Jódar, referente de la oftalmología nacional en los primeros años del siglo XX
Homenaje de la Asociación Cultural Saudar al oculista Juan Martín
Conferencia de Ildefonso Alcalá Moreno
22:01
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Jódar
El acto, organizado por la ‘Asociación Cultural Saudar’, consistía en una misa en honor y memoria de Juan Martín, celebrada en la ermita del Santo Cristo, oficiada por el párroco de la Asunción, Pablo Luis Armero, donde además se descubría una lápida conmemorativa, en el lugar donde están depositados sus restos mortales, en el interior de la propia ermita. A continuación, en el Salón de Actos del Centro Parroquial ‘Santísimo Cristo de la Misericordia’, el presidente de la asociación y Cronista Oficial de la Ciudad, Ildefonso Alcalá Moreno, impartía una conferencia sobre la figura del propio Juan Martin, ´La figura de Juan Martin Alguacil en la historia de Jódar’. El acto contaba la presencia de hasta tres concejales del equipo de gobierno Juani Vílchez, Enrique Yerves (Educación y Medio Ambiente) y Juan Caballero (Agricultura y Empleo), el concejal del grupo municipal andalucista, Juan López y casi cuarenta personas.
Ildefonso Alcalá comenzaba su intervención explicando que el acto había contado con la colaboración de la parroquia de La Asunción, “…Este entrañable acto de homenaje a don Juan Martín Alguacil, del que las generaciones jóvenes poco sabrán, a excepción que tiene una de las principales calles de la ciudad y un monumento en el Paseo. Agradecer a don Pablo Armero, nuestro párroco, el entusiasmo y facilidades que dio desde que le planteé esta idea de dignificar con una lápida la sepultura de tan ilustre figura galduriense.
Hoy, hemos cumplido el deseo de muchos vecinos que ya no están con nosotros, y hemos realizado un acto de justicia y de honor con esta persona que tanto hizo por este pueblo.”
Extracto-Resumen de la Conferencia
Para a continuación hacer un repaso a la biografía del insigne ‘Hijo Adoptivo de la Ciudad’, “… El bilbaíno, natural del barrio de Abando, D. Juan Martín Alguacil, oculista distinguido nació en 1867, hijo de Ignacio Martín de Baraya y de Antonia de Alguacil Medina, tuvo dos hermanos Manuel Martín de los Ríos y Pilar Martín; dejo la fama de Madrid y su distinguida familia, su tía era marquesa de Alonso-Martínez, casada con Manuel Alonso-Martínez, el que fuera gobernador civil de Madrid y ministro fomento y de gracia y justicia con Alfonso XII.
Todo esto lo dejó para quedarse con nosotros en la mansión llamada la “Casa Grande”, propiedad de su abuelo Ignacio Martín Díez, que había comprado al marqués de Jódar todas sus propiedades. Cuando la consulta necesitó de más espacio la instaló, un poco más abajo, en la casa del conde de Selvaflorida, Antonio Herrera y Fernández de Liencres.
La apertura de la consulta de don Juan Martín supuso para Jódar un revulsivo. Al pueblo acudieron cientos de pacientes, que demandaban hoteles, posadas, pensiones, establecimientos de comidas, cafeterías... La vida que dio a Jódar hizo que esta pérdida ciudad prosperase y su fama llegase hasta los más remotos lugares.
Además, fue mecenas de la cultura, y fundó la Sociedad Filarmónica de Jódar, el Liceo, los primeros periódicos locales...
En torno a 1889 llegó a nuestra ciudad, y ya Jódar no fue el mismo. Con su llegada un viento de aire fresco trastocó para siempre la historia, sus ideas liberales, su vasta cultura, su porte caballeresco encandilaron a cuantos lo conocieron, jamás se metió en política, porque su política siempre fue ayudar a todos sin distinción.
Pasaron los años que acrecentaron su fama, su leyenda y su mito y el 22 de junio de 1912 el alcalde Pedro Muñoz lanza este bando:
“PAISANOS
La Corporación municipal que tengo el honor de presidir, interpretando fielmente la voluntad del pueblo, y deseando testimoniar en su nombre la admiración y respeto que siente por personas tan queridas de todos, como son D. Domingo Arroquia Mengíbar y D. Juan Martín Alguacil, en sesión de 11 de mayo último, acordó rendirles un homenaje. A tal efecto, la extensa barriada que el Sr. Arroquia ha construido a extramuros de la población, se denominará en la sucesivo Calle de Domingo Arroquia y la que hoy es Carrera de San Marcos, se llamará Calle de Juan Martín Alguacil…
Así, pues, queridos paisanos, sólo me resta participaros que el día 24 del actual y hora de las seis de la tarde, tendrá lugar la colocación de la rotulata en expresadas calles, a cuyo acto os invito para que acompañando a las autoridades, que en manifestación saldrán de la Casa Ayuntamiento, rindamos todos, sin distinción de matiz político y como obra común del pueblo, el homenaje a que por tantos conceptos se han hecho merecedores los Sres. Arroquia y Martín Alguacil.
