Sociedad
Gran Canaria

Risco Caído no está sola: otra cueva en Telde muestra astronomía prehispánica

El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales (c), la alcaldesa de Telde, Carmen Hernández (2d) y el arqueólogo y director del proyecto de Risco Caído, Julio Cuenca (2i), durante su visita a la Cueva de Tara. / Elvira Urquijo A. EFE

Las Palmas de Gran Canaria

La cueva de Risco Caído es única, pero no está sola. El yacimiento prehispánico de la cumbre de Gran Canaria que España ha propuesto a la Unesco como Patrimonio de la Humanidad tiene su espejo en Telde, en otra gruta donde los rayos de sol marcan en su interior el perenne discurrir de las estaciones.

El Cabildo de Gran Canaria ha presentado este martes a la sociedad el valor que se escondía en la cueva de Tara, una caverna artificial excavada en toba volcánica que fue empleada largo tiempo como alpendre para el ganado, pero que algunas crónicas también describen como antigua ermita de la Virgen de Candelaria.

Como en Risco Caído, los rayos del sol del amanecer se cuelan por una claraboya abierta en su bóveda y van proyectando figuras en sus paredes a lo largo de todo el año. Su efecto más espectacular puede verse en los equinoccios (20 o 21 de marzo y el 22 o 23 de septiembre), días en los que ese rayo atraviesa una galería abierta unos metros por encima del suelo e ilumina por completo su interior.

La cueva de Tara comparte muchas características con Risco Caído, pero los arqueólogos tienen la impresión de que puede ser anterior, de que los efectos que la luz produce en su interior no son tan sofisticados como lo que pueden verse en la cueva de Artenara a la que consideran como la máxima expresión del domino que la sociedad canaria antigua tuvo de la astronomía y los calendarios.

De hecho, su valor se ha puesto de manifiesto gracias a Risco Caído, subraya Julio Cuenca, el arqueólogo que descubrió que ambos enclaves servían como templos astronómicos en la Gran Canaria previa a la Conquista, uno en la cumbre de la isla y otro cerca del mar.

"Esta cueva es la pieza que nos faltaba para poder interpretar bien lo que sucede en el almogarén astronómico de Risco Caído, que pertenecía al guanartemato (reino prehispánico) de Gáldar. Era lógico que en el otro reino en el que estaba dividida la isla, Telde, existiese un templo con la entidad, la envergadura y la importancia de la que tiene Risco Caído", relata este experto.

La existencia de esta cueva en el barrio de Tara se conoce desde hace décadas. A mediados del siglo XX, el presbítero de la ciudad, Pedro Hernández Benítez, la describe en uno de sus libros como una antigua vivienda, aunque sin adivinar su función "sagrada".

"Como sucedió en Risco Caído, que era un pajar cuando averiguamos su valor; o con la Cueva Pintada de Gáldar, que era un corral para cochinos cuando se descubrió en el siglo XIX; o con el Roque de Cuevas del Rey, que era un corral de cabras, la cueva de Tara ha pasado por muchas etapas", relata Cuenca a los periodistas.

Este arqueólogo, que hoy dirige los proyectos de conservación del conjunto patrimonial denominado "Risco Caído y los Espacios Sagrados de Montaña de Gran Canaria", confiesa que él visitó esta cueva (que sigue siendo propiedad privada) en los años ochenta y enseguida se dio cuenta de que debió tener algún valor sagrado. Pero su función de mirador astronómico se la reveló hace cuatro años Risco Caído.

Cuenca explica que, en Tara, los faycanes (antiguos sacerdotes) hicieron que se excavara una cueva orientada de tal manera hacia el sol que en su interior pudieran verse los hitos astronómicos básicos del año, "lo cual le da una precisión absoluta al calendario".

¿Con qué finalidad? La sociedad grancanaria previa a la Conquista llegó a estar formada por más de 50.000 habitantes, asentados en un territorio con recursos escasos y sometido a sequías y hambrunas, así que la vida de cada individuo y también la del colectivo dependían de tener buenas cosechas, de acertar con las siembras.

Estos marcadores astronómicos señalan con precisión los solsticios y los equinoccios y, con ellos, los cambios de estación y los momentos propicios para plantar los cereales.

En Risco Caído, hay además toda una iconografía (como grabados en forma de vulva o un haz de luz con aspecto fálico) que relacionan ese enclave con los ritos de la fertilidad. En Tara, apunta Cuenca, esos grabados no están, pero la cueva posee una galería interior que recuerda a una gran vulva, que es "fertilizada por el sol" cuando los rayos penetran hasta su interior durante los equinoccios.

El presidente del Cabildo de Gran Canaria, Antonio Morales, explica que la institución está ya en conversaciones con los propietarios de la cueva para que pase a ser patrimonio de la isla, por su importancia y también porque precisa de "acciones urgentes" para garantizar su conservación para el futuro.

La cueva sufre en su interior el efecto de filtraciones de agua provocadas por las viviendas que tiene encima, también está expuesta a vibraciones generadas por el tráfico de vehículos y el material de sus paredes (toba volcánica) tiende a disgregarse.

"Hay una predisposición absoluta por parte de los propietarios para que todo esto sea posible. De hecho, la cueva se conserva porque ellos fueron conscientes desde el primer momento del significado que podía tener", añade Morales.

 
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