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Cementerios

Historia y curiosidades del cementerio de los artistas de Cuenca

Como un mirador más sobre las riscas del Júcar, el cementerio de San Isidro se asoma a la hoz desde las alturas de la ciudad medieval. Se trata de un camposanto de pequeñas dimensiones asociado a la Hermandad de San Isidro que lo cuida y mantiene para que sean enterados en él sus miembros

En estos días grises de otoño les contamos la historia del cementerio en el que reposan personalidades como Federico Muelas, Fernando Zóbel, Luis Marco Pérez o Antonio Saura

Cementerio de San Isidro en Cuenca. / Paco Auñón

Cuenca

El paseo por un cementerio siempre conlleva un sobrecogimiento y más si lo hacemos en estos días grises de otoño. Si además esa fecha es en torno a la celebración de Todos los Santos y de los Fieles Difuntos, en los primeros días de noviembre, seguro que encontramos ajetreo entre las lápidas de familiares afanados en la tarea de limpiar placas y reponer flores. Crisantemos y gladiolos adornan ahora los lechos de reposo de los muertos, mientras se reza un responso o se susurra una oración.

En lo alto de la ciudad de Cuenca, asomado a la hoz del río Júcar, el cementerio de San Isidro presenta esa estampa lúgubre y un tanto romántica de los camposantos. Este lugar de descanso eterno está gestionado por la Hermandad de San Isidro, vulgo de Arriba, que cuenta aproximadamente con unos 250 hermanos que tienen el privilegio de poder ser enterrados en este lugar si así lo desean.

Historia

El cementrio de San Isidro se asoma a la hoz dle Júcar.

El cementrio de San Isidro se asoma a la hoz dle Júcar. / Paco Auñón

Sobre esta roca se edificó primero la iglesia allá por el siglo XVII. El cementerio surgió después a raíz del culto que se veneraba al patrón de los agricultores en este lugar. Los actuales responsables de la Hermandad recuerdan mejor lo acontecido recientemente y, por ejemplo, Maribel Saiz nos cuenta como “a partir de los años 40 del siglo XX la hermandad comenzó a hacerse cargo de la ermita y del cementerio”. Ella va nombrando a personas que trabajaron afanosamente por su conservación como “Antonia, Apolonio Pérez, la familia Millán, Ángel Soriano, Marcelino y otras personas”.

Un primer paseo entre los nichos nos lleva a descubrir lápidas con inscripciones mucho más antiguas. Algunas de las primeras décadas del siglo XIX. Y un sinfín de nombres de personajes de Cuenca pertenecientes todos ellos a esta Hermandad de San Isidro. Entre flores de plástico descoloridas y ramos de crisantemos frescos, recién colocados, la mirada se va deteniendo en esos nombres. Nombres que lo son a veces de niños y así lo reflejan las lápidas: ‘Aquí yace Pepito...”.

“Lo cierto es que no sabemos a ciencia cierta de que fecha data la lápida más antigua”, comenta Maribel. “Hay algunas que ya ni existen. Hay que tener en cuenta que hace muchos años ni siquiera se utilizaban como ahora y en algunos casos se escribía el nombre sobre el yeso simplemente y, claro, con el tiempo desaparecía”.

Mantenimiento

Una de las lápidas más antiguas del cementerio.

Una de las lápidas más antiguas del cementerio. / Paco Auñón

El mantenimiento de las actuales instalaciones corre a cargo de la propia hermandad con las cuotas de los hermanos. “Un presupuesto escaso”, dice Florián Belinchón, también hermano de San Isidro, “porque requiere un mantenimiento constante del edificio, tanto iglesia como cementerio, y ambos son muy antiguos”. En algunas ocasiones la hermandad ha recurrido a los organismos públicos como el Ayuntamiento o la Diputación de Cuenca que ya han colaborado anteriormente.