Mi antecesor Narciso Mesa Fernández escribió de él:“Lo que debe el pueblo al Dr. Martín Alguacil, casi nadie lo ignora, oculista distinguido, emparentado con familias que entonces estaban en el primer plano de la política nacional, pudo serlo todo en Madrid o en otra población pero prefirió quedarse en Jódar, dando lugar a que el nombre de nuestro pueblo fuese conocido fuera de España y que, en peregrinación, puede decirse, viniesen a buscarlo, enfermos nacionales y extranjeros, para que aliviase sus dolencias”.
En la conocida revista “Don Lope de Sosa” de diciembre de 1920, el médico y poeta galduriense Juan José Molina Hidalgo, escribe un artículo dedicado a don Juan Martín Alguacil, al que calificaba como “uno de los hombres -cumbres que hoy brillan en esta tierra, tan rica por su suelo, como por los talentos y las actividades fecundas de sus hijos”. Afirmaba que aunque nacido en Bilbao, “como andaluz le tenemos y como galduriense se le estima, ya que cansada está la villa (digamos ahora ciudad) de recibir muestras de su caridad sin tasa, de sus constantes desvelos, de sus filiales amores...”. Prosigue: “Jódar y Martín Alguacil van unidos individualmente, por los ámbitos de España y quizás más gente le conozca como el oftalmólogo de la antigua Galdur que por su nombre de pila...”.
La fama de médico era altísima en su época, estudió en la universidad de Valladolid, dicen que, con gran aprovechamiento, finalizados sus estudios, y con una holgada posición social y económica, se traslada a Madrid y allí practica en la conocida consulta del doctor don Sinforiano García-Mansilla, el más reconocido por entonces de España. Por cierto, que este prestigiosísimo oculista estaba casado con una galduriense: María de Mesa y Mesa. En Madrid trabajó en hospitales y clínicas aprendiendo de los maestros.
Un verano, vino a Jódar de vacaciones y aquí operó su primera catarata, y la segunda... con un éxito sorprendente. Hasta el punto fue eficiente que el autor del artículo decía que ya llevaba operadas miles. “Creciendo cada día su autoridad entre los oculistas españoles, siendo su clínica una de las más concurridas de la península y una de las mejor montadas por su local espacioso y adecuado, por su abundante y moderno instrumental y por su personal de ayudantes competentes y adiestrados”.
Dice su biógrafo que desde el principio el destino y su vocación le acompañaron, así como la fortuna que lo mimó con sus favores. Decía que: “posee los técnicos de la especialidad de una manera perfecta, diagnostica con un aplomo y una seguridad insuperables y el enfermo sale siempre de la consulta, esperanzado, satisfecho, consolado”.
De su carácter decía que además de médico, en él había algo “que vales más que el galeno; algo superior a los técnicos y a los diagnósticos; algo que le lleva a ser estimado, querido de todo aquel pueblo, que lo retiene como un tesoro; y es, su altruismo, su caridad silenciosa y magnánima, su amistad leal y sincera, puesta al servicio de todos, pronta al sacrificio y a veces al martirio”. Finaliza diciendo que era hombre que se ocupaba algo de política, pero del que no se le conocían enemigos.
Resaltaba finalmente su faceta de artista, que decía brillaba “con matices fulgurantes”, ya que “a ratos pinta, a ratos hace música, a ratos se recrea en la literatura; y es, que es el suyo un espíritu selecto, pronto a todos los sentimientos, suceptible de todas las actividades...” de su carácter decía: “habla poco, pero escucha; se entera y se deleita con la tertulia de sus íntimos...” acababa con “D. Juan tan nombrado y conocido. Es, en fin, este un D. Juan que vale lo menos dos”.
Igualmente, en la revista “Paisaje” de septiembre de 1948 el escritor Luis Cerezo Godoy le dedicó un artículo. Recordaba que fue nombrado Hijo Adoptivo de Jódar, y que una de las principales calles de la ciudad llevaba su nombre; que era vizcaíno, natural de Abando en el municipio de Bilbao, nos cuenta sus comienzos como alumno aventajado del doctor García Mansilla diciendo que “encontró el maestro tan firme aplicación y excelentes condiciones en su joven alumno, que le dió trato de preferencia, encomendándole trabajos delicados y dejándose sustituir en operaciones difíciles y complicadas”.
