El día que la operadora dejó de ser necesaria en los teléfonos de Cuenca
En el otoño de 1973 ocurrieron varios acontecimientos de relevancia: llegó la telefonía automática, tocó el gordo, ganó Luis Ocaña y Cuenca cantó el 'Viva la gente'
Cuenca
En el espacio Páginas de mi desván que coordina José Vicente Ávila y que se emite cada martes en Hoy por Hoy Cuenca, en esta ocasión recordamos varios acontecimientos ocurridos en el otoño de 1973: la presencia por primera vez en Cuenca del grupo internacional “Viva la gente”, que se hizo famoso en el mundo, la automatización del teléfono sin tener que recurrir a la operadora, cosa que 45 años después nos parece un tanto sorprendente y del éxito de Luis Ocaña en las calles conquenses.
El día que Cuenca dijo adiós a la operadora de teléfonos
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Adiós a la operadora
Aquel otoño del 73 dejó la noticia de que, a partir del 6 de diciembre, Cuenca se iba a comunicar por teléfono de manera automática con 32 provincias, además de Valencia, Murcia y Madrid, es decir, que podrías llamar desde casa sin tener que hacerlo a la operadora de Telefónica. El anuncio decía que de esta forma se intensificarán las relaciones, sociales y económicas, entre estas provincias.
Para llamar por ejemplo a Pamplona o Logroño aún había que avisar a la operadora. Tres meses después, en marzo de 1974, por fin se podía hablar con toda España, en realidad con 2.187 localidades peninsulares e insulares, lo que era una gran noticia para una ciudad que aún no ponía tener línea directa entre la capital y el Pinar de Jábaga. El firmante de la noticia, Claudio, siempre atento en la prensa, se hacía eco del avance telefónico, pero había un “pero” que nos afectaba directamente, Así lo expresaba como la voz del pueblo: “Nada menos que 2.187 localidades españolas están a nuestro alcance, sin intermediarios. Se marca el número, y en paz. No hay palabras suficientes en nuestro vocabulario habitual para exponer la importancia de la meta que se ha alcanzado, y ya en ocasiones hemos hecho elogios hacia Telefónica por su eficacia en el plan de automatización… Pero, la satisfacción, sincera, sin límites, que sentimos ante esta realidad. No puede empañar otra realidad, no menos evidente, y que nos llega muy de cerca: la provincia. Porque 2.187 localidades españolas están, sí, a nuestro inmediato alcance y esto es muy importante. Pero quedan otras 300 localidades conquenses con las que no nos podemos comunicar directamente”.
En suma, que aún se tardarían unos años para automatizar el teléfono en la provincia y el flamante edificio de la Central de Telefónica, inaugurado en el otoño del 73, con todas las bendiciones oficiales, en el Paseo de San Antonio, casi coincidiendo con el nacimiento de las llamadas 700 viviendas de la Cooperativa “Ciudad Encantada”, quedaría cerrado casi cuatro décadas después, reconvertido en los últimos años en centro comercial. Al menos se le ha dado uso y con ello la creación de puestos de trabajo.
Otoño del 73
Había deseos de cambio y sueños de libertad en una ciudad y provincia esquilmadas por la falta de industria, de ahí que cuando se anunciaba la llegada de alguna empresa repicaban las campanas en la prensa local.
Para mí personalmente, aquel otoño del 73 fue un tanto especial porque regresé a Cuenca tras quince meses en la “mili”, en Madrid, desde donde por cierto escribía para Diario de Cuenca las crónicas semanales “De Cibeles a Carretería”. Volver a la vida de la ciudad año y medio después fue como un reencuentro, con bares nuevos que abrían y alguno que cerraba.
Mi vuelta a Diario de Cuenca no pudo ser mejor, sobre todo en el plano deportivo, pues el 7 de octubre la Balompédica ganaba por 0-2 en Alcázar de San Juan y se colocaba como líder de la Primera Regional Preferente y del Campeonato de Aficionados, que se disputaba conjuntamente.
Ganó Luis Ocaña
El martes 9 la ciudad vivió una gran jornada ciclista, dado que se celebró en Cuenca el Campeonato de España de Ciclismo por Regiones, que fue ganado además por el equipo de Castilla, formado por Luis Ocaña, flamante vencedor del Tour ese mismo año; Jesús Manzaneque y José Luis Viejo.
En aquella jornada histórica los conquenses vibraron con el ciclismo, con la ciudad volcada, y de manera especial con el ciclista de Priego, que por la tarde fue homenajeado por la Diputación y por la noche con una cena en el desaparecido Club Serranía. El broche al triunfo de Castilla y del propio Ocaña, mostrando un hermoso toro ibérico de Cuenca, fue que se le había concedido la Medalla de Oro al Mérito Deportivo. Luis Ocaña declaraba emocionado que “el público conquense se ha portado maravillosamente”.
