A pocos días de la noche de Samaín con la Santa Compaña, las calabazas transformadas en calaveras y las ánimas de por medio, Balaídos se preparó para el estreno del remake de Beetlejuice. Tim Burton había tenido cierto éxito con La gran aventura de Pee-Wee pero quería probar e implementar su mundo irreal. Le contratan para hacer una película terrorífica de un universo de fantasmas, porque se habían puesto de moda después del éxito de Poltergeist o de los Cazafantasmas. Precisamente el guionista de esta última película, Michael McDowell fue el encargado de realizar un guión que quería potenciar el lado oscuro y convertir al protagonista en un ser tétrico, cruel e incluso con escenas bastante fuertes de asesinatos. Pero ahí medió el propio Tim Burton que no quería que esa película, que se iba a ver en cines como Balaídos, fuese tan terrorífica y directa. Le encarga a Larry Wilson un cambio de guión (4-4-2) y plasma el director ideas que implementan una comedia terrorífica y no una terrorífica película (Brais, Boufal, Juncá). Incluso cambió la idea del protagonista principal: iba a hacer de Beetlejuice, en un primer momento, Sami Davis Jr. (Maxi) pero, un problema de salud de última hora, dejó a Michael Keaton (Iago Aspas) como protagonista, en ese papel central de 9. La sinopsis de la película que ayer se estrenó en Balaídos comienza con la familia Maitland (Mohamed y su cuerpo técnico) descubriendo y asimilando que son fantasmas y que han pasado ya al mundo burtoniano de los no vivos. “Estamos muertos, ya no tenemos que preocupados por nada” es la frase que el protagonista Alec Baldwin (Antonio Mohamed) le espeta a su pareja nada más comenzar la trama. Esa familia de fantasmas verá alterada su tranquilidad y tendrán que actuar. Lo harán porque su casa (banquillo) podría ser ocupada por una familia de vivos, los Deetz (Óscar García, Jémez, Míchel...). Los Maitland no quieren y se resisten a que esos intrusos entren en su casa. Se sienten mal con ellos merodeando por el barrio e intentan espantarlos ellos mismos. Pero son intentos estériles; no son capaces de conseguirlo y eso empieza a preocuparles. No lo pasan nada bien los Maitland (Mohamed y su cuerpo técnico) porque, aunque ellos pensaban que al estar muertos no tendrían que preocuparse por nada, la realidad era bien diferente. Los Deetz querían ocupar una casa que no les pertenecía (Balaídos) y por eso decidieron pedir ayuda a un profesional para que lo impidiese. Ahí entra en escena Beetlejuice (Iago Aspas). Un talentoso fantasma con métodos muy personales que se declara a sí mismo bioexorcista. Un personaje que incluso tiene ya una reputación ganada por sus apariciones en televisión. Adam Maitland (Mohamed) da el paso y decide ponerse en manos de una de las pocas esperanzas que le quedan para volver a tener tranquilidad en la casa por la que apostaron. Se planta delante del espejo, duda, resopla y activa el mecanismo de llamada de socorro y de emergencia: Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice. Al decir delante del espejo tres veces su nombre, Aspas se apareció con un hat-trick y se convirtió en un personaje absolutamente de culto en el mundo burtoniano. Volviendo al trabajo de la película, el director siempre reconoce que le había sorprendido como Michal Keaton (Iago Aspas) había logrado moldear a su gusto el personaje. Como con su talento había logrado darle forma al fantasma bioexorcista hasta hacerlo pasar de extravagante a tremendamente empático. Es curioso ver como en el metraje de Beetlejuice, solamente aparece en escena durante 17 minutos. Pero Burton buscaba precisamente algo que ya había logrado magistralmente Spielberg con Tiburón; sus apariciones en cuentagotas habían potenciado al máximo al protagonista principal. Hubo muchos actores del reparto (Kike, Enrich, De Blasis, Orellana, Diop...) que aparecen muchísimo más en la película y que tuvieron mucha más presencia, más minutos delante de la cámara. Pero cada vez que aparecía Beetlejuice la película cambiaba por completo y eclipsaba al resto del reparto. La cámara quedaba absolutamente seducida por su magnetismo. Esa interpretación genial del bioexorcista de Moaña provocó que el espectador de Balaídos pasase de tener miedo a empatizar con los fantansmas. Incluso se produce una maravillosa escena en la que, al ritmo del The Banana Boat Song, pasaron del miedo y el enfado a caer poseídos por Beetlejuice y comenzaron a realizar una coreografía en la grada. Una ola al ritmo de Harry Bellafonte y del hat-trick de Beetlejuice.Y a los Maitland les funcionó el encomendarse al bioexorcista para espantar a los vivos, a los intrusos de esa casa Celta. Incluso la película logró un premonitorio Oscar al Mejor Maquillaje. Un premio muy merecido porque en la película de ayer todo el mundo coincidió en que hubo también mucho maquillaje. Premonitorio también el cambio de nombre en España porque el “Bitelchús” iba acompañado de “El fantasma que a todos pasma”. Y así fue; Beetlejuice a todos nos pasmó con su talento interpretativo y con unas escenas absolutamente deliciosas para el espectador pero terroríficas para el Eibar. Ahora Adam Maitland puede repetir la frase al resto de componentes de su cuerpo técnico de “estamos muertos, ya no tenemos que preocuparnos por nada”. Eso sí, sabe que siempre que tenga algún problema o algún intruso vivo merodeando por las proximidades de Balaídos, debe de ir corriendo al vestuario. Plantarse delante del espejo, respirar profundo, cerrar los ojos y gritar tres veces: Beetlejuice, Beetlejuice, Beetlejuice. Mientras, el celtismo entrará en trance y bailará al son de las primeras estrofas de The Banana Boat Song:Daylight come and me wan go home / Day, me say day, me say day, me say day...