Sociedad
La columna de Rafa Gallego

En danza, el Emperador

El comentario de Rafa Gallego - En danza, el Emperador (14/12/2018)

El comentario de Rafa Gallego - En danza, el Emperador (14/12/2018)

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León

Ayer no era un buen día para amontonar las hojas secas. Ya en condiciones favorables es un trabajo pesado. Ayer el viento convertía en proeza la tarea y no obstante ellas empujaban las hojas hacia los montones que se esparcían sin remedio. En la Glorieta del León, hojas venidas del otro lado de la calzada, hojas escapadas del parque, corrían como lluvia hacia las nubes y después se desplomaban en remolino sobre el césped. Tolvaneras espesas de hojas revoltosas despistaban la mirada de los conductores. Hojas como lluvia, pensé. Del suelo al cielo, lluvia inversa.

En el jardín, las mujeres que limpiaban habían abandonado toda esperanza. La recogida de la hoja tendría que quedar para otro jueves en una metáfora impropia del abandono por fuerza mayor, la impotencia por inclemencia climática, la fuerza de las cosas, eso de lo que tanto hablamos. Y será que ha sido la fuerza de las cosas o la fuerza del sino o Don Álvaro o lo que sea, pero lo mismo que al amontonar las hojas en los días de viento vuelven a volar y a dispersarse, hemos sabido días atrás que el Teatro Emperador, que voló de la mano de aquel ambicioso proyecto de instalar allí el Centro Nacional de Músicas Históricas, volverá en remolinos, como esa lluvia de hojas de la Glorieta del León, a caer en la palma de la mano del Ayuntamiento, que no tendrá otro remedio que abrazar la fuerza del destino. El teatro, como está permanentemente en crisis, se ha empeñado en no morir. Se le auguró el desastre con el cine, con la televisión, ahora con el consumo de audiovisuales de todo tipo a todo trapo, pero sigue vivo, porque es vida. Nos gusta el teatro. Nos entendemos en el teatro, nos encendemos con él, aplaudimos el espejo que nos retrata.

Para mí es una noticia sin interés que vaya, vuele o vuelva. Lo que quiero oír es que se reabre, que en el Emperador vuelve a vivir la vida, a brillar el foco, a sonar el aplauso o el runrún insatisfecho. Me gustaría pensar que no es mover las hojas secas de un sitio para otro y que se recuperará para la ciudad ese espacio. Entre tanto, permanece quieto. Está agazapado y a la espera, como un guerrero al acecho. ¿En qué se ocupa el guerrero mientras no batalla? ¿Sigue siendo guerrero cuando no guerrea? ¿Es un teatro uno en el que no hay teatro? ¿No te pasa que solo te reconoces en la acción? Sabes que te desapareces cuando paras, como esas hojas que se pegan al suelo y se deshacen porque no son capaces de lloverse de nuevo al cielo. Eres el guerrero inquieto que no tiene en la mano la espada. Don Álvaro y el Marqués de Calatrava en el destino de la bala que se escapa. La desgracia. La idea del sino. Si hubiera que proponer una obra para el estreno del nuevo Emperador, quizá esta pieza del Duque de Rivas fuera la indicada, por la persistencia ahogada de la desgracia.

Es también la fuerza del sino, pero de otro signo, con otra esperanza, la noticia de que a Jesús Vidal lo han puesto en la carrera por el Goya. Me dice quien lo conoce de sus tiempos en la Facultad de Filología que leía poemas cuchillo en mano, que se armó de sí mismo para perseguir su idea de ser actor y que se fue mundo adelante para serlo. Tiene en su blog una galería de teatros de España El primero, ya lo sabes, uno que es hoja seca, uno que va y viene, uno que quiero creer que nos espera.

 
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