Cuatro años lleva invertidos en la figura de Bartolomé Esteban Murillo, el experto Ignacio Cano. Es el comisario de la más completa exposición realizada en torno a Murillo. Se trata de Murillo IV Centenario”. Está batiendo récords en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. Largas colas son la muestra del poder de convocatoria de la figura del pintor sevillano, en la exposición antológica. Una imagen, pública y privada, que conoce como nadie el comisario de la exposición. Haciendo balance, Ignacio Cano afirma que Murillo es un pintor «bastante difícil de definir, muy versátil, que se adapta a su cliente, al espacio, capaz de cambiar de gustos, como su acercamiento a la pintura flamenca, con una cierta evolución de su técnica». Esto facilitó que sus cuadros se vendieran fácilmente, sobre todo en el entorno de amigos y mercaderes que hacían parada en Sevilla. Para el comisario, «Murillo tiene una fuerte conexión con la gente importante, pero también con la plebe». Murillo vuelve, una y otra vez, a distintos recursos, a lo largo del tiempo porque le han funcionado o le ha ido bien. Añade que al mismo tiempo «su fuente de inspiración son grabados o la literatura no devocional, además de la literatura del siglo XVII», que serán tratados dentro de sus cuadros. Durante estos últimos cuatro años, Ignacio Cano hace un resumen de la figura del pintor a través de sus lienzos. A su entender, lo que aparece es «una persona de una sensibilidad muy profunda» para todas las cosas. Desde las más trascendentes hasta las cosas más humanas y los detalles más pequeños. Añade el comisario que el pintor sevillano tiene «un lado profundamente humano y le hace pararse y entender a esos niños que antes nadie había hecho caso en el arte». Para el comisario de la exposición «ha sido capaz de plasmar en dos dimensiones todo un mundo trascendente», como se imaginaba la Virgen, el cielo o la Sagrada Familia.