La sala Aliatar de Granada ha sido testigo privilegiado de un fenómeno inhabitual en la música de nuestro tiempo. En la era en la que los escenarios se llenan de músicos hasta completar aforo en bandas con las que hay que pasar lista para comprobar que se encuentran presentes todos sus componentes, seduce por perfecta y minimalista la propuesta de Arizona Baby. Los vallisoletanos llegaron a Granada el pasado viernes, como siempre, con dos guitarras y una batería. Javier Vielba, Rubén Marrón (el hierático «Señor Marrón» de ecos tarantinianos que nunca abandona su banqueta para consumar arte a través de su acústica) y Guillermo Aragón se nos presentan incluso careciendo de bajo, ni falta que les hizo para poner boca abajo la sala del centro de la ciudad con una propuesta de rock-country-folk tan certera como precisa. Una contundencia rítmica que el baterista desplegó ante los asistentes y que, apoyada en las muy marcadas melodías de una guitarra eléctrica aguda, hace innecesario un bajo o cualquier otro instrumento adicional para «darnos la noche» a lo grande. De largas melenas y extensas y pobladas barbas, que ocultan el rostro de unos músicos prodigiosos, los extraordinarios y mucho más que profesionales músicos que componen Arizona Baby no estaban por trotar por el escenario ni por levantarse tan solo de su taburete en el caso de dos de los tres integrantes de la formación. Era el público asistente el encargado de no parar de bailar de principio a fin como si en mitad de un clásicamente cinematográfico bar de carretera de Alabama nos encontrásemos, al calor de unos Bonnie&Clyde que han sabido tomar prestados de aquí y allí sonidos netamente americanos para conjugar una pasión musical desmedida, electrizante y, sobre todo, altamente contagiosa. Una catarata de buen gusto y mejor música para presentar en Granada su nuevo trabajo titulado «Sonora», que abrieron con una instrumental (como mandan los cánones) que dio paso a un auténtico despliegue de sonoridades country iniciales que fueron torciendo a rock conforme el repertorio evolucionaba en el Aliatar y las texturas ofrecidas por la batería las iba entremezclando. Quisieron tener un recuerdo (plasmado en uno de los temas de su trabajo «Sonora») a aquella MTV inicial «cuando emitía música y era un vergel», señalaba Javier Vielba, reconociendo ante los asistentes que «mirando aquella pantalla empezó todo». Pidiendo cineastas voluntarios, era el momento de que los músicos castellano-leoneses levantaran el puño proclamándose dioses absolutos del fin de semana musical granadino, porque pudieron y porque supieron serlo. Les quedaba aún un deseo expreso y confeso en el escenario por cumplir: ser como The Beatles o como The Kinks y, para culminarlo, el propio baterista tomó el micrófono para interpretar uno de los temas de la fase final de tan mágico concierto, acompañado por unos coros ciertamente beatlemaníacos. De rodillas en el escenario, Javier Vielba nos congregó a todos los asistentes a un rezo rockero a lomos de aromas country y nos emplazó a vernos al final del repertorio ante el «kiosco arizónico» que estaba ubicado a la entrada de la sala. Ya lo expresaron a gritos: «Solo no puedes. Con amigos sí. Y además mola más.» Era el momento de la irrupción de la armónica para cerrar una noche a la que sería imposible no calificar como antológica. Vida eterna para los Arizona Baby. Esto sí que es música de la buena.