Ascendentes

Muchos de los miembros de esta hermandad de San Isidro esperan algún día reposar en un lugar como este. Y lo cierto es que es un lugar privilegiado, no sólo por su ubicación, asomado a las riscas del Júcar, con la ciudad de Cuenca a sus pies, sino porque el ingreso en la hermanad viene de familia: “Sólo pueden ser miembros los descendientes de los ya hermanos, desde fuera el ingreso es más complicado”.

La hermandad de San Isidro (de arriba) gestiona este cementerio.

La hermandad de San Isidro (de arriba) gestiona este cementerio. / Paco Auñón

Existen dos clases de hermanos, los numerarios y los honorarios. Los primeros, dice, Florián, “son los que tienen derecho a nicho reconocido en los estatutos y tienen que ingresar en la Hermandad antes de cumplir los 40 años. Luego están los hermanos honorarios que pueden ser de la cofradía pero sin derecho a nicho, aunque lo más normal es que los hermanos tengan allí enterrados a sus antepasados”. Por si, tal vez, se han planteado alguna vez ser enterrados en ese cementerio de San Isidro, la respuesta es clara: “la verdad es que no puede ser”, dice Maribel, “por una razón muy sencilla, lo primero que se le va a pedir es que sus padres o abuelos ya pertenecieran a la hermandad”.

Claro, que también puede uno pasar la vida eterna asomado al Júcar si es canónigo. Existe un apartado en este camposanto exclusivo para estas personas. Según entramos, la primera puerta de rejas a la derecha, deja paso a varias filas de nichos en los que se puede leer junto al nombre ‘canónigo de...’. “El momento histórico y las circunstancias por las que se vienen enterrando a estos sacerdotes en esta parte del cementerio lo desconocemos”, apuntan desde la hermandad.

Personalidades

Y podría darse una tercera circunstancia para ser enterado aquí, ser considerado una personalidad de Cuenca. Y aún así no está todo tan claro y ahora lo explicaremos. Dentro de la parte del camposanto reservada para los hermanos de San Isidro existe un pequeño apartado dedicado a las personalidades. Aquí están enterrados el poeta Federico Muelas, el pintor Fernando Zóbel y Luis Marco Pérez, el escultor de Fuentelespino de Moya que tanto hizo por la imaginería de la Semana Santa conquense. Este último llegó a este lugar después de morir en soledad en Madrid en los años ochenta y ser enterrado en el cementerio de la capital de España. Años después, un grupo de nazarenos de Cuenca, con el apoyo de las hermandades, trasladó sus restos a la ciudad y los enterraron aquí.

Aquí reposan personalidades como Federico Muelas, Fernando Zóbel, Luis Marco Pérez o Antonio Saura.

Aquí reposan personalidades como Federico Muelas, Fernando Zóbel, Luis Marco Pérez o Antonio Saura. / Paco Auñón

También en este cementerio, pero entre los nichos de los hermanos, como uno más que lo fue, podemos ver la lápida de Antonio Saura y de sus hijas, que después de ser incinerado, sus cenizas reposan en este camposanto de la ciudad que tanto quiso.

Y especial es el caso de José Luis Coll, el escritor y humorista conquense murió en la primavera de 2007 y se planteó la posibilidad de que fuera enterrado allí. Pero no era hermano de San Isidro (aunque sí una personalidad de Cuenca), por lo que la hermandad dijo que no, pero no un ‘no’ rotundo. “La hermandad nunca se opuso a que se enterrara en San Isidro. En su día se nos avisó, creo recordar”, hace memoria Maribel, “una semana antes de que muriera, por lo que no se pudo preparar nada y menos sin tener una Junta General. Sí que nos dirigimos al ayuntamiento para que dispusiera de un sitio y se ocupase de acondicionarlo”. Lo cierto es que “hay que hacer algo”, nos dicen. “Desde la Hermandad no podemos decir que cualquier persona que venga la vamos a enterrar aquí y tal vez sea necesario crear una comisión entre hermandad y ayuntamiento de la ciudad para aclarar qué se hace en estos casos”.

Paco Auñón

Paco Auñón

Director y presentador del programa Hoy por Hoy Cuenca. Periodista y locutor conquense que ha desarrollado...

 
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