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¿Juego o vandalismo?

La Firma de Guillermo Granja

"¿Juego o vandalismo?", la Firma de Guillermo Granja

"¿Juego o vandalismo?", la Firma de Guillermo Granja

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Palencia

Hay hechos en la vida que les consideramos como una pequeña anécdota y que no les damos mayor importancia. Si nos fijásemos un poco más y los analizáramos, veríamos que esconden algo más profundo. Suelen ser éstos los que mejor reflejan la esencia de nuestra sociedad.

Me explico. Hace unos días, en Palencia, a la hora del recreo escolar, unos niños de unos 8 a 10 años se habían escapado del patio del colegio. No se les ocurrió nada más que lanzar unas piedras de tamaño medio a la marquesina de plástico que cubre el acceso a un paso subterráneo y que se encuentra al otro lado de la tapia del centro.

Esto, en sí mismo, no dejaría de ser una simple chiquillada de unos niños pequeños que no saben diferenciar entre lo que es un juego o un acto de vandalismo. Parece fuerte poder juzgarlo de vandalismo, pero hay que tener en cuenta que en esos momentos varias personas pasaban por debajo de la marquesina y alguna podría haber resultado herida. En ese caso, ¿cómo definiríamos el suceso?

Ni una cosa ni la otra. Seguro que su intención no era el hacer daño a la gente. Y seguro que tampoco querían romper la marquesina. Simplemente pretendían asustar, como broma, a esas personas, creyendo que no iba a ocurrir nada malo y ellos iban a pasar un buen rato. Situaciones como esta las veo continuamente en las aulas de la ESO del Instituto en el que doy clase.

En mi caso, siempre que observo algún tipo de conducta similar, intento corregirla, explicando al alumnado implicado qué efectos no deseables podían haber ocurrido. Además, en función de la posible gravedad de los daños que se pudiesen ocasionar, calificar los hechos para que el tutor o el jefe de estudios tomen las medidas pertinentes. Es la única manera que conozco de que los niños aprendan la diferencia entre lo que es un juego infantil o un acto reprobable.

En los hechos que he relatado, me consta que, a pesar de que en el centro educativo tuvieron conocimiento de lo sucedido, no se actuó. Es aquí donde, para mi gusto, está el problema. Creo que siempre hay que corregir y, en su caso, castigar las actitudes que son contrarias a la convivencia, de forma inmediata. Claro que hay que hacerlo respetando los derechos de los menores, sin excederse ni física ni psicológicamente con ellos.

En los últimos años vengo observando que en nuestra sociedad se echa en falta una cualidad de las personas, el respeto. Para mi es la base de la convivencia pacífica y democrática. Quizás en estos tiempos creemos que tenemos derechos y no obligaciones, lo que es un enorme error. O que unos derechos básicos son más importantes que otros, otro error mayúsculo. El principal deber que tenemos es respetar los derechos de las demás personas y nuestro derecho más fundamental exigir que respeten los nuestros. Evidentemente, los ejemplos que vemos en la clase política, en las redes sociales o, en algunos casos, en los medios de comunicación, no ayudan a educar a nuestros menores y han supuesto un cambio cultural en toda la sociedad, especialmente en los adultos.

Como dice un famoso juez de menores de Granada, ni lo de antes era bueno ni lo que ocurre ahora es lo correcto. Hemos pasado de un extremo a otro, cuando en el medio siempre está la virtud.

 
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