El prestigio que iba adquiriendo en su profesión, le hace instalarse en la capital de España “acudiendo a su consulta gentes de toda posición, que hallan en él trato correcto, ciencia segura y economía máxima” difundiéndose por Madrid la extraordinaria notoriedad y su clientela.
Pero, el destino no le tenía preparado ejercer en Madrid.... unas fiebres palúdicas ponen en gravedad su vida, tratadas disminuye la hipertermia y es entonces cuando se traslada a Jódar, en plan turista convaleciente.
Don Juan tenía entonces 22 años y buscaba el calor de los parientes, y es aquí, en nuestra ciudad, donde los marqueses de Alonso Martínez le brindan su hogar, la conocida “Casa grande”. Dice el autor que era un edificio “suntuoso hogar, dispuesto con decoro y realce; morada solariega donde encuentra el viajero esmerada solicitud, extremado cariño, recobrando pronto la salud perdida”.
Hombre inquieto por naturaleza, no podía estarse tanto tiempo inactivo, rompiendo las prescripciones impuestas. Decía Cerezo que “gustaba pasear por las afueras y, cruzando miserables barriadas, encontraba verdaderos enjambres de chiquillos legañosos, con horribles pitarras infectadas, moviendo a lástima e inclinando su carácter sensible, magnánimo, a librarles del sucio y contagioso padecimiento”. Su carácter hizo que “los más apartados aposentos recibieron la visita del ilustre filántropo, que, penetrando en mezquinos cuchitriles, reconocía enfermos, diagnosticaba y regalaba medicinas. A todos los arrabales de infelices llegó el favor del hombre bueno; pronto, lo que realmente era endémico entre clases indigentes, tuvo rápida y halagadora solución. Ya no hubo cegueras ni permanentes secreciones; allí estaba la persona entendida, incansable, dispuesta a evitar dolencias”.
Y es entonces cuando la “Casa Grande” de Andaraje se convierte en consultorio, al que acuden cuantos vecinos se aquejaban de crónicas y molestas oftalmias, desapareciendo con presteza rijas, tracomas, conjuntivitis, pústulas y recobrando la vista multitud de individuos, que durante años, la tuvieron perdida, volviendo a sus trabajos, oficios y empleos con los ojos totalmente depurados, libres de toda afección.
Don Juan Martín comienza a operar con éxito inigualable delicadas cataratas, comenzando la admiración del pueblo de Jódar, que lo aclaman y adoran como prócer, considerando como un enviado providencial, hasta llegar al mito.
Y muy pronto,“su nombre rebasa comarcas, corre provincias, alcanza regiones, se propaga por España entera, salvando igualmente victorioso, fronteras nacionales. También Jódar, el pueblecito, se agranda con la fama del reputado oftalmólogo y llega a distinguirse. En caravana constante arriban familias de cercanas aldeas, de alejados contornos, de remotos paises, perquiriendo la cura milagrosa...”, porque para las gentes era un milagro, su capacidad, su temperamento proporcionado, su falta de nerviosismo, sus hábiles manos, su inteligencia...
Era conocido como médico de máxima categoría, pero también como hombre modesto, de honrada moderación y altruismo. Su fama y sabiduría le hacían ser solicitado como consejero por personas pudientes adineradas, cuyos honorarios, invertía en la clientela pobre, abonando gastos de estancia a enfermos y acompañantes. Fue un hombre sencillo, contrario a exhibiciones, opuesto a elogios, alabanzas y honores, renunciando a la gran cruz de Beneficencia.
El 17 de junio de 1924, y con 57 años de edad contrae matrimonio en la iglesia de la Asunción con la galduriense Catalina López Marín, de 40 años, hija de Pedro López Cabrera y de Manuela Marín Polonia, de cuyo matrimonio no hubo descendencia.
Fue artista muy competente en la música, destacando en la interpretación con el armonio en los templos, por sus recogidas melodías, “elevando suavemente plegarias, secuencias, himnos y cantos divinos, que siempre fueron sus favoritos”, afirmaba Luis Cerezo.
A los 59 años fallece de cáncer de próstata a las 21 horas del 12 de abril de 1926, siendo enterrado el día 13, con entierro solemne. El autor nos dice “A la Iglesia del Cristo de las Misericordias pasó, después de la muerte, el instrumento que alivió cansancios, agobios, fatigas... Y en tan sagrado recinto reposa su cuerpo en humilde sepultura, sin inscripciones que le recuerden... Pero Jódar, la noble ciudad, reconocida, obligada, de corazones agradecidos, formó colosal pirámide que inmortaliza al glorioso galeno”.
