Las lágrimas de la Guardia Civil
El paciente no desea ver a un cirujano desecho en llanto por el desafío a que se enfrenta, sino animoso y frío a la hora de cortar
"La línea roja" de Matías Vallés (23/10/18)
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PALMA
Las inundaciones han puesto a prueba el fatalismo propio de nuestra tierra.
Hemos visto a familiares impertérritos de los fallecidos, y a vecinos que pronunciaban el resignado “cada uno tiene escrito su destino”.
Sin embargo, no conozco a una sola persona que no se haya partido en dos al conocer la suerte del niño Arthur, símbolo de las inundaciones.
Periodistas o médicos curtidos reconocen que tuvieron que esconderse unos minutos para batallar con las lágrimas, al hallarse el cadáver del niño.
Una guardia civil destacada en Mallorca y con papel muy relevante en los rescates tampoco pudo evitar el llanto en la visita del director general del cuerpo.
Félix Azón pronunció el ya famoso “llore, agente, llore, el director general de la Guardia Civil también llora”.
Las lágrimas que brotan a posteriori están justificadas porque liberan la tensión acumulada, y el director general tuvo un detalle elegante mientras quede en lo gestual.
Porque las lágrimas también nublan la vista y la crítica.
El paciente no desea ver a un cirujano desecho en llanto por el desafío a que se enfrenta, sino animoso y frío a la hora de cortar.
Se confirma con todo la dimensión de la tragedia, que ha hecho llorar a profesionales que no tienen las lágrimas entre sus prestaciones habituales.