Tocó el gordo
A pesar de que era día 13, aunque sábado, tocó una serie del Gordo, cinco millones de pesetas, que era una buena cifra para aquellos años. Tocó en el número 11.802 me tocó hacer el reportaje para el Diario. Ángel Bonilla, que era el gerente de la Administración, de la que era titular su esposa Amalia Chávarri, me decía que ese número, que era abonado, ya había salido unos años antes en un sorteo de Navidad, repartiendo entonces dieciocho millones de pesetas. Contaba la anécdota de que entre los abonados había funcionarios de Hacienda y que algunos aún no se habían enterado del premio, aunque les tenía guardado el décimo. Como también tenía el 11.801, el premio era de seis millones y medio.
Viva la gente
A mediados de octubre las calles de la ciudad se llenaban de carteles y de anuncios en la prensa con este alarde: “Polideportivo Municipal. Por primera vez en Cuenca el Coro Juvenil internacional más famoso del mundo “Viva la gente” (Up with people) con 150 cantantes en gran escena: folk, jazz, rock, blues, soul, country… con perfecta sonorización USA del mismo espectáculo”.
Todo un acontecimiento, aunque la gran expectación que se vivía en la calle no se vio reflejada en el flamante Pabellón Polideportivo, al menos en la primera sesión del viernes 19 de octubre, fijada para las ocho de la tarde, pues me tocó hacer la crónica para el periódico, publicada al día siguiente, sin fotografías de la actuación, pues no estaba permitido hacer fotos ni grabar el concierto con los casetes. Comenzaba la reseña diciendo que “fue una pena que el público no acudiese masivamente para presenciar el maravilloso espectáculo protagonizado por ese numeroso grupo de jóvenes de distintas nacionalidades”, en un Polideportivo que llevaba diez meses inaugurado, y que para la ocasión quedó muy bien montado con un gigantesco escenario, en el que destacaba la iluminación con su juego de luces y sobre todo la sonorización. De la actuación recogía entre líneas:
“En la primera parte del concierto los jóvenes músicos y cantantes interpretaron “Una experiencia totalmente nueva”, “Fuera de tí mismo”, “Power to all our friends (“Poder a todos nuestros amigos”); “Global medley”, “¿De qué color es la piel de Dios”, muy coreada por el público; “Limpiabotas”, “Alcanzar algo nuevo”, “Festejo”, “En un mundo que cambia” y quizá el tema más conocido que puso al público en pie: “Viva la gente”.
En esa primera parte y para mostrar el folklore de los países de donde son naturales casi todos los actuantes, salieron ataviados con vestidos regionales e interpretaron canciones de México, Bermudas, Japón, Bélgica y Estados Unidos, entre otras. Los jóvenes cantantes se acercaron hasta las sillas de los espectadores para sacarles a bailar, entre ellos al teniente de alcalde, César Cebrián Andrés, e incluso en el intermedio muchos de los asistentes pudieron hablar con los componentes de “Viva la gente”, pero sin hacerse fotos… (Aún no se había inventado el selfi)
En la segunda parte interpretaron, entre otras: “Todos gustan de cantar”, “No te lo guardes más”, “Viva la gente en todo el mundo”, “Música en mi espíritu”, “Déjales entrar” y “Desde las sendas se encuentran”. El público ovacionó largamente cada una de las interpretaciones y de nuevo los actuantes quisieron que los espectadores les acompañasen en sus canciones y los dividieron en dos grupos, cantando con ellos.
Subieron al escenario a la niña Pilar Olona y desde sus butacas cantaron Román Solano, que jugaba en el Club Baloncesto Cuenca, y su pareja, entre la general alegría y complacencia de los espectadores. Dado que actuaban también el sábado y domingo, en este caso a las siete de la tarde, las competiciones deportivas quedaron relegadas, sin que faltasen las críticas, ya que no había otros pabellones cubiertos como ahora. El final de la crónica era como el resumen del concierto y te cedo la palabra:
“Viva la gente” es un espectáculo musical maravilloso, impregnado de juventud y de alegría y con un ritmo trepidante y contagioso. Su presentación en Cuenca fue clamorosa en cuanto al resultado artístico, pero no en cuanto al público. Quizá la lluvia, el frío y por qué no los altos precios de las entradas, retrajeron a la gente. Faltó y ello es extraño, el elemento joven. De haber estado lleno el Polideportivo hubiera sido un espectáculo explosivo, de los que dejan huella. Pero aún quedan dos días.”