Durante los años de la II República se pensó en quitar la cruz de la fuente principal de la plaza, y el entonces concejal comunista, después alcalde, José Gallego Montiel plantó la idea que en su lugar se erigiese un monumento al oculista don Juan Martín.
No fue hasta el 19 de diciembre de 1954, cuando fue inaugurado solemnemente un monumento dedicado al insigne oculista, en el Paseo, busto que fue obra póstuma del laureado escultor Jacinto Higueras. Todo el pueblo de Jódar se reunió aquel memorable día en torno a su figura, aunque quienes lo conocieron, no lo reconocían en el busto.
El alcalde Manuel Luengo afirmó: “el pueblo de Jódar tenía contraída una deuda con aquel gran caballero que vino a esta ciudad quizá buscando por una temporada el descanso en la vida pueblerina y el fortalecimiento de su salud con el aire de las sierras, pero cautivado por la hospitalidad de sus habitantes y el por el cariño que le acogieron, quedóse en esta ciudad para siempre...”, prosiguió diciendo que su oficio no lo ejerció en Jódar con ánimo de lucro “sino por hacer el bien entre todos los enfermos de posición modesta, facilitándoles las medicinas necesarias para su restablecimiento e incluso dándoles el dinero necesario para que retornaran a sus hogares”. Finalizó diciendo que su fama llegó hasta el extranjero y que “el nombre de D. Juan quedó para siempre unido a la historia de nuestro pueblo, porque de generación en generación, y de padres a hijos se han transmitido las excelsas cualidades de aquel gran español, modelo de rectitud, trabajador infalible y espejo de caballeros, siempre al servicio exclusivo de Jódar. Se enorgulleció de vivir entre nosotros y él, que pudo alcanzar altos puestos por su sabiduría, se conformó con permanecer en esta ciudad, quizá desatendiendo los ruegos de su aristocrática familia”.
Francisco Ruiz exaltó su figura glosando palabras de Rubén Dario “se quedó en esta ciudad, para compartir el pan de amor con sus moradores”. Contó que a los vecinos de Jódar jamás pasó factura. “El desinterés y la caridad constituyeron la impronta más acusada de toda su labor fecunda y sabia, caridad ejercida con dulzura... los pobres le pagaban en la mejor moneda que poseían, con lágrimas y bendiciones, con besar de manos y prodigar de alabanzas, pregoneros por aldeas y ciudades de un afecto y de una devoción, rayana en idolatría”.
Todo esto quedó olvidado, si olvidado, no fue hasta abril de 1989, cuando en la revista cultural “Saudar”nuestro recordado amigo Antonio Sánchez Portillo escribió un artículo titulado: ¿Dónde está enterrado don Juan Martín?, que fue un revulsivo para la época.
Afirmaba que muchos visitantes del cementerio, como encargado del mismo que era, le preguntaban por la sepultura de tan ilustre galduriense, muchos creían estaba en un espacio, -entre los panteones- acotado por una alambrera perimetral, sin panteón ni inscripciones, donde cada día de los Santos cubrían el desnudo suelo con un paño fúnebre negro. Antonio lo admiraba y consiguió que su despacho lo presidiese una fotografía de don Juan, y ahí sigue.
Se preguntaba entonces que porqué no se renovaba el homenaje hacia su persona, bien dándole sepultura en tierra santa o dignificando su sepultura, pidiendo la colocación de un epitafio, una cruz, un recuerdo...
Contó, ya que fue testigo presencial, como durante las obras de restauración de la iglesia en 1966 fue descubierta su sepultura, llamando a personas mayores para identificar el cadáver, al final así se hizo y se levantó acta por el juez. En el nicho quedó escrita en la pared la identificación de ese ataúd de zinc. Querido amigo Antonio, ese momento ya ha llegado. Estarás tú y otras muchas personas satisfechas…”
Finalmente, Alcalá, acababa la conferencia, “… Con unas coplillas populares, que las comparsas de carnaval le cantaban en la década de los años diez del pasado siglo, compuestas por el popular “Marianillo” reflejan el sentir del pueblo de Jódar (hacía don Juan Martín), aquí les dejo con un documento sonoro histórico realizado durante el homenaje que “Saudar” realizó a Isabel Mesa López “La Majita”, la cual cantó alguna de esas coplillas…”.