Belmonte: "Disfruté viendo al diestro de Cehegín simular que clavaba la espada empleando sólo su mano"
Nuestro habitual 'micromentarista' de los lunes, Pepe Belmonte, dedica su columna de opinión a Pepín Liria, entre otros asuntos de actualidad de la última semana
Murcia
Los toros y la reconciliación nacional
Micromentario / Pepe Belmonte (01-10-18)
02:48
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La larga e intensa semana, la voy a resumir, si ustedes me lo permiten, en los siguientes tres puntos:
1º. Casado y toda su corte de acólitos –incluido nuestro Teodoro- salieron a la calle a tirar cohetes después de que el Supremo no viera indicio de delito en todo lo relacionado con su Máster. Yo, en su lugar, me lo hubiera tomado con más calma y no hubiera presumido tanto por dos razones: a) Algunos de sus compañeros de Máster siguen con cargos por la misma razón aunque por la justicia ordinaria por no ser aforados. B) En el escrito del Supremo se reconoce que sí hubo trato de favor hacia la persona de Casado. Menos cohetes y más reflexión y honradez.
2º. Pepín Liria. El maestro se ha cortado la coleta en Abarán. Deja los toros para siempre. A mí me extraña. La adrenalina suele hacer estragos y el cuerpo, dentro de no mucho tiempo, le volverá a pedir guerra.
Es difícil para quien está acostumbrado a la fama, a los aplausos, a las emociones fuertes, vivir sin ellos, resignarse al anonimato.
Pepín, cuyo nombre fue coreado en varias ocasiones por un público entregado, cortó 6 orejas y un rabo de sus tres astados. El último de ellos fue indultado y regresó, vivito y coleando, a los corrales. Confieso que me gustó el gesto y disfruté viendo al diestro de Cehegín simular que clavaba la espada empleando sólo su mano. Un gesto noble, hermoso, porque hay que saber perdonar al enemigo. La gente aplaudió a rabiar y enarboló al viento sus pañuelos. A veces importa más la faena y no tanto el castigo y la muerte del toro. Importa más el juego seductor que el acto mismo de la consumación de la carne, que diría el poeta.
Ojo a lo que se avecina. Que tiemblen los aficionados de toda la vida. La definitiva reconciliación entre taurinos y anti taurinos podría resolverse por esta vía. Ahí lo dejo para que ustedes piensen lo que quieran.
3º y último. A primera hora de la mañana del pasado sábado, en pleno centro de Murcia, me aborda un joven de buen aspecto y me pide un euro para, según me dice, llamar por teléfono.
La petición me resulta muy curiosa, impactante. En primer lugar, porque ni siquiera el más pobre entre los pobres deja de tener, hoy en día, un teléfono móvil, aunque le faltara para comer.
Y, en segundo término, porque este intrépido muchacho aún no se ha debido de dar cuenta de que las cabinas telefónicas y los teléfonos públicos pasaron a mejor vida. Ni siquiera existe la famosa y premiada cabina telefónica de Antonio Mercero en donde se quedó atrapado para siempre José Luis López Vázquez.
Además de olvidadizos, somos auténticos depredadores, incluso, de lo mejor de nuestro pasado.
Pepe Belmonte