'Las cosas preciosas de la vida'

Algeciras

Lo bueno que tiene cumplir años es la claridad con la que se ven las cosas. Como si poco a poco se fuera descorriendo esa cortina que de opaca en la juventud, se torna transparente con la edad. Y ahora, con las incertidumbres descorridas, obtenemos la respuesta a todas las dudas que nos asaltaron desde la juventud. Es cuando descubrimos las cosas que de verdad tienen valor en la vida. Las cosas valiosas, preciadas, preciosas. La mejor de ellas es el amor en general y la amistad en particular.

Nada como aprovechar una reunión con amigos para convencernos de que la amistad late dentro de nosotros como algo viejo, eterno, antiguo. Como si hubiéramos nacido con ella. Y ahora, desde la altura de los años, miramos a nuestros amigos con un cariño infinito. Amigos a los que estuvimos a punto de perder y recuperamos, Amigos que son testigos de nuestra propia vida, que nos dicen con sólo mirarnos qué es lo que estamos haciendo bien y lo que no. Compañeros con los que recordamos haber aprendido a vivir, a tomar responsabilidades y a correr riesgos inevitables para crecer. Amigos con quienes discutimos y a quienes amamos. De los que aprendemos y con los que sufrimos. Viajeros con los que hemos emprendido un largo camino y a los que vemos día a día envejecer como nosotros. Amigos que son nuestro espejo y nos recuerdan quiénes somos y de dónde venimos. A fuerza del contacto, se han contagiado de nosotros y nosotros de ellos. En cuyos actos descubrimos la huella de los nuestros y en nuestras opiniones el eco de las suyas... en un maravilloso trasvase de prioridades, experiencias y argumentos.

Aquellos con quienes un día, y con ojos infantiles, vimos amanecer o nos agarramos a las luces de un atardecer de verano. Vidas paralelas o perpendiculares, tangenciales o divergentes. Pero siempre vidas que dejaron huella en nosotros y que nos hacen disfrutar día tras día de una de las cosas más preciosas de la vida. La amistad en la memoria.

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