El sevillano Pablo Aguado corta una oreja en su confirmación de alternativa
El malagueño Fortes sufrió un aparatoso y fuerte percance del que asombrosamente solo resultó contusionado
Madrid
El diestro sevillano Pablo Aguado, que confirmaba su alternativa, cortó este viernes en Madrid una oreja de peso por una actuación marcada por la torería y el valor de ley, en una tarde en la que Fortes sufrió un aparatoso y fuerte percance del que asombrosamente solo resultó contusionado.
- FICHA DEL FESTEJO
Entre el percance y el triunfo de Aguado transcurrieron apenas veinte minutos, que fueron los más intensos de una tarde que el deslucido juego de los toros de Victoriano del Río estaba a punto de echar totalmente por tierra a esas alturas.
Pero la sombra de la tragedia removió el ya decaído ambiente cuando Fortes, después de esforzarse sin éxito ante un desrazado sobrero de Mayalde, se tiró a matarlo muy recto por segunda vez y fue prendido aparatosamente por el pecho.
No hizo presa el toro entonces, pero sí que tuvo ocasión de hacerla cuando, sin soltarlo, zarandeó brutalmente al toreo malagueño, bajo estas líneas, le lanzó a la arena y le soltó tres o cuatro gañafones secos en dirección a sus centros vitales, mientras la cuadrilla -los compañeros llegaron muy tarde al quite- se veía impotente para alejar el peligro del encelado animal.
Una vez alejado de la cara del toro, Fortes pudo ponerse en pie a duras penas, hasta que le llevaron en alza a la enfermería con la sensación general de que iba seriamente herido. Afortunadamente, no tardó en hacerse público el parte médico que hablaba solo de contusiones y erosiones, en lo que se antojaba como un auténtico milagro.
Esa tranquilidad por conocer la menor gravedad del percances se unió a la alegría de ver a Pablo Aguado pasear la oreja del sexto de la tarde, al que el de Sevilla toreó con una naturalidad y un aplomo notables a pesar de la áspera condición de un astado que se comportó tal y como prometían sus destartaladas y feas hechuras.
Pero frente a los tornillazos y a las cortas embestidas del de Victoriano del Río, Aguado no traicionó su puro concepto del toreo, para llevarle lo más toreado posible y evitar que los buidos pitones tocaran su muleta.
Y vaya si lo consiguió, pues, resignado y sometido, el galafate acabó tomando con cierta claridad los bellos y cada vez más largos naturales que le cuajó el confirmante en una faena a más y que, tanda a tanda, fue ameritando más el corte de ese valioso trofeo.
Aguado había entrado en la corrida en sustitución del convaleciente Paco Ureña para poder así confirmar la alternativa que tomó hace un año por estas fechas en Sevilla. Y ya con el toro de la ceremonia, antes de que el astado se viniera totalmente abajo en el último tercio, había mostrado otra de sus grandes bazas de futuro: su sensacional toreo de capote.
Desde el recibo, sujetando primero al toro para luego ganarle terreno con templadas verónicas camino de la boca de riego, hasta los dos soberbios quites por chicuelinas y delantales que le cuajó, Pablo Aguado se decantó hoy en Madrid como uno de los nuevos valedores de una clásica y honda forma de torear de capa que está en peligro de extinción.
Con todo, la corrida tuvo otro momento reseñable en la faena de muleta de Alejandro Talavante al segundo, una vez que, como estrella del cartel y de la feria, la afición le obligó a saludar una ovación tras el paseíllo.
El extremeño estuvo muy por encima de la condición de ese segundo de la tarde, que repitió con cierto brío inicial pero al que le faltó recorrido y verdadera entrega en sus embestidas. Talavante graduó perfectamente terrenos y distancias, así como las exigencias que le planteó en una faena firme y más que estimable, pero que dejó sin premio por un pinchazo previo a una estocada deficiente.
Ya con el cuarto, un inválido lidiado entre constantes protestas, no tuvo opción de desquitarse, mientras que Fortes tampoco llegó a darle continuidad a su gran inicio de faena al tercero, muy afirmado en la arena, muy ajustado en los embroques, pero, por no perder pasos ni ceder terreno, sin ayudar a que fluyeran las encendidas aunque siempre cortas arrancadas del animal.