'Las ventanas rotas'
Si una ventana de un edificio se rompe y no se repara, todas las demás ventanas estarán rotas pronto
Firma Fernando Trujillo, "Las ventanas rotas"
02:09
Compartir
El código iframe se ha copiado en el portapapeles
<iframe src="https://cadenaser.com/embed/audio/460/048RD010000000083488/" width="100%" height="360" frameborder="0" allowfullscreen></iframe>
Algeciras
Voy a contarles el cuento de las ventanas rotas.
Bueno, no es tanto un cuento como un asunto bien serio que les cuento a continuación.
James Wilson y George Kelling publicaron en 1982 un provocador artículo titulado “Ventanas rotas: la policía y la seguridad del vecindario”. Este artículo propone un argumento que vincula, como si fuera un invisible efecto mariposa, la rotura de una ventana con el aumento de desórdenes públicos en un vecindario o una ciudad. Básicamente el artículo defiende que “si una ventana de un edificio se rompe y no se repara, todas las demás ventanas también estarán rotas pronto… Una ventana rota es una señal de que a nadie le importa el edificio y que, por tanto, romper más ventanas no cuesta nada.”
Este artículo ha sido tan defendido por diversos representantes del mundo de la Academia o la política americana como denostado por muchos otros, acusado de simplificar la realidad, de proponer soluciones parciales y a corto plazo o incluso de criminalizar a los vecinos y los vecindarios más pobres frente a los vecindarios con mayor capacidad adquisitiva.
Sin embargo, es innegable su capacidad evocadora, que nos recuerda una sencilla cuestión de urbanismo básico. El bienestar en una ciudad es una cuestión ecológica, es decir, todo está relacionado con todo. Una ciudad sucia, con basura acumulada y con calles con problemas de acerado o con barrios descuidados no atrae la inversión que genera riqueza que satisface las necesidades de los ciudadanos, los cuales a su vez tampoco podrán encontrar en su ciudad las alternativas de consumo o de ocio que les hagan también a ellos invertir en su propia ciudad. Piensen ahora ustedes si esta imagen se parece a alguna ciudad que conozcan.
Por mi parte no sé - francamente - si una ventana rota se relaciona un tiempo después con un aumento en la tasa de criminalidad, pero sí intuyo que es el comienzo de un círculo vicioso que debemos romper por algún lado. Se puede romper desde el civismo ciudadano y también desde la política comprometida con su realidad y no solo con sus siglas; es más, probablemente ambos movimientos sean necesarios para convertir el círculo vicioso de las ventanas rotas en el círculo virtuoso de una ciudad feliz.
Ahora aplique usted el cuento a la ciudad que le interese y pregúntese conmigo: ¿acaso hay ventanas rotas en la ciudad donde yo vivo? Pues ya sabe: colorín, colorado, este cuento se ha acabado.