"El regreso"

Algeciras

Admito que cuando hace un par de semanas recibí la llamada del compañero Juan Manuel Dicenta para proponerme colaborar en este espacio, sentí una especial emoción, un pellizco en el estómago por poder regresar a la SER, a la que fue mi casa.

Hace muchos años, una atractiva oferta laboral en otros lares me alejó de los micrófonos de Radio Sevilla, el sitio en el que siempre había deseado estar y al que siempre quise pertenecer.

En mi infancia y juventud mamé durante muchas madrugadas de las ubres periodísticas de Jesús Quintero, el Loco de la Colina. Escuchando la radio aprendí de maestros como Fernando Ónega, como Javier Sardá, como Iñaki Gabilondo, quien una noche sevillana me enseñó, de una vez y para siempre, que todo el mundo es licenciado en algo, que al micrófono, como a la hoja en blanco pendiente de ser escrita, hay que tenerle un respeto reverencial.

Han pasado muchos años desde entonces y el paradigma del periodismo ha dado muchas vueltas para llegar a donde estamos.

Los medios de comunicación tradicionales hemos ido a rastras de las nuevas formas de comunicación. Probablemente, tenemos mucha culpa por no haber estado atentos a la evolución de los cambios en los hábitos de consumo del público. La práctica de pagar un precio por un producto enlatado, caso de un periódico, o de encender la radio o la tv “a ver que ponen hoy” es una opción que para los más jóvenes ha pasado a mejor vida.

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Y a pesar de los pesares, los medios de calidad nos mantenemos presentes: contamos con empresas conocidas y reconocidas, con directores, con gerentes, con periodistas que firman las informaciones, con sedes físicas a las que quien quiera puede acudir... En definitiva, con “alguien” que responde por todo lo que se publica o se dice.

¿Qué ocurre con muchos de los mal llamados nuevos medios digitales? La mayoría de ellos carece de todo lo anterior. No son raras las webs al servicio del mejor postor que, bajo un mal disfraz, se dedican al chantaje y a la descarada extorsión a instituciones tanto públicas como privadas.

Más que nunca, los profesionales del gremio tenemos la obligación de mantener vivo el oficio. Lo estamos haciendo en alianza con gentes insospechada hasta hace poco para nosotros, como los matemáticos e ingenieros, los magos de las nuevas tecnologías de la información.

Hay camino por delante y en él nos vamos a encontrar. Larga vida, pues, al periodismo.