Hay en los álbumes de fotos de Chari Delgado tanto material, y tan bueno, como para llenar un museo del carnaval de Cádiz. Su historia, la de esta mujer menuda, de pelo blanco y profundidad en los ojos, es, en verdad, la historia de la fiesta gaditana. Su padre fue Eduardo Delgado, celebrado autor, referente de la gracia e ingenio de Cádiz, reciente estrella en el particular paseo de la fama junto al Teatro Falla. Su marido fue Carlos Brihuega, una de las grandes voces del carnaval, antifaz de oro y miembro de algunas de las mejores agrupaciones de Villegas, Paco Alba, Antonio Martín o Pedro Romero, con los que sumó numerosos primeros premios. Y dos de sus hijos, Carli y Edu, son otros símbolos, aclamados por los aficionados por sus privilegiadas gargantas. Chari presume de todos ellos. Pero ella tiene su propia historia, más allá de los hombres que la han rodeado. Como costurera, es la responsable de algunos de los tipos más celebrados de coros, comparsas y chirigotas de Cádiz y otras provincias. Como persona, ha sido la que ha ayudado a formar una familia alrededor de una peña, la Peña Nuestra Andalucía. Su hilo cosió muchas camisas, vestidos y pantalones. Pero también unió a muchas generaciones en torno a una misma pasión: el carnaval. «Tenía siete años cuando empecé a coser junto a mi madre y mis hermanas», recuerda Chari para remontarse a sus inicios con el dedal y la aguja. Su padre, Eduardo Delgado, fue el director del coro Los bichitos de luz, de 1955, y ella contribuyó a aquel histórico tipo. Después vinieron muchos más. Chari no solo ayudaba a culminar los disfraces. En tiempos en los que no había grabadoras ni móviles, su padre, que no tocaba ningún instrumento, se servía de sus ocho hijos para acordarse de los repertorios que escribía. «Nos daba a cada uno un trozo de cuarteta, después nos llevaba al ensayo a los ocho y nos hacía repetir cada trozo desde el primero hasta el último. Así hacía los popurrís», rememora entre risas. A su marido, Carlos Brihuega, lo conoció en 1961, mientras ensayaba junto a su cuñado Galán el coro Los póker de ases. Con él tuvo cuatro hijos de deslumbrante brillo: Marisa, Carli, Edu y Chari. Brihuega salió con los más grandes: Villegas, Paco Alba y Antonio Martín hasta empezar con Pedro Romero y Aurelio Real en la creación de la Peña Nuestra Andalucía, en 1977. «Para mí ha sido mi segundo hogar», sentencia Chari con los ojos llorosos. «Hasta los solteros me decían mami. En navidades nadie se quedaba solo», añade. Se emociona recordando aquellos años tan bonitos en que ella, su marido y sus hijos formaron parte de esa gran familia que fue la peña. «Mi casa estaba al lado. Yo estaba para todo. Si había que lavar una cortina, lo hacía. Si había una celebración, Chari llevaba papas aliñás o una olla de menudo. Si había que calentar potitos, también. Mi casa estaba para todo. Chari estaba para todo». Pero no hay protesta en ese recuerdo. «Lo he hecho muy a gusto, porque me sentía muy querida». Sus pucheros han sido pócima mágica para las agrupaciones en las que salían su marido y sus hijos. A todas les ponía el mismo entusiasmo, aunque admite que con las de Martínez Ares, en las que aparecían Carli y Edu Brihuega, tenía especial cuidado, sobre todo, para no desvelar tipos antes de tiempo. «Me preguntaban por todas. Cuando fue El Vapor (1997), les decía que iban de olla exprés», recuerda de forma pícara. De esa etapa recuerda la dificultad que fue unir todos los retales de Calabazas (1991), por la que estuvo a punto de ganar la primera aguja de oro, aunque ese honor terminó llevándoselo el coro La jaima. En su currículum también están El Brujo y Los Piratas, también de Martínez Ares; Guadalupe, el primer premio en comparsa de Luis Rivero, los coros de Quico Zamora, las comparsas de los Gitanos de El Puerto y también muchos grupos de fuera. Y de casi todo hay un hueco en uno de sus álbumes de fotos. Fue idea suya reunir en álbumes la historia carnavalesca de su familia. La empezó con su marido, en un regalo que gustó tanto en la peña, que empezaron a aparecer álbumes de todos los componentes. Ella, como en otras muchas cosas, fue la pionera. Chari no da puntá sin hilo. Es más, todas las puntás que suman sus disfraces continúan hilvanando la historia del carnaval de Cádiz. Así lo reflejan sus álbumes de fotos. Y lo mejor es que quedan muchas páginas por completar. Porque sus hijos y nietos, su familia entera, y los amigos que ha ido ganando gracias a la fiesta, siguen aferrados a ese hilo que parece eterno.