de zutanito». Y así todo. Yo no dejo de hacerme preguntas. ¿Hasta dónde llega el entorno? ¿El entorno es lo mismo que los alrededores? ¿Tiene todo el mundo entorno? ¿Cómo habla el entorno? La cosa no es de risa porque como un alga invasora el lenguaje de la telebasura va infectando el de los informativos y en alguno he detectado ya algunas de sus cosas. Como esa peculiar forma de debatir, que la imitan cada semana en el Congreso. Por cierto, ni se les ocurra decir de alguien que no es su tipo, ahora se dice prototipo. Y así todo. ¿Y lo que se aprende de derecho? Yo no se qué carrera ni qué oposición habré estudiado.
Las de cosas que no sabía y de las que me he enterado viendo esos programas. Lo mismo de herencias —hasta las envenenadas—, que de compraventa de fincas, que de regulación de la intimidad, que de derecho penal. De todo. No hay sector del ordenamiento jurídico que no dominen esos documentadísimos planteles de colaboradores. Disfruto mucho. No paro de recomendarlo. Y me pasa como en aquel título de Alberti: que yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos.