Adiós al cine Alegría
Entre tanta expectación por la presencia de Luis Ocaña en Cuenca o del musical en El Sargal, pasaba desapercibida una noticia que “Claudio”, que era como la voz del pueblo, daba a conocer en un suelto en “Cabeza de Cuenca” la página de opinión del diario, con el título “Cierre”: “Muchas veces no nos damos cuenta de cómo el diario acontecer nos trae acontecimientos que se convierten, inmediatamente, en pasado, es decir, en historia. Creemos que los hechos históricos son los ocurridos hace muchos años o siglos, pero no. Lo difícil es captar el momento concreto en que empieza algo a ser un acontecimiento pasado, apto por lo mismo para la nostalgia.
¿Saben ustedes que, desde ayer, el Cine Alegría es historia, pasado, nostalgia? Es una lástima que no se haya anunciado públicamente la última sesión, que no se haya dicho a bombo y platillo: ¡Vengan a ver la última película! Contemplen por última vez los asientos, las paredes, las luces, los anuncios… No hubo tal. Tímidamente, en silencio, se descolgaron los últimos carteles, se apagó la lámpara del proyector y se cerraron las puertas. Dicen que no es negocio, dicen que no interesa mantenerlo. Se acabó el Cine Alegría”.
La última película proyectada en el “Alegría”, fue la de Frenesí, de Alfred Hitchcock que estuvo en pantalla durante esos últimos días. En el cine Avenida ponían “El clan de los marselleses”; en el España “El hombre de Kiev” y en el Xúcar “Tedeum”. Los cines de Cuenca iban camino de desaparecer en unos años.
Proyectos y más proyectos
Pocos días antes de la llegada a Cuenca del grupo “Viva la Gente”, con el permiso municipal, el Ayuntamiento celebró pleno bajo la presidencia de Andrés Moya, y me tocó también hacer la información; salieron a la palestra varios asuntos de importancia para la ciudad en esos momentos, como la aprobación del anteproyecto para la construcción del Parador de Turismo; la noticia de que el nuevo puente sobre el Júcar en la entrada desde Madrid iba a costar 80 millones de pesetas y que ya había llegado el material para la fábrica de lámparas de bronce que se construía en la carretera de Valencia.
Hubo un proyecto de parador anterior al actual, iniciado en 1972, para convertir el edificio del Castillo en Parador de Turismo. Al efecto, el alcalde informó en el pleno, en el capítulo de ruegos y preguntas, que ya se había dado a conocer el ganador del anteproyecto para la construcción de un Parador de Turismo en el antiguo Castillo, hoy Archivo Provincial. Informó que al concurso se habían presentado 24 arquitectos y quedaron seis finalistas, designando el jurado el boceto presentado por el arquitecto Julio Cano Lasso como el más idóneo. Señalaba el alcalde que “este arquitecto es natural de Tarancón y es un hombre prestigioso en la Arquitectura” y que “el Parador contará con 200 plazas y tendrá una inversión de 120 millones de aquellas pesetas, y cuando esté debidamente amueblado costará unos doscientos millones”. Y aquí viene la frase lapidaria, que nos suena de otros proyectos: “Es un hecho y está a punto de comenzar”. Pasarían veinte años hasta que se inaugurase el Parador de San Pablo.
Al menos el proyecto del puente sobre el Júcar desde la carretera de Madrid sí se hizo realidad. Pese a que entrañaba muchas dificultades técnicas por la cimentación de la margen izquierda del río Júcar el puente se hizo realidad meses después. Aparte de ello, apuntaba Andrés Moya en aquella sesión que se había hecho una pasarela junto a El Sargal, con un coste de 900.000 pesetas para el Ayuntamiento y tres millones para el Estado, presumiendo en este caso de que la obra había ido delante de los papeles, es decir, del trámite.
También salió adelante la fábrica de lámparas, que solicitaba trabajadores de diversas categorías, pero por desgracia, pocos años duró aquella empresa de iluminación que tantas esperanzas abrió en aquella década de los 70, al igual que otra fábrica de conglomerados de madera anunciada por esas fechas.
También se celebraban en noviembre las últimas elecciones municipales del franquismo, por diferentes tercios, y Federico Muelas salía en defensa de los edificios que se tiraban sin tener en cuenta su valor arquitectónico, pues alcaldes, concejales y zascandiles “corrigieron a zarpazos la esencia de la ciudad, destruyendo y talando”, con el artículo titulado “Palabras que pienso no serán las últimas” y casi lo fueron pues falleció el 25 de noviembre del año siguiente de 1974.