¿Es la inmigración un problema para Navarra?
Las personas de otros países vienen buscando trabajo y su porcentaje ha descendido tras la crisis

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Pamplona
El 14% de las personas que residen en Navarra actualmente es de origen extranjero. Un promedio inferior al de muchos países de la Unión Europea y con un movimiento de llegadas vinculado a los ciclos económicos. Los estudios demuestran que la actual llegada de extranjeros es tres veces menor que la que existía antes de la crisis. Buscan empleo y lo encuentran.
Txema mauleón, jefe de gabinete de la vicepresidencia de asuntos sociales del Gobierno foral señala que “más de 26.000 personas extranjeras trabajando en Navarra, mientras que había poco más de 6.000 que estaban en el desempleo”
A Navarra se destinan entre 2.400 y 2.500 millones de euros anuales en todo tipo de prestaciones públicas, seguridad social y ayudas de las administraciones nacional y foral.
“La parte que son puramente de ayudas sociales estamos hablando del 2,5 por ciento del gasto y de ese gasto sólo un tercio va a parar a la población inmigrante, no por el hecho de serlo sino que simplemente va dirigido a quién no tiene recursos económicos y resida legalmente en Navarra”, dice Mauleón.
Navarra ha perdido 40.000 jóvenes en edad de trabajar y la población envejece a pasos agigantados. "Necesitamos más población", dice Mauleón, que insiste en que “vamos a necesitar mano de obra para poder sostener fundamentalmente las pensiones no tanto de quien hoy está en el sistema si no quien tiene entre 45 y 60 años en estos momentos”.
La sociedad navarra se ha acostumbrado a coexistir con la población de origen inmigrante. Localidades pequeñas, donde conviven personas de hasta 40 nacionalidades diferentes como en Olite o donde uno de cada cinco vecinos ha nacido en otro país, como ocurre en Castejón. Marruecos, Ecuador, Bulgaria o Rumanía son sólo algunos de los orígenes más habituales y con una relación civilizada, en la que apenas surgen problemas, la convivencia real es la asignatura pendiente. Luis Campos, analista de la consultora Impacto señala que "no es igual cómo se adaptan y conviven las personas de origen latinoamericano, con quienes tenemos una lengua común, religión y tradiciones, que personas que vienen de países con otras lenguas, religiones y tradiciones distintas, que pueden dificultar la convivencia".
Es verdad que, con el paso de los años, se están tendiendo redes de convivencia pero la esperanza está puesta en los niños, según Campos "ellos son el futuro porque hay que ver cómo conviven, al margen del lugar de origen de sus familias. el reto es que esa relación se traslade a edades superiores".
Una convivencia en la que aún queda mucho camino por recorrer y que, en tiempos de crisis, aún se hace más difícil.




